miércoles, julio 22, 2015

Verano inaudito

 Quizá es la violencia de este verano inusual, quizá es la edad, quizá es la época que corre o la paternidad, que cambia todas las perspectivas, pero este calor no me lleva a otros calores, parece un verano nuevo, un verano inaudito. Este calor no evoca con facilidad otros calores. Sólo es el verano que conozco cuando me meto en el agua de cualquier piscina o charca. No voy a desviarme por temas que sólo le corresponden a los expertos, entre otras cosas esta época tiene el problema de que se opina con una facilidad asombrosa y una de mis metas de aquí a fin de año es opinar sólo cuando tenga uno mínimo de criterio para hacerlo, abandonar el vicio de la opinión gratuita y desmedida. Yo no sé de cambios climáticos, uno los sospecha, pero yo no tengo ninguna autoridad ni conocimiento para decir que este calor novedoso es su producto. Yo jamás había pasado el calor que estoy pasando este verano, es lo único que puedo aportar a la ciencia. Yo, que siempre me vanaglorié de llevar bien los calores de verano, este año lo padezco, pero no puedo asegurar cuál es la razón, salvo que parece que está haciendo un calor que sube directamente desde el infierno. El caso es que estos días son nuevos. Tengo tendencia a que los días reverberen en otros días. Percepciones de la realidad que me evocan pasados y que se cuelan en la luz que atraviesa una ventana en invierno o el olor a tierra en medio del campo me lleva a la niñez, a un viaje casi olvidado. Este verano es nuevo. No hay excesivos momentos de reverberación. También es la paternidad. El verano ya no sucede tanto en mi como en mis hijas. Vivo su verano. Vivo sus saltos a la piscina y sus buceos bajo el agua. Vivo sus percepciones: las noches prolongadas, la ausencia de horario rígidos, ese montón de sensaciones difusas que serán su biblioteca sensorial, esas sensaciones que reverberarán en sus veranos lejanos, cuando sean mujeres de cuarenta y caminen y se cuelen sensaciones de este verano, del siguiente. La paternidad lo cambia todo. Vives sus veranos, sueñas desde ellas. Una de las cosas más desconcertantes es que ya no sueño tanto conmigo, sino en ellas. Sueño sus temores y sus extrañezas. En cierta manera mis sueños les pertenecen a ellas. Son sus sueños. Este verano parece un poco algo de eso: un sueño difuso. Los días pasan raros. Ayer, por ejemplo, me reuní con ellas a las siete de la tarde. Llevaba todo el día agitado laboralmente, en esa carrera delirada que es el trabajo, esa carrera hacia la nada. A las siete el día me parecía terminado. Me reuní con ellas y jugamos al escondite los tres, luego nos bañamos en esa piscina que estamos usando como si fuera nuestra. Me agarraban con fuerza, nos reímos mucho. Fuimos a casa, cenamos y vimos caer la noche. Luego jugaron y se fue haciendo muy tarde. Vi la hora: las 23:00. Ese fragmento del día me pareció, de repente, ajeno al resto del día, días superpuestos en un mismo día. Desde las 19:00 a las 23:00 me pareció un día gigante, inmenso, muy lejano del otro. Sin ningún hilo argumental que los uniera. Nos quedamos dormidos. Soñé desde ellas, algo, no muy claro, impreciso, abstracto, parecido a este verano enigmático.

domingo, julio 19, 2015

El bien

 Creímos en sus canciones, en sus libros, en sus relatos. Creímos que creímos, y que lo que creíamos merodeaba la línea de lo correcto. Creímos que había sensatez y pensamientos pausados. Tipos (generalmente tipos, porque siempre venía de un mundo masculino), que pensaban y que lo que pensaban parecía pensado. Parecían aquellos tipos venir de cuevas de pensamiento iluminado, sosegado, amplio, incluso elevado. Sí, creímos que había pensamientos elevados, no contaminados, puros. Creímos su mundo como mundo nuestro, como mundo conquistado y creímos que aquello lo habíamos alcanzado entre todos, en un ejercicio de no sé qué y de consensos. Sí, de consensos, como si todos hubiéramos llegado a un acuerdo colectivo, conjunto, participado. Creímos, incluso, que todos habíamos participado y que nos pertenecía aquel relato, que éramos parte importante de aquella narración. Actores primordiales. Creímos en sus historias e incluso en sus personajes más delicados, como si todo aquello fuera una narración a la que todos pertenecíamos. Creímos, en definitiva, que aquello era nuestro mundo y que casi éramos felices en aquello. Y no sé cómo fue pasando, pero fuimos dejando de creer y vimos las costuras e incluso asumimos el error de haber creído. ¿Cómo es posible que pensáramos que aquel mundo era el nuestro si dejamos, totalmente, de ser nosotros? Ahora empiezan a vociferar aquellos pensadores de las cuevas imposibles. Nos dicen insensatos, porque les vemos desnudos. Recurren, como siempre pasa, que te dicen que no, que estás siendo víctima de una obnubilación, que eso que piensas no es cierto, que vuelvas, que lo que yo te decía era lo bueno, lo sensato, lo moderado y que fuera de sus terrenos todo es caos y resulta que estábamos así, en el borde de la angustia y sí, nos hemos lanzado por el precipicio porque ya todo da igual y más vale lo malo por conocer que lo bueno conocido. Porque si lo bueno era aquello, ya no creemos en el bien.

viernes, julio 17, 2015

Biografías basadas en hechos reales (I)

 La luz salvaje del atardecer de verano revienta por la ventana y deja la habitación en una temperatura insoportable. Está tumbado en el suelo, golpeado por el mareo etílico. La cerveza pesa en su cuerpo como líquido espeso y suda de un modo exagerado, como si sudar fuera la única opción de mantenerse vivo. Piensa, pero no de un modo concreto, analítico o profundo. Merodea pensamientos molestos, que le llevan a estados internos difusos, pero parecidos a la rabia. Recrea frases en una conversación imaginaria, que no sucedió y que jamás sucederá, y grita a su interlocutor con una contundencia que no tiene, que jamás ha tenido. A ratos, por segundos, todo su cuerpo se revuelve en una especie de espasmo, que traducido sería la violencia. Se imagina pegando un golpe seco y brutal a ese interlocutor. Luego, sin hilo argumental, recuerda una tarde lejana, en playa azul, cuando todo parecía eterno y surfeaba con Andrés y a media tarde vacilaban con muchachas de las que ya no recuerda el nombre. El mundo es cruel, piensa con rencor. Luego analiza sin tapujos su país: "Nosotros también fuimos culpables. No supimos frenarlos. Ahora sólo lo arreglaríamos matándoles. De esto ya sólo se sale con violencia, pero entonces pudimos hacer algo y no lo hicimos" Para él no hay pacto, a él le gustaría volver a su país y recuperar el estatus perdido. No reconstruir, no. Volver a donde todo se quedó. Como una maquina del tiempo que borrara todos esos años, toda esa miseria. La luz parece inmóvil, como si la tierra hubiera decidido detenerse ahí, y dejar la luz, ese instante del atardecer, terriblemente cálido, ahí, para siempre. Sigue mareado, en ese estado que da el alcohol desagradable y pesado, espeso, molesto. No le gusta esa luz, no le gusta la vista de la ventana, la forma de la vegetación en ese país donde es extranjero, donde se acabó ser élite. Cuando era joven siempre se estaba en un estado especial. Se mira, el cuerpo que empieza a estar magullado por los años, las carnes cuelgan y ya no hay brillo en la piel. Marcas de piel desgastada. Recuerda una tarde cerca de Barinas, donde su tío tenía una finca eterna. Salvajes a tiempo parcial. Noches infinitas. Sexo con tipas en ríos, marihuana y botellas de ron. "Yo fui un demonio" piensa ahí, tirado en el suelo, bajo uno de los veranos más calientes de los últimos cien años, en esa habitación que parece que le estuviera cocinando lento. "A veces huele como si aún estuviera vivo todo aquello", pero luego percibe la muerte del pasado, en realidad vive de luto porque su vida murió y se reencarnó en el mismo cuerpo y ya sin ser joven, en otro país, en una vida que no quiere. A veces imagina abstracciones, porque lo que recordamos del pasado son abstracciones, una acera desgastada en Altamira, el árbol en la esquina de la Avenida 1 con primera transversal. Fotos dispersas, como si la memoria actuara como el timeline de una red social, un goteo de imágenes sin continuidad en el relato. Se levanta y percibe la leve variación de la luz del Sol, empieza a anochecer. Se acerca a la nevera y coge otra lata, la abre con desgana, pero sabe que se la va a beber. En breve la puerta se abrirá, entrarán los niños y su mujer. Y disimulará ser feliz en esa vida que detesta.

lunes, julio 13, 2015

Verano en Europa

 Los días nos ratifican. Este tipo de sentencias me suelen tocar un poco los cojones, pero últimamente pienso mucho en eso, en cómo adaptamos todos la realidad a un relato que nos da la razón, en como nos ratifican nuestras ideologías. No soy una persona muy conocedora de asuntos económicos, ni siquiera políticos. Tengo mis ideas, no muy sólidas, lo admito, o más poco solidas, poco fundamentadas. Sigo con atención este momento, este presente agitado en el que estamos. Supongo que cada cierto tiempo a todos nos invade la idea de que el momento es muy revuelto. A lo largo de mis años de vida he comprobado que tenemos cierta tendencia a ver que los presentes parecen estar anunciando tormentas apocalípticas. No digo que las tormentas luego no vengan, sino que no son como sospechamos en el presente. Recuerdo las reflexiones, por ejemplo, en los días y semanas después del 11S. Aquella sensación de vértigo, más allá de lo que cada uno concluyera de aquello, había una sensación de que el orden de las cosas estaba alterado, y efectivamente se ha alterado, creo que el mundo en 14 años ha cambiado muchísimo, pero no ha sido una cosa repentina, se han ido sumando capas de cambios que llegados aquí miras atrás y percibes los efectos de aquello sobre nuestro mundo. Entonces, seguramente aquel vértigo era justificado, pero el cambio no iba a ser inmediato, más allá de los detalles. Hoy siento que se ha anunciado una tormenta terrorífica. Insisto en mi poco conocimiento real sobre política, economía e incluso historia, pero lo de hoy, las condiciones a Grecia, ese tercer rescate, altera el mundo que conocemos. Y la tormenta no será inmediata, más allá de la tormenta que vivirá el griego de a pié, el ciudadano que camina ahora mismo por una acera camino a un trabajo, pero esto marca otra era seguramente al continente, con probabilidad al mundo. Anoche pensaba en esto. En la influencia real de la política en nuestras biografías. Lo trasladaba al terreno de lo personal. ¿Hacia dónde ira Europa? Estas decisiones tomadas en un despacho, en una reunión salvaje, ¿Cómo afectará al destino del continente? y esto, como será trasladado a mis hijas, la Europa que ellas vivirán, el mundo donde crecerán. No me pongo catastrofista, pero hacia donde se dirige el mundo en el que habitarán mis hijas, ¿Cómo será su vida en este camino de Europa, del Mundo, del Ser Humano?

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