domingo, febrero 01, 2009

Sobre anónimo

Me habían dejado un sobre en el buzón del que inicialmente pensé que era un error. No había ni remite ni remitente. El sobre era grande, pero poco pesado y tuve la sensación inicial de que no contenía nada. Entré en casa y lo abrí. Encontré unas cuántas fotos de las que no comprendí el sentido. Las observé mucho rato, muchísimo sin saber ni que significaban aquellas fotos ni porque carajo habían terminado en mi buzón. Metí la mano buscando algo mas, alguna explicación. No encontré nada. Puse todas las fotos sobre la mesa, unas al lado de las otras. Una iglesia en medio de un paisaje árido, una playa sin gente con una luz de media tarde, una carretera estrecha recorriendo un paisaje casi selvático, la vista de una ciudad desde un lugar alto, una montaña gigante cubierta de niebla en la cima, un avión que despega en algún aeropuerto al lado del mar, una vista aérea de una isla en medio del mar. ¿que significaba todo aquello?. Ahí las tenía, las moví, cambié el orden como si en el orden pudiera encontrar el significado, como si guardaran una continuidad, una secuencia de la que debía encontrar el orden preciso, el único orden posible. Miré, miré mil veces. Las moví, primero razonando cada movimiento, luego recurriendo al azar. Las barajé. No encontré sentido. ¿Qué lugares eran esos?, ¿Qué ciudad se extendía a lo lejos?, ¿Dónde esta ese aeropuerto en el que un avión despega?, ¿Qué es esa iglesia en medio de un paisaje incomprensible y extraño?¿que isla?, ¿Qué mar?. Mucho rato después las guardé. Traté de no pensar en ello. Salí a la calle, caminé tratando de despistarme de ese episodio. No lo logré. Después volví, abrí de nuevo el sobre. Extendí las fotos: La isla, la iglesia, la playa, la carretera.... La playa, la isla, la ciudad, la montaña, la iglesia.... La iglesia, la playa.... Paré.

Soñé: Conducía por la carretera selvática. La carretera se extendía, no terminaba nunca. Avanzaba horas, muchas horas. El coche se frenaba de repente. Salía, no había nadie. Caminaba, llegaba a la playa. Al fondo el mar. Un avión pasaba arriba, pensaba en esos pasajeros, ¿Dónde iba ese avión?. Comprendí. La playa y la carretera eran la isla. El avión iba o venía de la ciudad de la foto. Me sentaba en el la arena. Una arena exageradamente blanca. Desperté. Lo primero que pensé fue: ¿Y la iglesia?, ¿La montaña?.

Salté de la cama. Abrí el sobre, extendí las fotos. Cerré los ojos. Hubiera deseado seguir soñando y comprender. Sonó el timbre de la puerta. No guardé las fotos, las dejé en la mesa. Abrí, era mi vecino:

.- Perdona, ¿no habrán dejado en tu buzón un sobre a mi nombre?.

.- A tu nombre no, pero hay un sobre con fotos.

.- Son las fotos para la revista. En este numero hablamos de Venezuela.

Y sentí unas ganas enormes de comprar un billete y conocer ese país

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre que me monto en un avión y veo hacia abajo todo tan diminuto pienso si habrá alguien que esté viendo mi avión pasar desde allá, y si esa persona piensa en las mismas cosas que yo pienso cuando veo uno desde la tierra. Trato de imaginarme cómo es la vida en ese momento, en ese avión...estarán viendo películas, estarán comiendo, a dónde van y de dónde vienen.

Increible, ahora que pienso en distancia Venezuela suena lejísimos.

Un abrazo, Henry.

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