lunes, agosto 31, 2009

F. Valderrama

Iba a empezar este texto hablando de una persona real. Hoy mientras caminaba por la Gran Vía he pensado en como sería el despertar de ese individuo único y que habita lejos de donde yo habito. Me repetía, obsesivamente, esta frase en mi cabeza: "Hoy F. Valderrama ha despertado y ha sentido su respiración, ese compás constante, prolongado y vital. Ha percibido el olor de la mañana, la luz azulada de esa hora previa al amanecer absoluto...".

El texto arrancaba así, eso me he repetido desde Gran Vía hasta la puerta del fnac donde he entrado para ver portadas de discos y leer páginas sueltas de algunos libros. Luego F. Valderrama se ha ido desvaneciendo en mi cabeza. He leído la primera página de Bajo el volcán y el prologo de un libro del que ya no recuerdo el título. Cabe la posibilidad, por diferencia horaria, que mientras yo me repetía la frase obsesivamente, F. Valderrama, efectivamente, estuviera despertando. Quizá si, F. Valderrama abría los ojos y se percataba del ensanchamiento de su pecho a medida que iba respirando. Quizá si, ha permanecido mas segundos de los habituales en el colchón y ha sentido que esa respiración era un ritmo, un ritmo curioso que es el que le mantiene vivo. Luego se ha puesto en pie y ha comenzado sus ritos diarios. Todas esas cosas que se me escapan de la vida de F. Valderrama. No se si hace un café, se duchará, pondrá la temperatura del agua a un nivel particular, trabajado durante años en esa casa en la que habita. La apertura exacta de los grifos. Habrá salido, habrá encendido el coche y ha comenzado a atravesar unos paisajes que desconozco, que imagino y con los que he prefigurado algunos post, unos que he escrito y otros que jamás escribiré.

Entonces F. Valderrama atraviesa una carretera con poco tráfico en medio de Venezuela cuando yo leo la primera página de "Bajo el volcán" en la última planta del Fnac de Callao. He diluido la idea del post y ya no me repito la frase: "Hoy F. Valderrama ha despertado y ha sentido su respiración, ese compás constante, prolongado y vital. Ha percibido el olor de la mañana, la luz azulada de esa hora previa al amanecer absoluto...". Ya no me repito eso. Luego he inventado una teoría de las diferencias horarios según la cual, hay diferencias horarios porque nada de todo esto existe, sino que unos duermen para soñar a los otros y viceversa. Un lado de la tierra existe porque el otro lo está soñando, pero existir, ninguno de los dos existen. Por lo tanto, en el instante que F. Valderrama ha despertado y ha comenzado ha percibir su respiración ha sido el momento exacto en el que ha pasado de soñar a ser soñado. Y ambos, el y yo, somos el sueño de otro que soñamos cuando dormimos. Un Australiano que se acaba de acostar o lo que es mas posible aún, el sueño de una ballena en el otro lado del mundo.

Pagué

Por supuesto a F. Valderrama

Ejercicio

El ejercicio podría empezar rellenando un espacio abierto, este espacio que se abre delante del texto en blanco. Eso es. Ahora mismo se extiende una inmensa planicie que aparentemente no tiene fin. Un espacio no espacio, pues no tiene nada, es nada. Trazamos las primeras líneas, dibujamos las primeras formas. Ahora tenemos ante nosotros las primeras formas de un lugar que se me antoja, por ejemplo, una zona costera. Eso es, se abre una costa, las delimitaciones imprecisas de las rocas y la arena que van terminando en la orilla del mar. Las olas, inconstantes, van dando golpes contra esas formaciones rocosas milenarias. Las olas revientan una y otra vez, en un ejercicio que se repite desde un tiempo muy lejano. Hay una vegetación muy verde, frondosa, espesa, agradable. El clima, obviamente, es húmedo. Hay un codo de la tierra que se mete en el mar, son unas cuántas rocas que sobresalen y hacen un rincón que se mete un poco mas lejos en el mar, ahí las olas revientan con mas fuerza y el agua salta mas. A lo lejos, metido en el horizonte marino, un barco atraviesa una línea lejana e inexistente, una línea recta que recorre con enorme exactitud. Parece un barco de carga. El barco lo ve desde la costa, la costa rocosa, un hombre que ha detenido su automóvil a un lado de una carretera estrecha, justo al lado de un árbol. El hombre mira el barco y suspira como el que ha dejado una larga preocupación atrás. A ese hombre pausado se le han terminado los días de desasosiego. Esta contento, pero es esa alegría suave de las cosas que se saben ciertas. La alegría cuando viene de cosas muy reales es mas pausada, esa alegría, si cabe, es casi infinita. El hombre siente cierta empatía con el paisaje. La vista del mar le proporciona una amplitud agradable, la vegetación un colorido amable. Se siente parte de lo que sucede. No es ajeno al movimiento de la tierra, sino que se siente parte del ciclo, de los ciclos, de cada parte de las cosas que se suceden en los segundos. Es curioso, siempre se había sentido ajeno, desincronizado, fuera de tono. Ahora acepta que va en esas constantes y le siente bien. Le gusta. Le gustan las olas reventando abajo, las rocas que forman un dialogo indescifrable con el mar, el barco lejano atravesando una linea invisible, inexistente. Así tenemos paisaje y hombre. Las situaciones, esas ya vienen después, luego, ahora con esto basta. Es agradable lo que respiro en esa escena invisible, inexistente pero que podría ser real ¿Por qué no? es real, también sucede.

viernes, agosto 28, 2009

Lector

Lees este post. Acabas de comenzarlo. Llevas apenas unas cuántas palabras. Yo que lo escribo no se muy bien que puedes leer en el. Es posible que no haya nada. Lees este post, lees que lees este post y poco mas se puede leer. Cambiemos el juego, no leamos el post, leámoste. Leamos que te leemos leyendo. Leamos que lees y que te ves leyéndote. Ahora estás leyendo que lees que te leemos. Sigamos leyéndote. Has leído hasta aquí, has leído que lees este post donde leemos que te estamos leyendo y lees, lees las palabras de este post, lees esta frase que dice que estás leyéndote, porque eres tu que lee el que está leyendo y al ser el que se lee eres tu, y no otro, el que esta leyendo este post, por lo tanto eres tu quien lee que se lee leyéndose. Te lees mientras lees que te lees. Yo leo mientras tecleo, asi que tu y yo leemos, que nos leemos y que nos están leyendo que leemos. Fíjate tu lees y yo leo, nos lees y nos leemos. Ya lo sabes. Estamos escritos.

miércoles, agosto 26, 2009

Movimiento constante

Los instantes no se detienen. Esa es otra de las mentiras de la literatura. Nada permanece porque, y si no miren sus relojes, todo está desplazándose constantemente. No podemos recurrir a los trucos que nos son dados con las palabras. No hay nada estático. No lo hay. No podemos evitar que este lugar no este ya en el mismo que cuando arrancó el texto. Se ha desplazado esta esfera ínfima en la que habitamos, como se ha desplazado, eternamente, aquel instante irrecuperable. Se ha ido y jamás, por mas que lo escriba, lo tendré delante. Así es. Podría volver allí recordando, desplazándome con el arma de la imaginación y la memoria, que reconstruyen con enorme inexactitud lo que ya ha pasado. Podría insistir. Describir como a lo lejos sonaba el ruido del tráfico y los aires acondicionados de las moles que había a los lados, como se percibía la humedad y la amenaza de tormenta. Puedo buscar aún mas, puedo casi reconstruir determinadas sensaciones físicas, un leve picor de garganta que dos días después se convirtió en catarro, el suave dolor de una uña que me había mordido las horas antes. Puedo recordar algunas palabras exactas de la larga conversación, no todas. Podría, con esfuerzo, recordar algunas caras de los que fueron pasando ajenos a los lados. Podría buscar, estar horas, días, pretendiendo reconstruir inútilmente aquel instante pero nada se detiene, nada y aquello, por mas que insistamos, ya no está.

lunes, agosto 24, 2009

El final de las vacaciones

En verano las cosas van a otro ritmo. Las vacaciones si algo tienen es que detienen la velocidad habitual del paso del tiempo. Digamos que somos una composición prolongada, compuesta de muchos compases, muchas variaciones y las vacaciones son huecos que se abren y que mantienen un ritmo lento, lentisimo, apenas una melodía de una cuerda que suena suave y prolongada.

Aquella mañana bajé a la playa, la marea estaba baja, el agua venia en olas suaves, el brillo del sol reventaba en el mar y creaba ese hipnótico vaiven que si se mira mucho rato deslumbra como deslumbran los instantes breves de felicidad. Alquilé una tumbona a ese muchacho amable que dos dias antes me había contado su vida, una de esas vidas variables, nomadas del siglo 21 que van y viene como las olas de esta playa. Cogí la hamaca y me puse cerca de donde reventaban las olas, las suaves olas de aquella mañana, me tumbe, me puse música en los audifonos y cerré los ojos, me dejé de llevar.

La música elegida era suave, como suave es la melodía de las vacaciones, sentía el sol y me fui relajando. No se si soñé, creo que no, creo que todo se movió en el lado de lo real, pero durante un rato creí soñar. Sentía que mi hamaca se deslizaba por una superfice acuosa, como una barca en medio del mar, con los ojos cerrados dibujaba formas en esa oscuridad amarilla que genera el brillo del sol al otro lado de los párpados. El vaiven del mar me pareció real, como casi real aquello que creía sueño. Me deslizaba y fantaseaba con que mi hamaca era un barco atravesando el mar. Abrí los ojos, para volver a tierra y entonces comprendí, el vaiven era real. Mi hamaca, antes en la orilla había sido agarrada por las olas e introducida en el mar, giré la cabeza, en todas las direcciones me rodeaba aua, mucha agua, efectivamente mi hamaca era una barca que se iba desplazando por el medio del mar. Aguanté la tensión previa, no sabía que hacer. N me moví. La mejor decisión, pensé, sería cerrar los ojos y seguir mar adentro, donde fuera que quisiera llevarme la corriente. Así fue como llegué aquí, mi querido Robinson. Te agradezco profudamente que me acojas con tanto amabilidad en tu morada.

domingo, agosto 16, 2009

Segundo eco

Soy el segundo eco. Esto lo comprendí hace no mucho tiempo. Créeme, no es fácil de asimilar. El segundo eco. El mundo, en general, parece girar de aquí hace afuera, desde un epicentro que parece salir del centro mismo de nosotros mismos, que somos de lo único que tenemos información o datos, pero soy el segundo eco. Ni siquiera el primero, lo que viene después de la voz. No, soy el segundo eco, la segunda repetición de algo que nació hace dos voces. No sale de mi hacia lo demás. De mi hacia la montaña, de mi hacia el exterior, hacia el espacio. No, soy el segundo eco, la segunda repetición espacial, el segundo rebote sonoro, el bote acústico que ya viene de otro rebote. Anclado aquí, en esta segunda realidad que repite una primera que nace y otra primera que ya se ha repetido. Esto sucede detrás de aquello, lo siguiente y luego ya esto. Está esta frase que ya viene de otra frase que ha sido repetida y que cae justo en este lugar. Estoy en el segundo eco, el segundo eco, segundo eco. Cuando arranca la frase, cuando arranca la frase, cuando arranca la frase voy tercero porque soy el segundo eco. La frase fue escrita y luego vino el eco y después esto que es todo lo que sucede en el segundo eco. Si, soy el segundo eco, si. Y tú, que crees que no, también por que lees esto creyendo que sale y sin embargo este es el segundo eco, el segundo eco, el segundo eco.
Se acabó...
Se acabó...
Se acabó....

viernes, agosto 14, 2009

Declaración

.- No hizo ninguna pregunta. Permaneció callado.

.- ¿Me está diciendo que no habló?

.- Eso es. Se sentó, me miró un momento breve y se quedó callado todo ese rato.

.- ¿Y usted trató de darle conversación?

.- Si, al principio hablé. Dije algo sobre el clima. Recuerdo que ese día llovía. Luego, al ver que no me daba pie con ninguna frase, traté de preguntarle algo. Llevaba una camisa muy parecida a una que tengo yo y le pregunté donde la había comprado.

.- ¿ Y que dijo?

.- Le estoy diciendo que no habló. Por lo tanto no contestó nada. Se quedó callado, como si no me hubiera oído. Yo insistí. Pregunté por otra cosa, por el periódico que leía. Ese día, en primera plana de todos los periódicos venían fotos de la primera revuelta. Hice un comentario en el que me mostraba partidario de esas revueltas violentas. Le pregunté que si a el le parecían bien. No contestó.

.- ¿Usted hasta entonces no sabía nada de las revueltas?

.- No, ese fue mi primer contacto, a través del periodico. Ese día no participé, pero a partir de aquel día me fui involucrando con los movimientos. Pasé a formar parte de un comando que pertenece a un barrio del centro. En seguida le volví a ver precisamente en reuniones con otros comandos. Tardé en darme cuenta de que era un dirigente importante, uno de los brazos fuertes de las revueltas.

.- ¿Alguna otra vez volvió a hablar con él?

.- Si, algunas semanas después. Me dijo que se acordaba de mi. En el café. Que me anduviera con cuidado. "Eres prototípico". No lo entendí. Ahora que le tengo a usted enfrente se a que se refiere.

.- ¿Iba con alguien?

.- ¿Cuando?

.- Las veces que le ha visto en las reuniones de... ¿Como lo llama?.... ¿Los comandos?

.- Siempre va con una mujer. Una chica joven. Llama la atención. no habla. Por eso me he fijado en ella. Por eso y por que me resulta muy atractiva.

.- ¿Ha llegado a hablar con ella?

.- No

.- Bien. Salga. Recoja su bolsa. Le darán un billete, seguramente a Bélgica. Tiene suerte por ese billete, por muchas cosas mas, pero vaya a Bélgica y no vuelva en años. Esto va para largo. Olvidesé de esto, de todo. Aquí, creáme, no le queda nadie. Nosotros estaremos pendientes, ellos también. Larguese y no vuelva.

jueves, agosto 13, 2009

Nadie

01:23

Hay insistencias en la vida. Una es mirar el reloj en esta hora de la madrugada. En la casa de enfrente han vuelto a encender la luz. Sigo sin encontrar explicación. Esa casa está abandonada.

02:01

He visto tres estrellas fugaces. Es fácil verlas aquí. Todos los veranos las veo pasar. LAs estrellas fugaces, como tantas otras cosas, me hacen pensar. Hay, en mirar el cielo nocturno, un algo mas que mirar. Hay debate, enfrentamiento, viaje. Hay eso, sobre todo un viaje. Cuantos milenios hemos mirado arriba. En el acto de mirar la noche estrellada no estoy mirando solo, estoy mirando a través de los ojos de millones de individuos que han habitado esta piedra que navega inconsciente entre esa vasta oscuridad levemente iluminada. Miro el cielo que no comprendo, que por mas que miro, por mas que siempre esta ahí siempre termina sobrecogiendo. Parpadean luces jodidamente lejanas, llegan mínimas luces. Es incomprensible que yo este aquí, ahora.

Hay una televisión encendida en la casa abandonada.

02:13

He bajado, he recorrido la calle vacia. He bordeado la casa abandonada. He visto una sombra no identificable. Una sombra que ha cruzado de un lado a otro de esa habitación que alcanzo a ver. Me he sentado bajo un árbol, estoy en medio de esta calle vacia, a oscuras. he vuelto a mirar arriba. Pasados unos minutos ha pasado otra estrella fugaz. He recordado a F.

02:47

He saltado la valla. Una mujer está sentada frente a la televisión. Es una mujer de mediana edad de la que soy incapaz de distinguir sus rasgos. Un hombre ha entrado en la sala. La ha mirado y la ha hablado. He visto gestos. Ella ha contestado sin mirarle, sin despegar los ojos de la televisión. En la puerta de la casa hay un porsche, lo que me hace pensar en asuntos medio mafiosos. La mujer se ha puesto en pie. Lleva muy poca ropa. Se ha mirado frente a un espejo. El tipo se ha sentado en el sofá y se ha encendido un cigarro. Ella se ha puesto a contonearse, como si sonará una música y no soportará no bailarla. Estoy debajo de una palmera que hay en el descuidadisimo jardín. He mirado, por vicio, hacia el cielo con las esperanza de ver otra estrella fugaz.

03:01

Ella ha cogido un instrumento metálico con las manos. Unas pinzas, algo que no distingo. El se ha puesto furioso. Su voz me llega a modo de murmullo, pero no distingo ni una sola sílaba. Ha apagado la televisión. Ella ha hecho un gesto de desprecio cuando el la ha tratado de besar. El ha salido. Se ha abierto la puerta. Sigo debajo de la palmera a oscuras. Pasa a mi lado, pero estoy cuidadosamente escondido. Enciende el porsche de la puerta y se va. Ella se ha asomado a la terraza. Está mirando el cielo estrellado. Yo miro donde mira ella. No pasa ninguna estrella fugaz.

03:15

Ella sigue mirando la noche estrellada. El tipo no vuelve, sospecho que no va a volver. Miro arriba pasa una estrella dejando un destello impresionante. Giro la mirada hacia ella, ella ha visto también la estrella. Giro y hago ruido. Ella se asusta. Pregunta que quien anda ahí. Me quedo callado, quieto. Siento un golpe de nervio en el estómago.

03:21

La mujer ha entrado. Se ha puesto una chaqueta. ha vuelto a encender la televisión. Yo he saltado la reja y he vuelto al apartamento donde estoy durmiendo estos dias de playa. He mirado al cielo desde la terraza. Me he sentado en la silla y me he quedado dormido.

lunes, agosto 10, 2009

Chico contra las olas

El caso es curioso, curioso y dramático, seguramente sino lo fuera no lo narraría. Las cosas que se cuentan suelen andar rodeando lo improbable, eso es lo que las hace dignas de ser contadas, el drama es sólo un ingrediente extra. Contamos lo que sorprende, lo que aporta novedad, lo que sospechamos que el otro desconoce y para desconocerlo debe rodear cierta irrealidad, por real que sea. En este caso la anecdota, casi, no me pertenece, si la cuento es porque aún no la comprendo y por que está empapada ( el verbo no es casual) de literatura. Esta termina en drama pero sino hubiera terminado en drama sospecho que también hubiera sido una historia por contar. La literatura es otra forma de vida y aquello, como muchas otras cosas, fue un instante de profunda vitalidad, a pesar de su dramático final.

Tuvo mucho de musical el instante. Si me quedé mirando al muchacho fue por que además de la belleza del instante, le acompañaba una musicalidad, que aunque inaudible, de un ritmo profundo y delicado, con toques épicos. Una melodía suave pero potente. La playa estaba casi vacia. Una pareja alemana al fondo, un joven lector de "On the road" con la cabeza apoyada en su mochila, un anciano que camina mirando el estrecho porvenir y el muchacho, el muchacho que rompe con belleza la quietud de la playa. El muchacho que descifra las olas y las salta y se zambulle en ellas como el que se lanza a un amor frenético. Había algo mas que lo visible en aquel muchacho. Le brillaba la piel mojada, iluminada por el sol de esa hora. Quizá me hipnotizaba el brillo de esa piel lampiña que reflejaba, que metaforizaba ese tesoro caduco e invisible que es la infancia. Luego ese ritmo, esa cadencia que llevaba saltando contra las olas. Salta, salta inmenso, eL cuerpo arriba, arqueado y atraviesa el monstruo marino que viene de la nada, de la lejanía y se forma tan cerca de la orilla. Ese monstruo que crece y se rompe en la orilla. Las olas. Su cuerpo y las olas. El chico no tenía reglas en su salto, en su juego. Simplemente la libertad de saltar esa masa de agua que viene y que en su imaginación sería un monstruo nórdico. Le miré, le miré mucho rato. ¿Cuánto? ¿Diez minutos? ¿Cuánto tiempo? LA playa, la tarde, el sol, las olas, las corrientes, el viejo, el joven "on the road". Todo seguía su curso insaciable. la pareja alemana que se levanta y recoge las toallas y se va y el chico constante, como un instante anclado en la nada. El Sol que cambia su luz, las olas que varían su intensidad. Ya todo estaba girado. Todo salvo el muchacho enfrentándose a las olas con su piel brillante.

El hecho hasta ahí ya es digno de ser contado. La belleza de un niño que se enfrenta hermoso, libre a las olas. Los arrebatos artísticos, en el sentido vital de arte. En el sentido de alguien que ejerce creatívamente un impulso y se lanza y sobrevuela las olas que seguro imagina como animal marino. ¿Que pensaba el muchacho que era aquella masa de agua que saltaba con arte?. Sólo eso ya es digno de ser contado, quizá el drama acentuaría la historia, pero no lo contaré. No narraré lo que vino después. Cuando ya todo el instante quedo teñido. Me quedo, o te quedas tu lector con ese instante hermoso, el mismo que a mi me llamó la atención y que ahora te cuento. Yo vi lo de después. Te libro a ti de el suceso que lo tiñó todo de drama.

domingo, agosto 09, 2009

Ficciones

Viene en forma de imagen. Una imagen, como toda imagen de la imaginación, como toda forma de fantasía, invisible pero que casi se puede oler. Viene, se presenta en mi cara, en un lado irreal de mi cara y se forma y deshace a ritmos inconstantes. Lo veo y no lo veo. Lo relleno a veces, lo dejo incompleto otras. Está y no está. Es y no es. No lo toco, pero casi. No lo toco, pero si en la imagen toco casi toco. Casi siento una piel, casi siento el tacto de algo que no existe. Una textura indefinida, irreal , inexistente pero que casi se siente y que se completa con formas imposibles que cuando se van a formar del todo pasan a ser otra cosa. Es parecido a una caleidoscopio. Si a algo se parece es a esa deformación fracturada de imágenes compuestas de algo que debe ser real y que va variando a cada movimiento, en formas circulares. Lo tengo y no lo tengo. Es y no es pero si algo tiene es que es tan valido como lo que es. Su valor es exacto a lo que si se toca y está. Su ambiguedad lo hace existir aunque no exista. Sucede en un plano entre lo racional y el sueño. Esos vertigos que pueden ser hermosos, esos espacios huecos, esos espacios imposibles. Ahí está. Viene como imagen, como olor, como sonido. Está ahí. En su grado extremo es la locura, pero si no existiera la vida no sería vida. Acepto ese estado de locura que se cuela en las rendijas de lo racional. Es, seguramente, lo que mas me define. Es en esos huecos donde seguramente soy yo, eres tu, somos. Es ahí donde escribimos nuestra diferencia, nuestra forma de ser únicos y caducos. Son mis imágenes de mentira, son mis ficciones, mis irrealidades. Sin ellas no soy. Sin ellas no existo.

martes, agosto 04, 2009

El árbol

Incomprensiblemente aquel árbol estaba, siempre, quieto. Aún cuando los otros agitaban sus hojas movidos por la suave brisa de las tardes de aquel verano, este permanecía inmóvil, con todas sus hojas que apenas se deslizaban sobre la invisible mano de la gravedad, en movimientos apenas perceptibles. Mientras las otras hojas, la de los árboles vecinos se agitaban alegres, en aquellos aletargados atardeceres de agosto, este se quedaba estático y estático me quedaba yo mirándole. Sorprendido, hipnotizado ante su hermosa parálisis. Miraba sin comprender. Sin saber que poder ejercía su fuerza invisible sobre aquellas ramas a las que no afectaba la suave brisa. Sin llegar a alcanzar ese secreto mínimo, seguramente poco importante pero aquel enigma me llevaba cada tarde a comprender, a observar sin encontrar jamás una respuesta, un resquicio, un algo que le diera comprensión a aquel acto imposible. Si, sencillo, pero imposible. ¿Por qué aquellas hojas se quedaban estáticas cuando las otras se movían?¿Por qué aquella brisa si afectaba a las otras hojas aparentemente idénticas a las de ese árbol misterioso?.


Bajaba allí, desde donde se contempla parte del valle. Donde las tardes de verano mantienen ese delicado silencio, esa prolongación casi imposible de la luz. Me sentaba en la misma piedra, casi frontal al árbol diferente y miraba, miraba sus ramas, casi como una amenaza, tratando de mantener yo mismo esa quietud. Me enredaba visualmente entre sus ramas, entre sus hojas quietas y nada se desplazaba allí, sólo mi mirada recorriendo las esquinas de sus formas. Me enfrentaba con quietud a su quietud, como si hubiera algo de batalla en aquel misterio irresoluble. Mi obsesión fue tal que mas de una vez me sorprendí aguantando los párpados, creyendo que ese árbol aprovechaba ese tiempo, el tiempo que mis ojos iban brevemente a negro, para mover sus hojas, para agitar sus ramas, pero no era así, no podía ser así. Aquellas hojas ni siquiera era en ese instante breve del parpadeo que se agitaban. Jamás lo hacían. Mientras las otras dibujaban formas olvidadizas en lo alto, estas hojas evocaban el tiempo detenido. Tantas veces las miré, tantas y jamás siguieron el ajetreo de las otras, jamás se unieron a las otras hojas, a los otros árboles. ¿Que era ese árbol inmóvil? ¿Que inexplicable secreto se escondía en su inmovilidad? ¿Que le hacía tan diferente? ¿Que era aquello que no dejaba que la brisa no afectara a sus hojas?

Tantas veces bajé y se acabó el verano y me fui. Y hoy, años después miro esta urbanización construida sobre aquel bosque y trato de encontrar el lugar exacto donde estaba aquel árbol único y si encuentro su sitio es porque en el suelo, encima de un asfalto que ahora pertenece a una calle con nombre por donde pasan unos niños en bicicleta y los coches de sus padres, me encuentro unas hojas pegadas al suelo que trato de despegar con mis manos y no lo logro. Unas hojas que parece que van pegadas a lo mas profundo de la tierra.

sábado, agosto 01, 2009

Buenos días

Me acabo de dar cuenta de que no estaba soñando.

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