lunes, marzo 30, 2009

El príncipe de las antiguas

Atravieso la zona de "las antiguas", que no es mas que un montón de construcciones abandonadas en una zona al lado del río que se quiso urbanizar hace dos décadas y que se quedó convertida en una especie de no-lugar o un espacio inhabitable, desangelado y casi hostil de la ciudad. Es curioso porque aún estando a medio hacer uno no comprende cual era el modelo de ese proyecto, cual era el diseño que hilaba todo aquello, pero sin duda lo había, porque entre edificio y edificio uno va, constante, por un pasillo que es un inmenso soportal que arranca en el edificio que abre cerca de los vestigios de la ciudad y concluye doce edificios después. Atraviesas, pues un tunel en el que por encima de ti sabes que siempre tienes un edificio. Bien visto parece un proyecto perfecto para convertirse en lo que es. Un lugar lleno de vagabundos, un hotel miserable y de ambiente duro, la parte de atrás de la ciudad que habitamos. Ayuda la estética pretenciosamente futurista venida a menos por el paso de los años y el estado a medio hacer de las construcciones. Esos proyectos que se inician en despachos con arquitectos e inversores eufóricos y entusiasmados y que terminan así, oliendo a orina y a papel de plata quemado, a mantas sucias que cubren cuerpos mas sucios aún, mantas que guardan sueños delirados y alucinados de unos seres abandonados al éxtasis mental o a una sola emoción, la de algo que debe ser genial, pero que extermina lo demás. Un flash donde sólo sucede eso, ese éxtasis, ese flash que destroza el resto, cada cosa que sucede alrededor de todo eso, cada cosa que sucede por encima o mas allá de la manta. Ahora camino por ese soportal infinito o que a esta altura, casi la mitad, parece infinito y un lugar que recuerda a lo que yo imaginaba que era el infierno cuando era pequeño. Busco en "las antiguas" a "El principe" un músico del que varias personas me han hablado como una peculiaridad a conocer, un tipo que me despierta una enorme atracción. Busco a "El príncipe" del que he oído hablar, a yonkies, si, pero también del que he leído dos textos conmovedores y únicos. Sobre todo el que leí esta tarde, que me ha llegado de manos de un periodista especializado que respeto por amigo y por criterio. Me lo dio anoche, mientras cerraban el club anónimo, bajábamos la escalera, salimos a la calle de atrás, por donde tenemos que salir para evitarle conflictos legales al club y nada mas pisar la acera me dijo:"lee esto. Es un texto que he encontrado en el archivo del periódico sobre "El príncipe", habla de la noche que empezó a vivir en "Las antiguas", su llegada y la ley que impuso. Según describe vive en los soportales del último edificio, nadie mas puede vivir en bajo ese soportal, los demás sólo pueden habitar hasta el edificio anterior. Dicen que vive ahí por la acústica que dan los soportales, que potencia la reverberación de su silbido, que compone a partir de sus silbidos, que durante horas busca una nota repitiendo obsesivamente la melodía silbando y que no escribe, no toca hasta que ha concluido la composición completa. Una vez que la silba entera, coge la guitarra y toca para hacer la letra".

Llegué a casa al amanecer, absolutamente beodo. Caí rendido. He despertado y he sentido la lluvia golpeando la ventana, caían gotas que formaban un dibujo amorfo en el cristal. He dejado pasar las horas hasta que ha desaparecido el dolor de cabeza. Entonces he leído el texto. Al terminarlo he vuelto a mirar la ventana en la que había otro dibujo, variaciones del mismo dibujo. La lluvia seguía cayendo. Aún así lo he decidido. Tenía que cruzar "Las Antiguas" y llegar al último edificio. Ahora llevo mas de la mitad de los soportales recorridos. Me he acostumbrado casi al olor, todavía no a las miradas, no por violentas o por mostrar rechazo, sino por lejanas, por irreconocibles, por terribles, pero no terribles a mi, terribles al universo que despiden. Llueve tanto que se cuela el agua en los soportales. Bajan ríos agónicos y forman charcos casi negros al borde de las mantas. Paso mas soportales, evito a unos cuantos drogadictos que encienden plata, la heroína me produce una sensación casi infantil de temor. Aquello de ver a los chicos hacer algo malo. Sigo caminando. Queda poco, oigo una harmónica y sospecho un pupilo de "El príncipe". Mas que un pupilo, un emulador. A su lado una manta se mueve rítmicamente, contiene dos cuerpos que deben hacer el amor o algo parecido a hacer el amor. Bien mirado, según avanzas habita menos gente. Sigo caminando dos tipos discuten, uno de ellos se levanta y empuja al otro que apenas se inmuta. El otro vuelve a empujar y se sienta, cuando está apunto de sentarse del todo, el que no se ha inmutado se gira y le grita, le grita en la cara algo que no alcanzo a entender. El otro le escupe y se sientan los dos. Se vuelve a escuchar la harmónica. De repente oigo una melodía lejana, es un silbido. Me detengo. Se que me estoy acercando a "El principe" ya todo está muy vacío ahí. Veo una figura al final, mira hacia arriba, pero apenas veo una sombra, el soportal de "El príncipe" está totalmente oscuro, no hay ni una sola luz. Me quedó escuchando la melodía. Es la primera melodía que oigo del músico, de la leyenda. Lo que mas me sorprende es el silbido, preciso y solido, parece casi una melódica mas que el silbido de un ser humano. Es una melodía en tonos menores, lenta, muy lenta. Trato de no dejarme arrastrar por la música, quiero ver a ese hombre. Me acerco aún mas, oigo el silbido potente, reverbera y crea una sensación única, piso un charco y comprendo que en ese soportal hay mas agua que en los demás, no veo nada, está muy oscuro. Veo la sombra, está sentado en el suelo, apoyado contra la pared, su cabeza mira hacia arriba, al techo del soportal. Suena la melodía profunda, ese silbido casi inhumano y siento ganas de volver. Me acerco del todo y pregunto:

.- Buenas noches. Busco a "El principe". ¿Eres tu?

Me acerco casi hasta su pie, le veo desde arriba, sin distinguir un solo rasgo en su cara. No contesta, arranca la melodía de nuevo entera, seguramente siguiendo el proceso que me han descrito, buscando nota a nota desde el principio, siempre desde el principio.

La oigo entera en esa situación molesta y extraña. No espero un gesto de cortesía, un "sientese", no espero eso, pero me siento extraño ahí. Termina la melodía, justo ahora termina la melodía. Me mira, se pone en pie y acerca su cara hasta mi cara.

.- Por fin vienes, cabrón. Por fin vienes. Toda la vida esperandote

Compro su alma a cambio de la mejor melodía. Hay tratos que se cierran sin negociar. Los distingo de antemano. "El principe" supo encontrarme, el pacto está casi cerrado sin negociación. Sin conocernos. Les reconozco, llevo años en esto. Siglos. Se lo que quieren. Todos quieren la mejor melodía. La mejor canción. Sus almas son validas, muy validad.. Acepto el trato.

Regreso a casa. Hoy dormiré pronto. Mañana viajo a otros lados

domingo, marzo 29, 2009

Prehistoria de Federico

Federico se largó de casa con quince años lo cual fue tomado de manera absolutamente trágica por parte de la madre y militarmente violenta por el padre. Federico se fue, si, pero además se escapó con la chica de servicio con la que durante una semana tuvo un romance encendido en las madrugadas de aquella casa. Federico conoció con Julia el sexo, pero también una descarnada forma de amor. Federico conoció la sensación de fantasía visceral, pero también conoció la paternidad o la iba a conocer unos meses después. Dirigido hacia una educación preparada con años de anticipo, Federico no acudió a un destino pre-escrito por su padre. Hombre respetado y serio, el padre de Federico había dirigido una buena parte de sus pensamientos los últimos años a convertir al menor de sus hijos en la brillante estrella que gobernaría el grupo empresarial que con tanto esfuerzo había sacado adelante sabedor de que los hermanos de Federico distaban de ser personas brillantes, el hombre dirigió toda su fe a ese chico que desde pequeño dio muestras de brillantez e inteligencia. Federico era hábil mentalmente y aunque, a veces algo enérgico en sus emociones, mostraba una capacidad racional digna de elogio. Y quizá en ese capacidad analítica fue donde descubrió que lo mejor era largarse a tiempo, de la mano de Julia, sin ser visto, una madrugada del medio de una semana cualquiera. Nunca hay fecha para abandonar el destino, porque Federico sospechaba que el destino era un asunto invisible y de tan invisible estaba, siempre, ausente y bajó hasta la cocina, recogió a Julia, salieron al garage y encendieron la furgoneta del hermano mayor de Federico. Dos horas mas tarde estaban a dos horas en coche de la ciudad, por una carretera que Federico no conocía, porque bien visto Federico poco conocía mas allá de las pistas de Tenis del club o de otros clubs. Para Federico, hasta entonces el universo se acababa en la red, el punto exacto dónde comenzaba el lado donde, habilidoso, solía pasar sus pelotas. Conducía en la noche, con un fajo de billetes en el bolsillo y con la mano de Julia en la rodilla. Ella había elegido el destino, no el de ellos dos, sino el de la furgoneta que los llevaba. Un pueblo cercano a la frontera, donde hasta los trece años había convivido con la guerrilla y con el narco. En el fondo Julia tenía un plan que jamás se cumpliría. Calculaba doce o trece horas de viaje, con lo cual alcanzarían el pueblo ya de día, bien entrado el sol. Había un sitio cerca del río donde de momento podrían habitar, una casa pequeña donde vivía una tía lejana de Julia que llamaban la Chepita. La Chepita no preguntaría, porque allí, en realidad, nadie pregunta, ni siquiera nadie especula. Federico comprendía que el mundo, pasada la red que separa los dos campos tenía mucho de nebuloso, a pesar del sol y el calor que entraba por la ventana.

A mediodía llegaron al río a las afueras del pueblo, nadie les vio, pero si se vio la furgoneta, que en medio de esa vegetación parecía un animal futurista, si es que existen animales futuristas. Aparcaron, se bajaron y Federico en un gesto irreal, épico, pero exagerado, acarició el vientre de Julia, sintiéndose padre de antemano o con demasiado anticipo. Entraron, Chepita escuchaba una emisora de radio que parecía venir del año cuarenta. No miró, Chepita vio dos fantasmas, como eran el resto de seres humanos, fantasmas de un mundo al que era mejor no visitar demasiado. Julia abrazo sin respuesta a Chepita, Chepita miró sin atención a Federico que en ese momento comprendía que aquello parecía mas el final del primer set que un break a favor. Un set, que extrañamente, no sabía si había ganado o había perdido, pero que en cualquier caso se había decidido en el Tie Break. Federico, salió afuera, un perro pasó a su lado con desgana y se sentó en el suelo. Cerró los ojos y pensó en su hermana, que esa noche, en el momento de robar la furgoneta aún no había llegado. Sabía que andaba con Raúl y Federico comprendió que Raúl se tiraba a su hermana e imaginó, sin quererlo, a Raúl encima de su hermana y contó hasta diez para deshacerse de la imagen. Salió Julia y le preguntó si quería que le preparara algo y Federico sintió el servicio en Julia, de repente ya no era la Julia de la última semana, sino de nuevo era la muchacha que le preguntaba por lo que le apetecía comer. La miró y sintió ganas de insultarla, como si de repente se sintiera engañado, Julia esperó una respuesta que Federico jamás dio. Ella se sentó a su lado y le tocó el pelo entonces Federico no pudo evitar la erección. La agarró y la llevó dentro, cruzaron una puerta mientras Chepina seguía escuchando ese programa que venía del año cuarenta. Se lanzaron a una cama que a Federico le olía a miseria. Empezaron a hacer el amor en ese colchón que acompañaba con sonido de muelles. Al terminar ella se levantó y desapareció y Federico sintió ganas de jugar al tenis. Se puso en pie, caminó hasta la cocina, agarró una sarten vieja y con sus calcetines hizo una pelota. Salió fuera y empezó a jugar al frontón de esa manera compleja.

Hoy, Federico gobierna esa zona de la frontera, tiene el control del narco en ese estado. Es temido, si, pero también respetado. Cada domingo juega a primera hora en unas impresionantes pistas de tenis que mandó construir al lado del río, encima, exactamente, del terreno donde años atrás estaba la casa de Chepina. De Julia nadie sabe nada.

sábado, marzo 28, 2009

La carta

No busco la redención. No busco el rescate de mi alma. No lo busco. Busco salir de aquí, que fue mi infierno elegido para seguir camino a otros infiernos. Si algo quiero no es salir del infierno, es cambiar de salas dentro de el. Moverme. Nada me condena, tampoco nadie, salvo los que elijo que deben condenarme. Ellos son de los que acato la ley, su ley, mi ley. Ellos marcan los mandamientos, los pecados y ellos respondo. Mi existencia deambula y deambulará, mientras dure, por estos pasillos incendiados. No soy eterno, lo se. No busco serlo. No pago un precio por los placeres. Pido perdón no por esperar la recompensa, pido perdón por asumir un error que no volvería a cometer en el futuro pero que volviendo al pasado repetiría. Acepto mis errores, son los que me han traído hasta aquí, no los cambiaría en el pasado, los cambiaría y pretendo cambiarlos en el futuro. No acepto leyes incomprensibles que no podré cumplir, basadas en los caprichos de otros, que van en contra de mis propias leyes. No espero la expiación. No la espero por que aquello lo volvería a hacer. Seguiría respondiendo a mi carne cuando me lo pidió, seguiría obedeciendo al deseo, este deseo intacto. Quiero comerme su carne y eso lo querré hacer ahora, hoy y siempre. Ese es mi paraíso. No busco otros. No busco la aceptación incomprensible para entrar en esa vida eterna. No hay vida eterna, lo se. Nadie y todos lo somos. No me enfrento, simplemente no lo comprendo. Ayer vi a aquel hombre, suplicando, arrastrándose en el suelo, solicitando clemencia. Lanzó la piedra y ahora quiere que le corten la mano. Canta épico. Solicita el perdón. ¿Quien crees que eres para otorgarle a ese pobre egoísta el perdón que humillado te solicita?. Si algo tienes es arrogancia y soberbia. ¿Quien puede perdonar tendiendo como manto esos dos adjetivos que para mi son el mayor de los pecados?. No quiero entrar ahí, en tu divinidad, en tu gobierno, en tu país de luces y ángeles. Quiero entrar donde se es mas perverso, delicadamente perverso. Donde se desea sin culpa. Donde el deseo crece y se disfruta por el deseo en sí. Por el placer de la carne en la carne. Tu te lo pierdes.

Y disculpa que no siga. Me voy a disfrutar de su carne. Jamás sabrás lo que se siente cuando transpira

viernes, marzo 27, 2009

Las horas

Encendió la radio, el locutor que en ese instante daba las noticias con voz seria, se equivocaba justo en ese momento. Se trastabillaba con el nombre de un ministro y la palabra deflación y durante medio segundo la noticia se quedó interrumpida, colgando en las ondas radiofónicas, en un espacio inerte, congelada. EL locutor, con el mismo tono, recupera la noticia en el nombre del ministro, como si ese instante no hubiera existido. Escucha el espacio informativo completo, breve y veloz. La última noticia cuenta que ese fin de semana cambiarán la hora, habrá que adelantarla. Mira el reloj y comprende que el tiempo se ha desplazado ya, antes de ese acuerdo cívico de cambiarla todos el sábado por la noche, a la misma hora. Piensa en eso. En ese acuerdo rígido, en esa imposición invisible de mover el tiempo. De desplazar su vida, las vidas de todo el país una hora hacia adelante. Una hora, la exactitud de una hora. Piensa: ¿Y no sería mejor desplazarnos una cantidad de tiempo menos precisa, menos redonda?. ¿Movernos diecisiete minutos o veintitrés?. Se llena de razón cuando piensa en esto. ¿No sería una manera mas artística, mas creativa?. ¿No sería mas beneficiosa, no haría trabajar algo mas las mentes de los ciudadanos?. Lo fácil, lo cómodo es adelantar el reloj una hora. Apenas hay esfuerzo, apenas se busca la chispa. Lo hacen aposta. Nos mueven a su gusto. Una hora adelante, un paso al frente. SI fueran treinta y ocho minutos sería difícil, porque en la transición habría un esfuerzo, una búsqueda, menos simultaneidad. Lo sencillo, lo manipulable es pensar:"Son las 11, las 10 de antes". Lo difícil es trasladarse con menos precisión. Son las 11:05 las 10:27 de antes En ese hueco se potenciaría la habilidad de los ciudadanos a los que tratan de idiotizar con su métodos, con sus imposiciones, con su dictadura del tiempo. Ni un hueco para la magia. Una hora. Es tan vacía una hora, hay tan poco juego, tanta sobriedad que agota. Tanta seriedad en un acto tan poco serio como mover el tiempo una hora. Que jueguen, coño. Ya que juegan a movernos en el tiempo que nos muevan bien, que nos lo compliquen, que nos lo hagan difícil. Ya que nos demuestran en este juego que el tiempo no existe que lo desmenucen con chispa. 9:19 de la mañana o 9:47 o 9:23 o 9:20 o 8:56, o.... que mas da.

Que cada quien se ponga la hora que quiera. Queda decretada la libertad horaria

jueves, marzo 26, 2009

Viajero

Amanece. Por la ventana entra un golpe de calor. Una luz vaporosa. El ruido de alguien que camina fuera de la casa, por ese camino de tierra que sale a la carretera. Es hora de regresar. Demasiado tiempo fuera. Ponerse en pie. Mirar por la ventana. La persona que camina ya no está al alcance de la vista, pero aún llegan sus pasos, el sonido de sus pasos. Una palmera hace una sombra peculiar, apenas se mueve, hoy será un día de potente calor. EL compañero aún duerme, suspira con intensidad. ¿en que batalla estará metido?, ¿En que lugar?. No me despido. Me pongo la mochila en la espalda, abro la puerta y salgo. Ahora son mis pasos los que suenan en la arena, los que llegarán hasta otros oídos. Alcanzo la carretera. Camino por el arcén. Avanzo varios kilómetros. Pasa un camión, pasan tres turismos, pasa un autobús vacío. Nadie para. Sigo avanzando. En el suelo encuentro un mapa arrugado. No es de este país. Lo miro. Hay indicaciones, anotaciones a los lados, encima de poblaciones. Desvíos marcados. No conozco ninguno de esos lugares, no conozco ese país a miles de kilómetros de esa carretera por la que camino, pero hay algo en ese mapa que me hipnotiza. Jamás había reparado en ese país, pero de repente siento un golpe de atracción. Decido no regresar, decido ir hasta el país del mapa encontrado. Sigo avanzando. Un hombre se detiene y me recoge. Su ruta, hasta donde ese hombre va, supone un gran avance para alcanzar mi nuevo destino. Tendré que atravesar dos fronteras. En este trayecto alcanzaré la primera. Saco el mapa que había guardado mientras el hombre me habla de una batalla memorable del siglo 18. Desmenuza la técnica empleada como ejemplo de táctica militar brillante. Observo el mapa. Trato de leer todas las anotaciones que el anterior usuario ha realizado. Pueblos en los que simplemente anota un adjetivo. Desvios en los que pone:"IMPORTANTE". Ciudades en las que escribe breves sinopsis de interes: Recorrer la calle central. Posibilidades metafóricas". Me llama la atención el país de mi nuevo destino, pero si cabe, aún mas las anotaciones de ese extraño viajero que ha dejado el mapa en medio de otro país, de este país, bajo la frondosa vegetación selvática de esta costa. El hombre que conduce ahora habla de un texto casi bíblico. No entiendo a que se refiere. Recita unos fragmentos que parecen un compendio de poesía surrealista. Sigo con el mapa. El mapa siempre ha estado doblado, de alguna manera todo el rato he visto el norte del país, giro, despliego y reconozco el sur o conozco el sur de ese mapa, de ese país o el sur representado de ese país, donde el anterior viajero ha realizado muchas mas anotaciones. Mientras el conductor recita sigo leyendo nuevas anotaciones sobre el mapa. Hay una zona que jamás he oído nombrar donde el viajero señala con bolígrafo de otro color y con las letras mas grandes usadas en todo el mapa:"DESTINO". ALrededor varias pequeñas notas, mi mirada se desvía hacia la mas pequeña, en un pueblo que aparentemente esta en medio de una sierra. Ahí, en ese lugar que representa el mapa, leo mi nombre. Levantó la vista, el conductor sigue recitando, habla de la luz, del encuentro, del solsticio, del perdón, del recuerdo, del dolor. Vuelvo a mirar y reconozco mi nombre y mis apellidos en ese pueblo desconocido, lejano. Siénto vértigo, o mas que vértigo siento, una sensación que sólo había alcanzado en sueños, una especie de desorientación, de incomprensión absoluta de todo. El hombre termina su recital mientras toma la curva hacia la izquierda, me mira y sereno, pausado, relajado concluye:"Te encontramos"

miércoles, marzo 25, 2009

La moda soy yo

Señorías, no es demagogia. No busco la complicidad, no busco aliados, pero yo como acusado sólo tengo un argumento. Ni yo fui el culpable, ni el me provocó. Deberíamos abrir los ojos, abrámoslos. No, nos dejemos engañar. Señores del Jurado, Fiscales, Señorías. Si hay un culpable es el mercado, el delirio empresarial. Fíjense. no lo invento yo. Miren, solo observen con atención el estado de las cosas. No soy mas que una víctima, otra víctima, como todos. Mi gran pecado es la vanidad. Soy vanidoso. Voy siempre pendiente de mi atuendo, de mi trapos y mis ropas. Soy un dandi, un dandi del siglo 21. No soy un tipo adinerado, lo cual me obliga a usar marcas accesibles a los mortales, pero si por mi fuera cada cosa estaría encargada, cada camisa estaría diseñada en exclusiva para mi. He ideado cientos y cientos de modelos en mi cabeza. Soy un diseñador de moda frustrado, pero sobre todas las cosas pretendo ser original. Me atrae la originalidad en la moda. Me apasiona la moda. La moda es como el tiempo, se va quedando atrás y sólo los espíritus vivos se acomodan al presente, al tiempo que transcurre. La moda es el tiempo, va, fluye y en seguida caduca. Hay tanta vida en la moda. La vida es la moda, la moda es vivir.

Aquella mañana yo hacía trasbordo en Alonso Martinez. Estrenaba aquella camisa blanca de manga ancha, de cuello formidable, abierto, preciso y elegante. Por segunda vez usaba aquel pantalón que un mes antes me había comprado a excelente precio, aquellos zapatos envejecidos, de diseño italiano. Me vi reflejado, levemente, en un cartel publicitario al pasar por el andén que anunciaba un musical que me apetecía ir a ver. De repente alcé la vista y le vi a usted, mi querido acusador. Le vi, señorías. Le vi venir de frente. Erguido, elegante y me quedé congelado medio segundo. Luego sentí un ataque breve de pánico. Dos segundos mas tarde me sentí miserable, traicionado y todo aquello se fue convirtiendo en violencia. Créanme. Iba vestido exactamente igual que yo. La misma camisa, el mismo pantalón, los mismos zapatos. Mi originalidad se venía abajo, mi mayor aspiración se frustraba en un anden de metro. Le miré de nuevo y me miré. Exactos. Cada articulo del H&M que yo llevaba, el lo llevaba, el pantalón de Zara, era su pantalón de Zara. Salí despedido. No era contra el, era por mi dignidad, por mi mismo. Primero destrocé su camisa. Esa camisa que yo lucía tan orgulloso y que el llevaba, incluso, con mas elegancia que yo. Luego creció esa violencia en mi. Le pegué en la cara, en las piernas le insulté. Primero le llamé desalmado, ladrón. Luego me salieron palabras que no son insultos pero que yo sentí como insultos: "Zara" "H&M". Luego le lancé al suelo cuando la gente del anden me sostuvo, me contuvo y me detuvo. No busco su complicidad. pero ¿No es Zara, No es H&M quienes deberían estar aquí. En este banquillo de los acusados? ¿No son ellos los culpables? ¿No soy yo, también una víctima?. Atentan contra nosotros. Atentan contra la originalidad, la mayor de las virtudes. Atentan contra la moda. Y la moda, señorías, la moda soy yo.

A Martín Emilio Castillo Morales

martes, marzo 24, 2009

El post 1000

Primer segundo:

¿Estoy despierto?

Segundo segundo:

Creo que si, que estoy despierto.

Tercer segundo:

Creo que no es un sueño. Creo que esto lo estoy escribiendo

Cuarto segundo:

Esto no es real porque pasa mas de un segundo, mucho mas entre frase y frase.

Quinto segundo:

No hay manera de volver al primer segundo. Podría borrar esa frase, pero ya jamás volveré ahí

Sexto segundo:

Hay dias mejores que otros. Hoy no es que esté siendo un mal día, pero todo lo que hago lo estoy haciendo influenciado por el chorro de sueños de anoche. No entiendo como unos cuántos sueños pueden marcar tanto el resto del dia o el día que empieza. Nos desconocemos o yo al menos me desconozco en grado sumo. Me alucina la gente pragmática.

Séptimo segundo:

Uno, dos tres, cuatro, cinco, seis, siete fragmentos.

Octavo segundo:

Siempre me han reventado los textos con el tono como este. Me parece pretencioso eso que estoy haciendo. Fragmentar el texto en trozos. En segundos. ¿Porque coño estoy haciendo esa estupidez?

Ayer salió un tema curioso con un amigo. El tipo decía que a el no le daba vergüenza leer lo que escribía. Yo me quedé callado. Lo jodido es que a mi hasta me da vergüenza decir que lo hago, que tengo este blog. El tipo decía algo que me resultaba demoledor. "No creo en eso. Si te da vergüenza no lo haces. Creo que se esconde una actitud falsa". Me preguntó si a mi me pasaba con cosas que hago. Contesté que no escribo y que con la música lo que me sucede es que soy incapaz de ser objetivo. Le hubiera dicho encantado que me aterra leer lo que escribo. Si no lo hice es por dar pie a la posibilidad de ser preguntado por lo que escribo. No se si esto realmente es escribir. No se que coño es esto. Es un juego. Es mas bien un juego. Quizá por eso ese pudor de ver que juegas desde fuera. Es como cuando hablas solo. Todo el mundo en algún momento se suelta una frase por ahí al aire, pero si alguien te viera hablando solo siempre da pudor. Es como que te ven en el momento de intimidad. Digamos que como esto tiene mucho de paja mental, es como si alguien entrara y te viera masturbándote. Es ese pudor. Digamos que el blog te da la posibilidad de jugar a ser escritor. Tu te haces tu paja mental que lo eres, pero lo haces para ti, si alguien que te ve en el día a día, te ve jugueteando al escritor te sientes descubierto en un acto íntimo. Realmente hay gente que sabe de esto y de mi pudor y dice que soy un atormentado. No es tormento, no lo veo como tormento, lo veo como un asunto de pudor, de vergüenza. He pensado que jamás hablo de cosas reales o cuando lo hago termino cambiando detalles y se termina convirtiendo en algo irreal. En esta extraña celebración del post 1000 podríamos estrenarnos. Intentarlo al menos

He estado trabajando en un sitio. No había agua y la comida me ha dado mucha sed. Me he acercado a un punto donde vendían refrescos dentro de un cine. A esa hora no había nadie. De repente se ha girado un niño, no debía tener mas de trece años. iba con el uniforme de la sala. Con voz infantil me ha preguntado que quería. Le he pedido agua, pero sintiendo que era muy pequeño. Demasiado pequeño para estar trabajando. El atendía con seguridad, repitiendo el tono que pone (yo lo he puesto cuando lo he hecho) la gente que atiende al público. El precio se dice con un tono, la botella me la ha pasado diciendo:"aquí tiene", me ha dado la vuelta, y me ha dicho "Gracias. Hasta Luego" con ese tono que siempre resulta normal pero que en él llamaba la atención por ser tan pequeño. Sin embargo sonaba experto. Luego he vuelto a mi sitio pero desde donde estaba le podía ver. Se movía con soltura, limpiaba la máquina de palomitas con esmero, ordenaba el mostrador, lo limpiaba preparando todo para las sesiones mas masivas. No era ya solo la cara de niño sino la expresión. He pensado que ahí, en ese individuo sucedía algo. No se de que tipo, pero algo. No tanto por el hecho de que un tipo de su edad estuviera un martes trabajando a las 3 de la tarde, que también, sino por la actitud. Esas cosas que jamás se definir. Le he mirado mas. Había un esmero peculiar, intenso en la manera en que trabajaba, sin embargo era tan frágil físicamente, tan delgado, tan menudo. Además se juntaba la apariencia y la forma educada de hablar. Luego ya no le he vuelto a ver.


Hoy me han hablado de un tipo que me saca sensaciones negativas. Es un jefe de producción. El tipo me parece detestable. Yo he recordado la primera vez que hablé con el. Sin verle, sin conocerle de nada, sin saber quien era, me llamó por teléfono para cerrar un asunto laboral. Colgué el teléfono con la sensación de que me habían tomado el pelo. Hay gente que no se que coño trasmite pero es capaz de hacerlo hasta en una brevísima conversación telefónica. Me sentí invadido. Hay gente agresiva. No dicen nada agresivo, pero te agreden. Son invasivos. Personas tanque. Arrasan. Su actitud es esa. Luego, he ido comprobando que es así. Que no sólo me sucedió a mi en aquella llamada inesperada, cuando, en ese momento, hablaba un desconocido al otro lado. Con el tiempo le he ido viendo. Protagonizó una escena que no puedo olvidar. Hablé con él. Jamás hablo de dinero en los trabajos. Tengo un problema atroz con el dinero. Por si alguien lo lee: es realmente fácil timarme, es realmente fácil que olvide devolver dinero, por eso trato de no pedir. Aquella vez hablé con el. El timo era tal que fue la primera vez que hablé seriamente de este asunto. El tipo sacó una calculadora antigua, de estas que tienen un rollo de papel y pueden imprimir la operación realizada y con desdén hizo, delante de mi, una operación matemática infantil, imprimió el papel sin mirarme y agrego un comentario irónico con respecto a la cantidad. Soy angustiosamente lento en esas situaciones. Me llama la atención la gente que reacciona. Yo tardo, me quedó abobado tratando de comprender, cuando reacciono llego, siempre, tarde. Su compañera me llamó por teléfono y me dijo que me pagarían mas, que le daba vergüenza lo que estaba sucediendo conmigo. Me sorprendió porque después de eso el tipo ha ido creciendo mucho dentro del canal de televisión. Ha alcanzado lo que a la gente que le interesan los crecimientos laborales suele llamar o nombrar como "puestazo". A menudo le he visto por los pasillos de ese canal. Va siempre solo. Tiene alguna peculiaridad física que ahora no recuerdo. No creo que sea mucho mayor que yo. Fuera de mis prejuicios hacia el, le miro con cierto misterio. Me parece un tipo atormentado, pero un tormento peculiar. Nada me lo indica, pero tiene una mirada violenta, muy contenida. Apenas he hablado con el.


Todos esos sueños de anoche fueron delirantes. Hay estaciones de sueños también que no se muy bien si se corresponden con los cambios externos. Con las estaciones. Ultimamente estoy soñando mucho. Una especie de primavera onírica, como si florecieran con este tiempo los sueños. Tanto sueño que termina siendo importante en el día a día. Mi viejo decía que no soñaba. Siempre me ha llamado la atención la gente que dice que no sueña. Quizá porque me encanta soñar. De alguna manera es una doble vida. Ya no entro en terrenos de explicaciones y demás. Simplemente me parece que es cojonudo que suceda otra realidad y que encima te traigas recuerdos de esa otra vida. Por ejemplo todos esos sueños de anoche. Toda esa gente haciendo cosas raras, comportándose de una manera nueva. Irrealidad.

lunes, marzo 23, 2009

Cohete

He salido disparado, he salido volando por las aires, estoy lanzado hacia arriba. Ahora veo todo desde aquí a trescientos metros del suelo. Veo mis pies sin suelo, mis brazos colocados para mantener la dirección. Desde aquí lo veo todo, veo mi casa, la calle desde dónde salí a propulsión dejando una estela, y no es una cuestión de vanidad, realmente alucinante. Desde aquí veo esa calle, otras calles, todas las calles, veo los autobuses, la gente como hormigas, la ciudad como un animal amable, el sol viene desde allí y crea esas sombras de edificios en otros edificios. Veo los edificios emblemáticos, la sierra a lo lejos, veo las avenidas como arterias, los coches como glóbulos rojos, las azoteas tan dístinas, la parte de arriba del día a día. Veo el tráfico y comprendo el tráfico, el principio de un atasco, la expansión de la ciudad, los centros comerciales. Voy a propulsión y nada me detiene porque he salido disparado. Nada me puede parar. Sobrevuelo como un cohete la ciudad, voy desenfrenado de un lado a otro, de aquí hacia el sin fin, giro, vuelvo a girar, bajo un poco, vuelvo a subir, voy echando fuego por los pies. Miro, sigo mirando las calles ahí abajo, la gente de un lado a otro, los coches que llevaran a gente que a lo mejor conozco, esa mancha que ahora veo que gira en Gregorio Marañón es quizá Jorge o Gonzalo. Distingo un tipo en bici, quizá una tipa. Quizá es Elena. Sigo. Soy un cohete disparado desde Hortaleza, voy a propulsión, salí disparado a la altura del 102, salí justo cuando alcé la vista y la vi venir, fue justo ahí que dirigi la mirada al frente y vi que venía, vi un segundo y salí disparado, hacia arriba, hacia el cielo, por donde ahora me muevo sin freno.

domingo, marzo 22, 2009

En el tren

La había conocido en el tren de ida. Ella iba leyendo un libro que en algún momento dejó y se puso a mirar por la ventana. En uno de esos actos que uno supone jugadas del inconsciente, se me cayó el mío al suelo, justo a sus pies, y ella me lo pasó. Entonces me hizo un comentario con acento portugués sobre el autor. Así comenzamos una charla interesante y extensa sobre varios libros que ambos habíamos leído. Cuando nos dimos cuenta el tren entraba en la estación y se iba frenando. Yo miré el reloj y acepté mi falta de previsión, era tarde y no sabía donde podría dormir, le pregunté a ella por algún hostal limpio y céntrico y en una hoja de un cuaderno que llevaba en su mochila me anotó la dirección de uno en la Rua da Fabrica, agregando el comentario mientras lo escribía que la dueña fue muy amiga de su madre. Le agradecí el dato mientras el tren se detenía por completo. Al bajar al anden caminamos juntos hasta la salida de la estación. Me preguntó cuántos días me quedaba en la ciudad y que si venía por trabajo o por turismo, no quise contar en motivo real, el casi invisible motivo real y contesté que era turismo, aunque mucho tuviera de fuga. En la sala de espera ella me hizo un gesto orgulloso y agradable para que mi atención se dirigiera a las paredes y poder apreciar los azulejos. Sonreí y me detuve a observarlos con atención. Luego comentó cosas sobre esos frescos y terminó la narración contando una historia sobre su madre y su padre y como una vez se encontraron ahí, sin ser novios aún y como aquel encuentro fue el comienzo del noviazgo, sonriente concluyó que de alguna manera le debía mucho a esa estación. Al salir noté la humedad, no hacía mucho frío, pero me puse la chaqueta. Nos detuvimos para despedirnos y ella me dijo que si quería tomar algo. Nos dirigimos hacia la izquierda, nos metimos por el barrio que hay debajo del puente Luis I. bajamos una calle empinadísima, un perro que estaba acostado a la luz de la farola se puso en pie perezoso y comenzó a caminar en dirección opuesta, como si fuéramos gente poco deseada. Ella me preguntó si tenía hambre:

.- Nadie lo sabe, pero esta ciudad tiene el mejor restaurante chino del mundo. No es lo que debería ofrecer a un turista, pero al menos podrás decir que has estado en el mejor restaurante chino del mundo.

Acepté, por peculiar, la invitación y ella giró a mano derecha. Entramos en un chino que hasta el momento parecía igual que cualquier restaurante chino de cualquier ciudad occidental del mundo. No lo dije durante la cena, pero el chino era exactamente igual que los otros chinos en los que había estado en mi vida, ni mejor ni peor. Exactamente igual. Nos atendían dos camareros entre otras cosas porque no había nadie mas en el mejor chino del mundo. Siempre me pesa esa sensación de estar solo en un restaurante. De no ver mas clientes. Siempre me da por pensar que todos, cada uno de los empleados están atentos a los únicos comensales. Me da por pensar que desde la cocina te miran, que están pendientes de tus reacciones, escondidos, como espías del paladar. AL terminar salimos a la calle que estaba realmente oscura y vacía. Yo trataba de diluir mis sensaciones de atracción hacia ella, al fin y al cabo el motivo de mi viaje tenía mucho de fuga y eso era lo menos conveniente para mi plan de escape, al llegar a la esquina comprendí que algo debía hacer, o proponer un plan o despedirme. ella me dijo que quería dejar la mochila, que si quería la acompañaba y luego me acompañaba hasta el hostal, acepté. Descendimos la calle, abajo se veía el río rebotando las luces de Oporto, un barco incomprensible atravesaba el barco en dirección a la desembocadura. Miré los edificios a los lados, comprobé el deterioro brutal de algunas casas, varios edificios abandonados. Me sorprendió ver el inmenso metal del puente sobre nosotros. Como un animal mitológico alargándose hacia la ciudad. Me quedé quieto sin darme cuenta que me quedaba quieto, ella me miro. A mi me sorprendía ver un montón de edificios debajo del puente, viviendo bajo esta fuerza descomunal, gobernados por el hierro. Ella vivía en uno de esos. Abrió el portal, encendió una luz que iluminó escasamente la escalera y subimos dos pisos a pie. Ella abrió la puerta de su casa. Noté el olor, ese olor único y propio de cada casa. Muebles antiguos. Sospeché que era la casa de su madre. De repente un ruido duro, tremendo sonó por encima de mi cabeza. La miré y me contestó sin yo preguntar que era el paso del metro por encima del puente. Ella apoyó la mochila en el suelo y miré su cuerpo entero, el pelo, ella se giró y me sentí casi descubierto, se acercó y me besó. Unos trece o catorce minutos después paso otro tren, estábamos en un sofá incómodo, agazapados, revolviéndonos con cierta ansiedad. Esa noche me quedé ahí. Un poco mas tardé me levanté del sofá, ella estaba dormida, desde una ventana veía el río abajo y sentí algo que no soy capaz de comprender, unas ganas enormes de bajar hasta el río y buscar algo, pero algo que no sabía, ni aún se, que era. Quería bajar a la orilla y recorrer paralelo al río buscando algo, quizá mi propia identidad, quizá otra forma de fuga, quizá mi destino que estaba perdido o que seguía las formas imprecisas de la corriente avanzando hacia la desembocadura. Me quedé un rato mirando a oscuras desde esa ventana, veía la ciudad desconocida, la forma que tenía, desde ahí, esa ciudad desconocida. Ella estaba acurrucada en el sofá y su respiración era fuerte. La miré un buen rato, descubriendo algunas breves zonas de su cuerpo que aun no había retenido. Por el costado izquierdo que era el que tenía hacía arriba, le daba la luz de la farola que venía de la calle. Sentí otra vez un golpe de excitación, me quedé mirándola un poco mas y giré de nuevo la vista, la ciudad callada, irreconocible. Miré el reloj y deduje que el metro no pasaba después de la una de la madrugada. Ella se giró y me miró, habló tan cerrádamente en portugués que no entendí nada de lo que dijo. Me acerqué hasta el sofa, sintiéndome ridículo en ese acto de confianza, como si de repente dormir juntos fuese un asunto lejano a nosotros dos que de milagro sabíamos nuestros nombres. Me senté al lado de sus pies, ella se giró de nuevo, esta vez no era una pausa en medio de un sueño, esta vez estaba casi despierta. Sonrió, o yo creí verla sonreír porque no había suficiente luz para distinguir su cara, incluso esa casi oscuridad difuminaba sus rasgos y me devolvía una cara imprecisa, pero igualmente agradable, atractiva. Acaricié uno de sus pies como una forma de cariño. Ella se sentó a mi lado y dijo una frase que no comprendí, que decía algo sobre los trenes, o como los trenes eran la forma exacta de su vida, o como todo era un tren o como la vida y el tren se asemejan o que su vida estaba marcada por trenes, estaciones, puentes por donde pasan y pasaron trenes. A la mañana siguiente me despertó con la misma amabilidad de la noche anterior. Me dijo que tenía que salir, me vestí rápido, sin usar el baño, bajamos la escalera, salimos a la calle, hacía un día alucinantemente gris. Subimos la calle hacia arriba, pasamos al lado de una comisaría y ella justo ahí, hizo un gesto, dos tipos salieron corriendo hacia mi, me lanzaron al suelo. A partir de ahí no recuerdo gran cosa, una enorme confusión de acentos y preguntas, un viaje del que no tuve paisajes al otro lado. Comisarías donde ya comprendía el acento. Días que se van sumando, unos a otros, como un mismo día, días-minutos, minutos eternos, segundos que van por la vía, la vía, la vida, el tren que pasa. Una estación donde jamás se llega.

jueves, marzo 19, 2009

La biografía de A. Miles

Para A. Miles la idea del relato viene de una fugacidad en la que hay que trabajar. Un flashazo al que hay que buscarle la parte de atrás, el aro oscuro que rodea la luz, ese aro que remarca, precisamente, el instante lumínico. Su vida, su biografía y la biografía de los que rodean su biografía, esta separada, absolutamente, del instante de luz breve. Digamos que es mas bien lo contrario, un pequeño hilo de luz en una habitación oscura, donde apenas se identifican sombras que se trasladan anárquicas en la pared. A. Miles de repente descubre que en el proceso de identificar esas sombras hay algo de relato, pero que el relato sería, incluso, no tanto la identificación, la ennumeración de nombres detrás de esas sombras sino en el proceso, casi detectivesco, de descubrir quienes son, porque están, porque son sombras. Así A. Miles comienza la búsqueda, por un lado biográfica, por otro literaria de las sombras de esa habitación con un mínimo hilo de luz donde se proyectan sombras irreconocibles. En seguida A. Miles comprende que en ese catálogo de sombras, o catálogo asombroso, como termina nombrando el proceso, se encuentra un universo tan aplastantemente real que resulta casi una ficción. Las sombras que se proyectan en esa habitación autobiográfica de A.Miles son brutalmente reales y descubre vidas imposibles que lo han terminado construyendo, dirigiendo su propio destino. A Miles descubre su vida a través de esas sombras. Inicialmente A. Miles relata el proceso, desde la perspectiva compleja del narrador, pero el proceso toma tal fuerza que no logra narrar, transcribir ese proceso. LAs emociones de A. Miles se van desmoronando en ese proceso y se transforma su cabeza en una narración, la narración es su propia vida, la narración es A. Miles, el es las frases de ese relato, el ese el relato y por tanto no puede salirse de él. El se convierte en ese texto. A. Miles viaje hacía el epicentro de esas sombras, que son sus propias sombras y descubre con la curiosidad de un explorador en tierras lejanas, la formación de esas sombras y la luz que las proyecta. A. Miles descubre que ese relato es su vida, su propia vida. Esas sombras todos sus fantasmas. El viaje es largo, profundo, intenso, a ratos doloroso, pero el final debe escribirse y así A. Miles deja que ese relato se suceda en si mismo, porque el es el relato, porque el debe encontrar ese final.

miércoles, marzo 18, 2009

Río de transfiguración

Le gustaba bajar al río porque había nacido en una ciudad con Mar. Le gustaba sentarse en uno de esos bancos y mirar ese ir del agua, la corriente con su ritmo variable y recordar el Mar. No era cuestión de comparar, porque realmente son incomparables, pero para él nada como el mar, se decía con nostalgia. Se sentaba en la orilla, en ese banco que ya sentía casi como suyo y dejaba pasar la tarde: El tiempo y la corriente. Cuando ya casi anochecía se levantaba y caminaba de vuelta a la habitación. Lo hizo tantas tardes que se convirtió en algo rutinario. Aquel día se quedó mas tiempo, mucho mas tiempo de lo habitual y descubrió que en determinado momento el ambiente de la zona cambiaba por completo. De ser un lugar apacible a media tarde, llegando la madrugada se iba convirtiendo en un sitio agitado, de movimiento, de música desde los coches, de alcohol. Se quedó para descubrir todo el proceso de transformación y porque al día siguiente no iría a la universidad y porque por primera vez desde aquello, desde lo de Pilar, sentía ganas de hablar con otros, de mezclarse con gente fuera de clase. Se quedó sentado viendo la llegada paulatina de gente, de coches, de música. Trato de identificar el estilo de músicas que se iban mezclando. La zona de repente estaba con mucho movimiento y se levantó del banco y comenzó a caminar con el anonimato que da la noche y el bullicio, nadie reparaba en el caminando entre los grupos de gente, entre las risas y el bullicio. Un poco mas adelante se apoyó en la barandilla que daba al río, vio de nuevo la corriente que de alguna manera había cambiado de ritmo también y se asemejaba al ritmo que venía desde los altavoces de uno de esos coches. El reflejo de las farolas en el agua ahora cambiaban ese tono melancólico para convertirse en un juego de luces parecido al de las discotecas. Giró, miró los grupos y se quedó mirando a una chica que a unos cien metros sonreía y hablaba haciendo gestos en un grupo de unas seis o siete personas, le daba la luz de la farola que bien podría seguir su camino hasta el agua y seguir jugueteando rítmicamente con la corriente que pasaba de largo. La miró y supo que jamás hablaría con ella y decidió volver a la habitación. Llegó a los veinte minutos. En la habitación de al lado una pareja hacía el amor, apenas había hablado con ese chico que vivía ahí, pero alguna vez le había visto entrar con esa chica de la que ahora escuchaba unos lejanos gemidos. Recordó a Pilar y miró por la ventana cerrando los ojos y suspirando. Ese era el ejercicio mas eficaz que había logrado encontrar para diluir todo aquello cada vez que, como un dolor de cabeza, aparecía. Siempre que sucedía cerraba los ojos y se diluía Pilar, todo aquello de Pilar. Se había creado una rutina exhaustiva, rígida para evitar cualquier vestigio. Sabía que tampoco era en la represión donde se encontraba el remedio, pero al menos ahora eso era lo que creía debía hacer. Se giró, abrió los ojos y descubrió que en la habitación de al lado todo había terminado. Ahora no llegaba nada o llegaba un profundo silencio. Imaginó los ritos, los silencios, la quietud, los ojos cerrados, el leve sueño, la siesta breve del orgasmo. Luego ya llegarán las palabras, pensó. Uno de los dos se levantará y se vestirá y propondrá bajar, ir a comer algo mientras el otro seguirá en la cama reaccionando, volviendo lento. Recordó a la chica que gesticulaba en el río. Pensó en uno de sus gestos, en ese gesto preciso que hacía con la mano izquierda, mientras con el labio pronunciaba algo que jamás sabrá que palabras contenía. Pensó en el río, en la corriente. Se sentó en la cama con la luz apagada, respiro. Al lado, ya hablaban, ¿Quien de los dos se estaría vistiendo?¿Quien de los dos estaría aún tumbado?. Miró por la ventana, pasó un coche, por la acera de enfrente un tipo de traje caminaba a muy buen ritmo, se perdió al final. Todo seguía la corriente, todo. Hasta Pilar, todo aquello de Pilar. Sólo había que esperar pasar el tiempo, la corriente. El tiempo, los segundos: El río de la transfiguración

lunes, marzo 16, 2009

Anoche

Me encuentro con mi padre y mi hermano en un pueblo irreal de Almería. Vamos caminando por la orilla de una playa que no existe y me padre se desvía, y nosotros le seguimos, por un camino que hay al fondo de la playa y que tiene que ver mas con la vegetación de Venezuela que con la de Almería, que curiosamente tienen mucho de opuestas ambas vegetaciones. Nos metemos por un camino que bien pensado, me recuerda a un camino que recorrí en Choroní. Caminamos monte adentro. Uno detrás de otro, sin hablar. Hay algo en ese sueño realmente similar a cuando éramos pequeños, creo que los tres estamos actuando bajo los mismos roles de entonces. Ahora de repente entiendo algo que no comprendía. Creo que los sueños se mueven en ese terreno. EL camino es realmente verde y agradable, muy selvático, nada que ver con Almería, pero es Almería. Mi hermano me dice, incluso, que al día siguiente nos levantemos pronto y veamos el amanecer en la playa de los genoveses, le digo que por mi si, que me encanta la idea. Seguimos caminando y encontramos, en medio de esa paisaje un bar extraño, entre moderno y sórdido. El dueño, que está solo en ese lugar que con un montón de mesas colocadas en medio del camino y donde suena música suave e irreconocible nos mira con desagrado. Aparece un perro y aparece mi miedo a los perros. EL perro es pequeño pero tiene unos dientes que potencian mi temor. EL perro ladra y me muerde. Miro al dueño tratando de que haga algo al respecto, pero ignora el asunto. Me subo a un cemento mal construido y que parece ser un pozo. EL perro salta a por mi y caigo por el pozo que resulta ser un túnel, un lugar irreal. En vez de caer asciendo a toda velocidad, el perro viene a unos metros de mi. Es una situación vertiginosa. Asciendo por un túnel estrecho que no se donde me lleva, detrás viene el perro y eso me mantiene con cierto temor. Finalmente y tras mucho ascender, aparezco en la salida de ese túnel. Llego a un lugar realmente raro, indescriptible. Estoy en rodeado de nubes. De pie en la salida del túnel. Hacía abajo veo el túnel como un tubo que se pierde bajo nubes. A los lados veo la salida de algunos túneles mas. Despierto

domingo, marzo 15, 2009

Dark side of the moon

Ella solía decir que la luna era una cosa sobrevalorada, que no es mas que un punto blanco totalmente ciclotímico. Esas reflexiones son las mismas que primero te seducen y luego te destrozan, realmente ella veía el mundo como a ese punto blanco, algo que atrae pero que en seguida se caduca. Ella era variable pero no soportaba la variabiliad emocional de las personas, lo consideraba debilidades. Creo que mi primer error con ella, o quizá mi primer acierto, fue confesarle que a mi me gustaba la luna en cuarto menguante. Para ella la luna era despreciable, ni cuarto menguante, ni luna llena, pero en el momento de mi confesión yo aún no conocía su relación con la luna. Yo hablé del cuarto meguante porque me parecía el ciclo mas representativo de algo que aún no se que es. A partir de entonces comenzó un espinoso camino de desprecio casi invisible. Yo formaba ya parte de ese grupo, seguramente amplio, de humanos a los que la luna les resulta algo agradable para mirar. Cuando me contó sus pensamientos sobre la luna a mi la reflexión me pareció, por lo menos, peculiar, y cuando uno anda en ese embobamiento hacia otra persona, cualquier detalle que potencie ese peculiaridad por la que nos sentimos atraídos te da una especie de alegria, potencia ese embobamiento. Bien visto el pensamiento ahora me parece una autentica estupidez. La luna, si, bien visto puede ser ciclotímica, pero que levante la mano lo que no lo sea en este cosmos inspirado en ese termino. Este universo parece claramente un asunto ciclotímico y ella, sobre todo ella, como nadie ni nada, es la representación de esa ciclotímia general. Así que bien pensando yo creo que ella lo que se traía con la luna era un problema de reflejo. Ella en el fondo quería ser la luna, esa ciclotímica que todo el mundo mira y por la que todo el mundo se emboba cuando esta en el ciclo alto, o luna llena. Mi error fue elogiar el cuarto menguante, que ella era la parte de si misma que menos aceptaba, ese recogimiento, esa nostalgia. No mas hay que decir que ella dormía en posición fetal y que si algo recordaba a la luna en cuarto menguante era su imagen a las ocho de la mañana acostada en esa cama a la que tanto me hubiera gustado volver y de la que fui expulsado. Quizá por eso yo me embobé y quizá por eso ella me dejó, porque creo que a ella lo que le gustaba era ser luna llena, por mas que insistía en detestar a la luna y a mi me gustaba verla en cuarto menguante, cuando nadie la veía o cuando nadie levantaba la vista para verla. Y ella seguro odiaba ser vista así, en esa cama en posición fetal, menguando, decreciendo. Luego ya fue creciente, mi embobamiento y su desprecio invisible. Luego fue redondeandose, aumentando en brillo, se fue sintiendo plena y yo seguí aquel viaje de obsevración lunar, así fue aumentando su resplandor y yo fu girando alrededor de alla, así, lentamente hasta conocer lo que nadie nunca conoce: El lado oscuro de la luna

sábado, marzo 14, 2009

La última clase

A veces creo que no pasó, que me lo inventé, porque esas cosas que jamás se cuentan, esas que te guardas por no resultar creíble te terminan pareciendo una ficción, una historia inventada por ti mismo para ti mismo, pero se que sucedió, si lo escribo ahora es para dejarlo escrito en este cuaderno que nadie leerá, pero por la posibilidad última de que un marciano de un lugar lejano aterrice aquí un buen día, entre en esta habitación, abra este cajón y encuentre este cuaderno. Si ahora la escribo es por eso, por que no me la puedo guardar dentro. Alguien, por lejano y ajeno que sea lo leerá y lo comprenderá. Siempre queda esa posibilidad, esa forma extraña de esperanza.

No soporto la clase de última hora, mas ahora que es primavera y que los días son tan agradables fuera y que a última hora es sol se retira de forma rítmica y esa clase de última hora que te retira esos privilegios. El privilegio de caminar por la calle con esa luz suave, de volver a casa con el jersey colgando de la cintura. No entré a aquella clase por eso y porque me sabía suspendido de antemano ya alrgar la agonía me limitaba ese privilegio que tenemos los que vamos a Septiembre con mas de una. La libertad de abandonar antes de que el barco se ahogue del todo. Bajé, ya casi nadie había nadie en el colegio. los cursos inferiores terminan tan pronto y se queda tanr aro el colegio sólo con nosotros en esa clase. Decidí no entrar a aquella clase porque no, porque afuera era primavera y porque estaba cansado y porque por alguna extraña razón tu no estabas ya y aquella clase ya no merecía la pena.

Bajé por la escalera por donde suben los de primaria, que a esa hora de la tarde no te encuentras con nadie, ni siquiera el profesor de gimnasia que siempre usa esa escalera para bajar al gimnasio. Bajé con cuidado, escondiéndome de la Profesora Mari, que siempre está atenta a cualquier acontecimiento externo a su despacho. Decidí esconderme en el gimnasio. Llevaba un libro ilustrado que me había regalado el Peri, donde se narraba una historia alucinante de un bicho que vivía en no se que lago de Japón y que se enfrentaba a un ejercito de cosmonautas de un planeta semejante a la tierra. En el gimnasio podía leer las últimas páginas de las desventuras de ese pobre bicho gigante pero de buen corazón (por humanizarlo de algún modo), allí me podría tumbar donde colocan las colchonetas y lanzarme a leer y esperar las seis de la tarde y salir por la puerta de atrás, la que da a la calle de la estación. Entonces abrí la puerta del gimnasio y ví que había una luz lejana. Y juro por mi madre, y esto jamás lo contaré, que te vi allí, que te vi primero bailando, con los ojos cerrados, a solas en ese espacio gigante. Estabas ausente, haciendo unas cosas que realmente resultaban difíciles de comprender por la imposibilidad física de hacerlas. La cabeza hacía atrás, rozando los talones con la nuca, moviendo los brazos de manera hermosamente anárquica, un poco como la niña de "el exorcista" pero de un modo agradable, o por ser realistas a lo que sentí, de un modo poético. Bien. Me escondí detrás de las barras y de las porterías que estaban recogidas en la esquina donde están las pesas y los aparatos de musculación que nadie usa y me puse a verte. Y te movías y saltabas con una música que habías puesto a todo volumen y que no supe identificar pero que parecía música del siglo 22 o 23. Y era tan sorprendente que inicialmente no me sorprendió verte volar, despegaste del suelo con tanta facilidad que parecía una cosa común a todos los seres humanos, pero volabas y volabas tanto, tan pegada al techo del gimnasio que me quedé congelado y sonaba esa música, esa música tan extrañamente hermosa que aquello no me parecía real, aún hoy no parece real. Y Beatriz, nadie lo sabe, nadie lo sabrá jamás pero yo lo ví y me hubiera gustado lanzarme y alcanzarte en el techo del gimnasio, pero me quedé en el suelo que es mi destino, verte desde aquí allí.

viernes, marzo 13, 2009

Vapores

No me juzguen mal. Se lucha contra el frío sabiéndose casi siempre derrotado, hay pequeñas batallas ganadas, pero el frío es un animal que no perece, mantiene su guerra abierta y cuando menos te descuidas se cuela y entra, así que de ahí esa tendencia a apretar con fuerza el agua caliente en esas tempranas duchas de las mañanas de invierno. Se sale de la cama y has ganado la batalla al frío durante la noche, enterrado en esa manta, pero giras el cuerpo, pones el pie en el suelo y ya se presenta, ya te da el primer tiro de gracia. Llegas hasta la ducha y continúas en esa guerra que no cesa, en esa batalla sin descanso, en la que tu no atacas, sólo te defiendes. Aguantas un poco, tocas con la mano el agua y ya en la temperatura adecuada te lanzas dentro y sienta tan bien. Tu piel se deja hipnotizar por esos grados centígrados, ese vapor que forma esa nube cálida que tanto recuerda a los sueños agradables. Cierras los ojos y te mueves en ese terreno irreal que te ofrece el agua cálida, quizá piensas lejanamente en los pequeños triunfos del hombre, ese despertar privilegiado de los seres humanos de tu tiempo. La calidez irreal bajo el grifo. Entonces te quedarías mas, pero llueve tan poco y te tortura tanto malgastar el agua que sales imponiéndote a tí mismo, luchando contra esa piel que está seducida bajo el agua irreal. Te cubres con la toalla y disfrutas de esa nube cálida que sobrevuela el baño, te vas a mirar al espejo y no te reflejas por que el vapor ha puesto un filtro que lo enceguece, hace de ese eterno mirador que es el espejo algo carente de sentido. Y pasas la mano porque te vas a mirar, porque ahora vienen unas cuántas rutinas que sin necesidad pero que siempre realizas mirándote. Cepillarte los dientes, peinarte, ponerte desodorante, afeitarte. Y pasas la mano y hoy no, hoy se va el vapor pero a los lados. No comprendes y lo vuelves a intentar, esta vez con la toalla, la pasas, la pasas justo por la zona que te refleja que es la única que hoy mantiene el vapor y nada, nada. Una vez mas, coges una toalla seca, pensando que hay agua o algo aparecido al vapor en tu mano y en la toalla primera, y sigue el vapor en la zona que te refleja y entonces giras la cabeza hacia abajo por que la toalla se te ha caido y no ves nada, ves la toalla en el suelo y una nube de vapor. Entonces comprendes, es así, no en el espejo, sino en este lado que comprendes. Ahora te has vuelto vapor. Miras, miras una vez mas, luego miras el reflejo y efectivamente, no es vapor pegado al espejo, es el espejo que refleja vapor, que eres tu. Podría haber terminado ahí. Aceptar mi condición, que la acepté, pero podría haber terminado ahí. Aceptarme como vapor, vivir en ese baño, existir a ratos, los ratos de duchas e agua caliente, pero no. Me moví, aprendí en decimas de segundo a moverme como vapor, salí por el hueco de la ventana del patio, donde dan todas las ventanas de todos los baños de todos los vecinos de este edificio. Salí, salí decidido, como si lo supiera de antemano, como si desde hace años esperara ese momento, esa transformación para cumplir un sueño. Crucé la ventana de Cristina, que se levanta a la misma hora y que tantas veces coincidimos en el portal apurados, saliendo a la vez hacia el trabajo. Y Cristina, Cristina es tan hermosa, tan deseable, tan inalcazable, con su pelo todavía mojado de la ducha, su piel que huele a buen gel y a un perfume agradable. Y es tan fácil ser vapor y cruzar esa ventana por la mínima rendija y entrar en su baño, dónde aún se ducha, y ser vapor, y abusar de mi condición y cubrir como un manto todo el cuerpo de Cristina que primero se deja mojar por el agua, que sin saber que todo ese vapor soy yo. Y me resbalo como un patinador por la piel de Cristina que ahora se pone champú en la mano y se lo lleva hasta el pelo y yo descubro a Cristina bajo el agua, a esa hora, en ese privilegio. Y no se me juzgue mal, pero eso fue lo que pasó, por eso aparecí de repente, de golpe, como un mago abrazado a Cristina, por eso su grito, su susto. Porque no conté con eso, no conté con volver a ser yo, porque si ustedes me preguntan, por mi, por mi eternamente vapor, eso si, en la ducha de Cristina.

jueves, marzo 12, 2009

El Señor Trout y su hijo Squid

Sucedió de esta manera:

En Madbar, un pueblo lejano pegado al mar, vivió aquel hombre. Un hombre bueno, como suele decir mi abuela e incluso mi madre para referirse a ese tipo de personas. Definir buen o mal hombre es tarea compleja, pero hay personas que les acompaña el adjetivo sin lugar a discusión, sin debate posible. Aquel era un buen hombre. Saltaba a la vista. Su cara era la de una buena persona, esa cara peculiar y única de las buenas personas. Así era el Señor Trout y así le trataban todos los del pueblo al señor Trout. Gente que vivía, casi todos, del mar, de lo que da el mar, pescadores que vendian lo que conseguian en las madrugadas a los camiones que venian de la capital en busca de pescado para llevar a la gran ciudad. Esa gente que lee el mar de otra forma.Como un extraño y atractivo libro con frases curvas y que se deshacen de manera irregular en la orilla. Gente que el resto del dia lo pasaba entre calidas conversaciones frente a la leña en invierno y frescos paseo al atardecer en verano.

El señor Trout vivía con su mujer y su hijo pequeño, el entrañable Squid, amigo de ciertas fantasías y lugares irreales y gran conversador con los árboles. Acompañándoles diariamente en las tareas cotidianas que tan lejos sucedían de su lugar de trabajo, el mar adentro e inculcándole a su hijo ese placer irrepetible de la lectura, esa pasión que tanto arrastraba al Señor Trout por ese vicio sano, ese arte elevado, como le gustaba decir con el pecho hinchado, sintiéndose orgulloso de esa amor. A menudo en la noche se sentaban en la mesa y el leia con pasión libros que el ya habia leido años atras o que leia por por primera vez. Que leía con un tono entre alto y delicado, como el que contiene con las palabras pronunciadas un objeto delicado y valioso. Mirando arriba, abajo, a los lados y apoyando con gestos amplios de brazos cada frase, cada puntualización, mirando al pequeño Squid, trasmitiéndole esas emociones que traducía de las páginas que Squid aún no podía comprender y que tanto misterio contenían para él. ¿Como podía ser que todo ese sucediera en aquellas páginas que su padre contenía entre las manos?. Al final de la lectura y poco antes de ir a la cama entre todos comentaban apasionados las aventuras que habian vivido los protagonistas de esos libros y se despedían con el sabor de haber vivido esas aventuras como algo personal, como algo suyo. Squid muchas veces se acostaba en la cama sintiendo que como aquel personaje, el también había atravesado el mar, él también había vivido en aquella Isla, él también había alcanzado esas ciudades de nombres enigmáticos, difíciles y extraños, pero extremadamente atractivos.

Un dia al regresar del mar, una mañana lluviosa, de mar agitado, de poca pesca y de enorme agotamiento para el Señor Trout, abrió la puerta y se encontró el rostro preocupado de su mujer. Esta le miró y le comunicó que el niño estaba en la cama, dormido, con mucha fiebre. EL médico de Madbar había pasado por allí y no sin cierta preocupación, le dijo a la mujer que aquellas fiebres eran altas, muy altas, que habría que esperar un par de días y sino salir hacia la ciudad y consultar y realizar unas pruebas porque el médico había notado algunos síntomas algo preocupantes en Squid y era incapaz de dar un diagnóstico. El Señor Trout sintió una marea, una marea gigante que golpeaba a estribor, un viento violento que agitaba las velas y movía la corriente anarquica, sin sentido, indescifrable. Entró en la habitación de Squid, le vio arropado, con los ojos cerrados, sudoroso. El hijo abrió levemente los ojos y le hizo un gesto que conmovió al buen Trout. Trout se acercó como solicitaba Squid, desde la cama. El hijo le miró con esa devoción que sentía por su padre y con la voz reducida por la fiebre y el agotamiento le dijo:

.-Papá. Leéme algo. Leeme por favor, pero esta vez quiero que me leas algo que has escrito tu.

El señor Trout pasó dias agitado, su hijo estaba enfermo, con fiebres altas que no bajaban y el queria cumpliar la petición que su hijo le habia hecho, una peticion hermosa pero una que no se sentía capaz de cumplir. "no tengo imaginación para crear una historia" se decia" me encanta leer, pero soy incapaz de crear algo" Pensaba con el mar como suelo, mientras el y sus compañeros trabajaban, entre mareas y vientos, entre amenazas de tormentas y cielos oscuros. Así pasaba los dias y las noches. Preocupado por ese niño que no cedía en sus fiebres. En alta mar, con su barca, mientras pescaba pensaba una y otra vez, buscaba en su imaginación, como un mar en el que no se encuentra pesca. Un mar donde sólo encontraba vacío. Así esperaba, como ese pescador al que apenas queda paciencia, sospechando que esas aguas no esconden nada.

Una madrugada, arropado y mientras llovia, sosteniendo una caña de pescar en la mano, sintio que el nailon tiraba duro, he pescado uno bueno, se dijo. Tiro, tiro fuerte, casi se cae, hasta que empezó a recoger. Del fondo del mar, agarrado por su anzuelo vio venir algo sorprendente. Un monton de palabras, unas palabras detrás de otras que si se iban leyendo formaban una historia, una historia que el a su vez iba trascribiendo. Comprendio que a su oficio, el de pescar le podia unir otro oficio, el de pescar palabras, pescar historias. Según recogía el nailon seguia viniendo un hilo de palabras, que formaban aquellas frases, que formaban aquella historia. Al llegar su casa, horas después entró en la habitacion de Squid se sentó al borde de la cama y habló a su hijo. Le contó lo que le habia ocurrido. Lo contó como cuando leía. Moviendo los brazos, moviendo el cuerpo. Hablando elevado a veces, despacio otras. Susurrando en momentos puntuales:

.- ... Y así, así salían unas detrás de otras. Una frase, otra frase. Así podré contarte una y mil historias, Squid. Cada vez que salga vendré con una de esas historias para contarte. Lanzaré dos anzuelos, un para la pesca, otro para las palabras. No sabes, Squid. Allí, dentro del mar están todas y las iré sacando pequeño muchacho.

A la mañana siguiente las fiebres de Squid comenzaron a bajar y Madbar siguió su vida junto al mar, un amplio y gigante mar de letras para el señor Trout.



Para Illot, que como Trout, es un buen hombre

miércoles, marzo 11, 2009

Sorel y lo real

Seguramente jamás había narrado ningún episodio real. Manejándose siempre en ficciones baratas, Sorel mantuvo durante muchos años, durante innumerables textos cierto reparo a la realidad o esa masa no tan solida que hemos acordado entre todos llamar realidad. Para Sorel narrar un episodio sucedido no tenía demasiada gracia. A Sorel le gustaban los espejos deformados, esto en aquello, aquello en esto y nada y todo terminan resultando. Había en Sorel un exceso de drama, si algo torturaba a Sorel era precisamente lo real, por eso quizá se desprendía con enorme constancia de ella. A Sorel la realidad le resultaba un lugar no inhospito pero si aburrido como todo acuerdo, algo en el que nadie esta de acuerdo, pero que se acepta para no aumentar la bronca. Sorel era un anarquista filosófico. No es que no creyese en la realidad, sino que le parecía un pacto mediocre.

Acusado por sus contemporaneos de no comprometerse, Sorel llevó durante años un diario de esa real irrealidad, como le gustaba llamarla, de la que no hablaba o de la que no escribía para componer un texto muy sintético, una ennumeración de realidades que alcanzaba a ver o que le llegaban de oidas. Un catalogo donde demostarse, not anto a los demás, sino a sí mismo, que aquello, eso de ahí afuera, realmente es una ficción, una mala ficción, escrita por un tipo que no tiene ni puta idea de contar, con mal gusto y nada de humor. "Si alguien escribiera esa realidad- decía con cierta vehemencia- jamás le hubieran comprado ese bazofia de texto. Bien visto, la realidad es un texto pésimo. Un texto fracasado" y ya borracho cuando se le preguntaba sobre el espinoso tema decía:" lancen a la hoguera esa novela. Quemenla"

Cansado de sentirse un escritor no comprometido Sorel publicó un libro de esa real irrealidad. Anotaciones de su cuaderno "sobre ese trozo de piedra de ahí afuera". las cosas que Sorel vió o escuchó son estas. Todas, absolutamente todas son reales. Sucedieron.

Son las diez de la noche. En alguna carcel de este país un tipo ha pagado por dormir amarrado a un barrote de la celda. Bien visto es un privilegiado, la mayoría de los presos ni siquiera pueden amarrarse a nada, tienen que dormir de pie.

Voy en el metro. Una mujer recibe un mensaje en su teléfono. Comienza a llorar desconsoladamente. Se le corre el maquillaje, Un mal maquillaje.

Salen de Pakistan. Pagan el dinero reunido por su familia para cruzar una cantidad casi incontable de fronteras para llegar a Londres. No saben si llegarán. Lo que si es seguro es que jamás conseguirán una vida digna y no serán aceptados en el lejano país. Siempre serán sospechosos de algo

Acaban de casarse, se han comprado una casa que llevan varios meses preparando con un amor enternecedor. El ha salido ha trabajar, cuando vuelve a mediodía se la encuentra en el suelo. Ella se ha muerto. Tiene 28 años.

Hay tres médicos que han llegado hasta ese pueblo. Hablan con el alcalde. Pertenecen a una entidad de prestigio internacional, su función durante tres años es ayudar con el sida en ese país. En el pueblo hay un médico en practicas, viene corriendo hasta el alcalde que se encuentra hablando con los médicos del organismo internacional. Interrumpe la conversación y dice: "Señor alcalde tenemos un problema con el parto de la señorita X" El alcalde sabe que la camioneta que sirve de ambulancia y con la que habría un resquicio de esperanza no esta en ese momento en el pueblo. Hace un gesto al muchacho de resignación y dice que nada se puede hacer. El chico, que acaba de terminar la carrera se da la vuelta.

Recogen a la niña. Siguen el protocolo acordado. Se sienten extraños tan lejos de casa. Miran a la niña con una mezcla de fascinación y cariño. Ella mira las pequeños manos, pregunta porque tiene esas heridas, esas marcas. Le contestas que eran de cuando la ataban, junto a las otras como ella.



Así Sorel rellena muchos cuadernos. En el último recoge una reflexión con el que marca punto y final:

Renuncio


A partir de ahí comienza su etapa mas surreal. Si entra el termino

martes, marzo 10, 2009

Chicos en vacaciones

¿No lo recuerdas?. Me recogiste en el aeropuerto. Jamás había estado en esa ciudad. Jamás había estado en ese país y desde que aterricé estaba sumido en esa sensación de estar rodeado de un lugar desconocido y nuevo, tan lejano. Era media mañana y hacía una temperatura increíble. Me gusta el verano, las mañanas de verano en las que todo parece recién hecho. Ibamos en el coche apenas había podido dormir en el avión y entre el cambio horario y la novedad del lugar me sentía como desplazado no ya sólo física y mentalmente, sino desplazado universalmente, este era mi planeta pero podría haber sido cualquier otro. Nos paramos en un parque inmenso, con mucho césped y árboles a lo lejos que abrían diferentes caminos a la montaña que arrancaba justo ahí. Nos tumbamos en el césped, yo apoyé mi cabeza en la mochila y empezamos a hablar con los ojos cerrados, dejando que la vista se llenara de ese amarillo curiosísimo que da la luz del sol cuando se cierran los ojos de cara a el. Unos niños estaban sentados en un banco cercano, uno de ellos hablaba de un episodio paranormal que había sufrido dos noches antes y que resultaba poco creíble. Luego se levantaron y comenzaron a caminar despacio, iban en bermudas y se acercaron hasta una fuente que estaba aún mas cerca de donde estabamos tumbados. Nosotros a trozos íbamos actualizando nuestras vidas. Me gustó tanto ese parque, esa mañana de verano. Estaba tan vacío y era tan amplio, me resultaba tan extraño haber estado tantas horas en el avión y de repente estar tumbado en ese parque, en medio del verano con esos muchachos de vacaciones que no tenían absolutamente nada que hacer salvo caminar y dejar pasar las horas, porque mañana sería igual, y así hasta septiembre. y pensaba que lo sensato sería detener el tiempo y quedarse ahí en ese parque en una mañana de verano infinita, nosotros lanzados en el césped, mi cabeza apoyada en la mochila donde había un regalo para ti que aún no había sacado porque estaba viéndolo todo amarillo, ese amarillo oscuro que da el sol en los ojos cerrados. Uno de los chicos bebió agua mientras el que había visto esa luz anaranjada y enigmática sobre la ciudad desde su habitación seguía narrando ese episodio inventado, un tercero miró al que bebía y sigilosamente se acercó a la fuente, hizo un gesto que acompañó con una sonrisa adorable y salpicó a todos con el agua que salía en ese instante de la fuente. Nosotros ni siquiera hablamos, nos quedamos mirando el agua saliendo de un lado para otro, las risas y los insultos sanos de unos a otros. A lo lejos, casi en la acera donde empezaba el parque pasaba una mujer que por la distancia se veía reducida, caminaba con ropa deportiva que claramente estrenaba y resultaba lejana, inventada. Los muchachos estaban empapados. Se quitaron las camisetas y volvieron al banco. Subía el calor según avanzábamos al mediodía. Propusiste ir a algún sitio a tomar café pero yo te dije que prefería quedarme ahí, que estaba cansado pero que tampoco quería ir a dormir, que ese era el sitio perfecto. El niño de la experiencia paranormal seguía a lo suyo, tanto insistía que empecé a pensar que era verdad lo que había visto y de ser verdad realmente aquello era una visita bien lejana porque la narración era alucinante. Me levanté a por agua en la fuente y tu me acompañaste y no lo pude evitar, con la mano cogí cuanta agua pude y te empapé. Los chicos nos miraron primero alucinados luego sonriendo, yo hice gestos a uno de ellos, que se acercó y me acompañó en empaparte, luego vinieron los otros y nos estuvimos mojando tremendamente todos. El chico que había visto un ovni o lo que coño fuera que había visto se tropezó y se dio un golpe que nos provocó mucha risa a todos, el muchacho al principio se enfadó un poco pero en seguida también sonrió. Algunos minutos después todos estábamos completamente mojados y nos unimos a ellos, yo le pregunté al muchacho que nos narrará bien aquella visión que había tenido. Comenzó a contarlo. Tan buena fue la narración que terminamos subiendo todos la montaña para tratar de encontrar el sitio donde había visto la luz lejana. Fue así, como terminamos abducidos en esta nave y si, quizá tenga yo la culpa, pero no me culpes a mi, culpa al jet lag, al verano, a estos muchachos. Llevas dieciocho años inconsciente, al menos ya has vuelto. Ellos nos prometen que algún día nos llevarán de nuevo a casa

lunes, marzo 09, 2009

Historias en el otro lado

Es difícil ser honestos constantemente, pero salieron a las siete de la tarde de aquel edificio con la idea de ser honestos, al menos con ellos mismos. En esa honestidad evidentemente iban a ser deshonestos a otros, pero la honestidad tiene algo de parcial y de injusta. Se desviaron por una carretera al azar mientras se alargaba casi agónico la luz de sol de aquel atardecer del principio de la primavera. No se trataba de alargar el futuro, de contarse las vidas, se trataba de un asunto absolutamente mas primario, pero si cabe mas profundo. Luego está la realidad o eso que llamamos realidad, ese sitio con sostenido con columnas, de los planes futuros, de las horas cómodas, del sosiego, pero aquí se trataba de las vísceras, del ritmo cardiaco, del pulso, de esa zona donde sale el aliento, de ese suspiro profundo de cuando se corre en medio del bosque y de la noche. Se trataba de ser honestos a eso también, al lobo, que también habita ahí, dentro, entre nosotros. Se va haciendo de noche y el habla, prefigura un lugar fantástico dónde le gustaría que hoy sucediese todo. Un lugar en el que se cruzan unas puertas custodiadas por un animales mitológicos y dentro hay destellos y ciertas compuertas enigmáticas que hoy tiene unas enormes ganas de abrir. Ella calla y escucha, le gustaría no detener el coche en los próximos seiscientos años y el sube la montaña mágica abriéndole con sus palabras paso a ella para que descubra que en el otro lado también se vive y ella sabe que volverán, mantiene el aliento para no olvidar y no perder el camino de vuelta. De algún modo el ejerce de hipnotizador, pero no solo para ella, sino para él también. Cuenta de 10 a 0, pero con la idea de que sean ambos los que cierren los ojos. y los cierran en medio de la carretera. Detienen el coche en medio de ese espacio infinito, en medio de la noche. Aparcan el coche bajo un árbol y el narra un poco mas y ella ahora si ha olvidado el camino de vuelta, entra la luz brutal del la noche cuando se está en medio de la nada, esa luz que se olvida en las ciudades, esa luz nocturna que da el cielo oscuro. El ve la cara de ella, ese claro oscuro en el que no encuentra todos los rasgos que siempre ha mirado desde su mesa y se acerca y la besa y ella se deja llevar y mira de nuevo su cara, blanquecina en algunos puntos determinados por esa luz que entra de fuera, de la noche, esa luz que da un lugar acojonántemente lejano de nombre desconocido y que vaya uno a saber si sigue emitiendo luz o es una luz que llega con años luz de retardo. Esa luz da en algunos puntos precisos de su cara y el mira con esa cercanía extraña que se tiene cuando se besa, esa cercanía que da otra cara. Y se vuelven a besar y ella hace rato que olvidó no ya el camino de vuelta, sino conducir incluso, cualquier eco de la vida previa. Y mueven torpemente los asientos, los lanzan hacia atrás, acomodando todo de manera que puedan hacer el amor en esa situación que tiene mucho de incómodo. Entran en juego las vísceras, ese aliento contenido durante meses, salen los lobos, el pulso retenido y se dispara. Es viernes y están parados en un lugar en medio de la nada. Afuera hay silencio. No pasan coches. Hay lugares que pueden resultar perfectos para historias finitas pero interminables.

Y un día llegó el lunes y después del lunes el martes.....

Para ellos, que jamás lo leerán


domingo, marzo 08, 2009

Un día. Hoy

Fue en verano. Un mediodía de un sol tremendo. Ella tomaba sangría mirando al mar desde esa terraza con mesas, abajo en la playa un grupo de niños jugaban un partido de futbol, varias parejas pasaban de un lado al otro. Unos tipos mantenían con enorme habilidad la pelota muchísimo tiempo sin tocar el suelo, pasando de una raqueta a otra, como un viaje casi eterno, un ir y venir hipnótico. Un tipo leía un best seller olvidable y una chica leía con atención un libro pequeño, seguramente un cuento, de Pessoa con la atención de quien conoce al diablo en ese lugar improbable para conocer al diablo. Ella miraba, llevaba una blusa blanca y tenía el bolso apoyado en el suelo. Gafas de sol de buen tamaño donde escondía la mirada que algunas horas después conocí. Yo me había bañado, había nadado un buen rato sintiendo que mi brazada según avanza el verano gana en profundidad. También había sentido una paz común pero siempre agradable en el fondo del mar, entremezclándome torpemente con un montón de peces que me hubiera gustado llamar por su nombre. Subí hasta la terraza, pedí una cerveza y me senté en una mesa cercana. Hasta ese instante no me había percatado de su presencia. Pero cuando me trajeron la cerveza la miré y recuerdo con precisión lo primero que pensé:"Que señora tan elegante". El tiempo avanza despacio en verano. La cerveza la bebía casi con la misma lentitud que ella la sangría. Disimulando despiste iba ojeando su comportamiento. Miraba siempre con atención, como quien reflexiona cuidadosamente lo que sucede. a veces miraba el partido de futbol, una pareja pasando a ritmo acompasado por la orilla, mojando los pies y hablando seguramente de cosas banales y extremadamente agradables. A veces miraba la luz del sol como quien mira la hora, pensando en algo que no sucede en el presente. Pasado un buen rato pidió la cuenta, yo miré la hora y pensé que era la hora perfecta de subir al apartamento donde estaban mis amigos durmiendo la borrachera de la noche anterior, seguramente despertando para hacer algo de comer y planificar la tarde seguramente basada en lo mismo de los días previos. Alcohol y demás. Pagué mi cerveza y ambos salimos casi a la vez de la terraza y nos desviamos por el camino que daba a la parte del parking de la playa.

Creo que me interesa poco recordar como fue el encuentro, como terminamos hablando aquella mujer y yo, pero media hora después íbamos por la carretera de la costa, escuchando una música delicadamente suave y hablando de la música que a mi me gustaba, contándole porque había terminado pasando esos días de verano en esa zona. Recuerdo la luz del sol inigualable del verano, mediodía en esa carretera, ver los lugares de veraneo, las playas a lo lejos con gente chapoteando, como pequeñas partículas, la orilla de la playa. Sentí una especie de felicidad o casi euforia y ajeno a mi personalidad habitual hablaba con enorme seguridad con aquella mujer por la que ya en ese instante sentía algo desorbitado, poderoso, asombroso. Una extraña fascinación cuando giraba la mirada y la veía conducir con una seguridad incomprensible, relativamente despacio. Comimos en un lugar que en aquella época jamás hubiera podido pagar. Tomamos café en una pequeña terraza en una playa escondida y casi increíble. Pasamos la tarde hablando, básicamente de mi vida. Como debe ser en estos casos cuando atardecía en aquel lugar y ya afectado por unos cuántos gin tonics confesé torpemente cierta atracción y ella sonrió. No dijo nada. Sentí un golpe enorme de vergüenza y sentí un terrible ataque de inseguridad, una sensación profunda de ridiculo. Creo que primero traté de disimular preguntándole por su vida de la que evidentemente apenas me contó nada y luego guardando un silencio que era incapaz de romper. Cuando el sol se había metido, me miro con la misma amabilidad de todo el día, la misma distancia serena y agradable y me dijo que si nos íbamos de allí. Confirmé casi sin hablar, hubiera deseado volver a nado o caminando por la carretera pero no volverme a montar en ese coche, pero mi misma verguenza no me dejaba hacer nada mas. Nos montamos en el coche. Hicimos el trozo de carretera estrecha y que salía a la carretera principal en absoluto silencio. De repente ell puso música, era tan increíble aquella música que le pregunté que era lo que sonaba, por supuesto no lo retuve, siempre he tenido una memoria terrible para los nombres. Ella entonces me dijo que dónde me quedaba, que me llevaría hasta donde estuviera durmiendo. Indiqué, pero me quedé en el desvío, a algo mas de medio kilómetro del apartamento, quizá para que estos no me vieran bajando del coche, quizá por reducir ese trayecto insoportable, quizá para comprender. Al bajar me dijo, algo que sólo hoy, diecinueve años después he comprendido:

.- Ya nos volverémos a ver. Entonces comprenderás

Y fue...

sábado, marzo 07, 2009

Dogville

Joder. Me he despertado y era Jaime Hernández Del Campo y eso es fuerte. Esto es desconcertante no ya sólo por el hecho de arbir los ojos y ser otro, que ya un asunto tremendo y rotundo, sino por el añadido de ser ese individuo. Ese preciso. Podría haberme despertado y ser Ana María, José Manuel, Alfredo Ramirez, pero no. Soy otro y encima soy Jaime Hernández del Campo. Porque si hay algo tremendo es ser Jaime.

De Jaime se pueden decir miles de cosas, además de la nueva característica descubierta que es la de usurpador de cuerpos. Jaime, eternamente Jaime y ahora encima Jaime soy yo. Desde esta mañana encima, presente, completo. Si algo hubiera deseado en mi vida es no saber nunca mas de Jaime, no verle mas. Hacerle invisible. Y hoy el espejo me devuelve a Jaime. No sólo soy Jaime, voy dentro de Jaime. Ahora soy su crueldad, su vacio, su indiferencia al dolor ajeno. Ahora soy Jaime el cretino, el odiado, el terrible. Jaime y su astucia, su intelegencia dirigida a la manipulación. Soy ese. Desde esta mañana soy ese. Y ser Jaime es ejercer veiticuatro horas al dia. Quien rodea a Jaime le tiene presente siempre. Su amenaza, su despiadado verbo, su terrible manera de actuar. Jaime maneja y dirige a su antojo, desde hoy manejo y dirijo desde mi condición de Jaime. Ajeno a las tragedias de los otros, viviendo de la moral ajena, del dolor cotidiano de la masa humana. Gobierna Jaime desde él hacia el mundo, con él como punta de referencia. Soy ese. El que dicta y manda. Soy Jaime el que odié, el que quise derrocar, el simbolo a tumbar, a deshacer. Y abrí los ojos y soy Jaime. Jaime, ¿me entiendes? Soy él. No hay vuelta atrás, cariño. No hay vuelta atrás. Así que hazlo y calla

viernes, marzo 06, 2009

Pruebas y estudios microscópicos

Un colegio realmente es un experimento extraño con el tiempo y las posibilidades. En un colegio se juntan vidas en potencia, un abanico enloquecido de posibilidades y de variaciones. Como punto de salida todos esos microbios casi en creación pueden ser observados para una análisis posterior de como el azar y la decisión inconsciente juega mas fuerte en cada destino que la conciencia y lo racional. Muñecos manejados por el tiempo que no sabe y no conoce de futuros. El tiempo juega única y exclusivamente un partido, el del ahora, el del justo ahora. Descendamos a un patio de un colegio cualquiera en medio del planeta- Es la hora del recreo, es viernes. Microbio K se cruza con Microbio N. Marquemos ese instante para nuestro estudio posterior. Inscribimos la hora de este encuentro. Observamos que hablan de detalles aleatorios. un examen suspendido, por ejemplo. Microbio K inconscientemente ve la fugacidad de Microbio N, Microbio N está ahí pero no está. Microbio K de alguna manera se enfrenta al destino con silencio, como si en ese mutismo se entregara a ese ciclón irracional que es el paso de los días. 16 años después juntamos a Microbio K y Microbio N. Los buscamos con el microscopio.. El desplazamiento de ambos ha sido opuesto, ni siquiera opuesto, porque lo opuesto tiene un vestigio de semejanza, el desplazamieno de K y N ha sido caótico uno respecto al otro. No hay leyes aplicables que entrelacen sus desplazamientos temporales. Mientras microbio N ha seguido una línea casi recta,con picos esporádicos de agitación. La de Microbio K ha sido curvilínea e imprecisa, a ratos casi no hay marca. Ahora se juntan en un terreno lejano a ese patio de colegio donde hemos anotado el encuentro primero de ambos microbios. No hay ninguna semejanza entre el primer encuentro anotado y este en el que nos detenemos para la observación de nuestro estudio. Si aquel primero sucede en un patio de colegio, este sucede en el salón de una casa. Muy lejano espacialmente de aquel patio del colegio. Ambos tratan de comprimir el tiempo, el paso del tiempo para comprender, si puede ser, si hay posibilidad la realidad lejana y desconocida del otro microbio. Mientras que para Microbio N el tiempo tiene algo de acordeón, para Microbio K el tiempo tiene algo de sonido. va cayendo, cayendo hasta hacerse imperceptible, pero existir, existe. El presente, para K, esta siempre presente, aunque sea inaudible. Para K microbio N es casi lo que había prefigurado, para N microbio K es una variación casi cubista de lo intuido en aquel patio del colegio. Ambos se encuentran no sólo con la realidad del otro microbio sino con las variaciones del que habían imaginado para el otro. Para N microbio K es K y su previa visualización de lo que el creía que podría ser K pasado el tiempo. Eso mismo sucede en K con respecto a N. Sin embargo, por debajo, casi sin ser visible, para K y N todas las variaciones no son en el fondo mas que pequeñas variaciones. So observamos K y N mantienen un diálogo, no identico, pero basado en las mismas constantes al diálogo del patio del colegio. EL tiempo movió a su antojo sus presentes, pero K y N, en el fondo son K y N. Lo variable es el destino o esa cosa inexistente y rara que llamamos destino. En cuánto a K y N y la influencia del tiempo y el jugueteo de este con sus vidas ambos sienten un precipicio inexplicable frente al otro. Microbio N gira y se separa, de nuevo, de Microbio K. El tiempo sigue a su antojo marcando estaciones. N sin embargo piensa en K, K piensa en N: ¿Y si nada hubiera sido así, como ha sido?. N camina, K se queda pensando. Pasan los minutos el presente les desplaza, de nuevo, siempre. Nadie sabe nada.

jueves, marzo 05, 2009

En el último minuto

El capitan indicó posiciones. Hizo un discurso breve sobre como era la estrategia de ataque y concluyó con una frase rotunda con la intención de dar ánimo "el empleo de batallas para ganar el fin de la guerra es la esencia de la estrategia". Me agaché en la trinchera, escuché las primeras explosiones a lo lejos y vi a Román salir por un lado. Recordé la esencia misma de nuestro ataque. Estratagémico era el termino usado por el general y así nos lo trasmitió Del Campo. No había que descuidar detalle para no perder la posición del enemigo, que astutamente se habían divido en tres para parecer una división de dos. Atacarían, eso era de fácil deducción por este y oeste, pero tras la tropa del oeste venía una tercera división, y eso todos lo sospechábamos, mas fuerte y mas armada. El objetivo era alcanzar el campo de batalla de manera que expandiéramos la concentración en círculo fuera del alcance de las líneas enemigas. Advirtiendo que no eran dos, sino tres los grupos a atacar, ese círculo de mayor alcance abarcaría todas sus líneas de ataque. A nivel personal sentí vértigo. Bien mirado había las mismas posibilidades de vencer que de salir derrotados. En cualquier caso derrota y victoria suponen muchas bajas.

Vi a Augusto salir, ordenado hacia el frente, yo debía aguantar en segunda línea. Augusto me miró y se despidió con un leve gesto de ojos. Ambos comprendimos que la siguiente vez que nos viéramos todo esto habría acabado. Partió, a partir de ahí poco mas recuerdo. Todo sucedió en una enorme agitación. Creo recordar que cumplimos a rajatabla el plan. El General Castillo no cambió ninguna orden salvo en el instante final que a la segunda línea la mando al frente bordeando el campo de batalla. Al tercer grupo enemigo le dimos alcance por detrás y tuvieron que rendirse. Desde entonces se convirtieron en nuestros rehenes. La batalla fue memorable. Yo disparé varias pelotas de goma porque en algún momento destrocé mi tirachinas. Cuando me quedé sin municiones, recurrí al balón de Pepu para aniquilar a Juan Ramón. Fede hizo un amago de trampas, pero hasta los de su equipo se lo recriminaron. Fede dijo que no estaba muerto cuando todos habíamos visto que Tomás le había exterminado con la pistola de agua. Así, dejando al Pelos y a Barriga como rehenes conseguimos ganar aquella memorable batalla de una tarde de verano. Estos quisieron la revancha con partido de futbol, pero también les ganamos. Eso si, en el último minuto.

miércoles, marzo 04, 2009

El eco

Camina conmigo. Ven sígueme. He dejado las calles vacías para ti, he dejado esta tenue luz para que vengas conmigo y lo recorramos todo. Ven agarra mi mano y subamos esta avenida por donde no hay nadie. ¿No ves todas esas luces apagadas?, son para ti, para que sientas que es todo tuyo. Cada esquina, cada edificio, cada acerca. Ven, vamos. Esta noche no nos cruzaremos con nadie, porque no hay nadie. Estamos tu y yo. Tu, yo. Ven acércate, Sigue estos pasos que son mis pasos, que son tus pasos. Vamos, que nadie nos verá. Ahora crucemos en esta esquina, sigamos por aquí. Es tan rara así la ciudad, tan quieta, tan en silencio. Camina conmigo, camina. Ahora esta calle. Los pasos retumban como un ritmo ajeno. ¿Quien mas puede escuchar estos pasos? La luz delgada, la luz casi inexistente que nos marca estas sombras que son casi la continuidad de este suelo eterno que es el cielo. Ven, no te separes. Sigamos. Mira las ventanas, están tan apagadas. Ni una sola luz. Nadie, no hay nadie. He dejado esto vacío para ti. No hay eco porque el eco soy yo, no hay sombra porque la luz apenas crea y todo es una sombra. Somos sombras, somos tu y yo recorriendo esta sombra. Vamos, sígueme que no hay nadie, nadie te verá hoy conmigo, vente. No hay que esconderse porque esta todo escondido. Cada calle, cada esquina es nuestra porque esta ciudad no existe. Vamos sígueme que me sigo, que te sigo que sigo. Vamos vente que soy yo, que esto está vacío, que no hay nadie que somos tu que eres yo, yo que voy y sigo, ahora sigo, me sigo. Esta ciudad vacía, recorre conmigo esta ciudad vacía, sígueme, que nadie viene. Que soy yo solo, que sigo solo, que estoy tan solo. Que no hay nadie, ni tu, porque eres yo y ni yo vengo.

El principio

Se acabó

martes, marzo 03, 2009

Al final no hay final

El escritor mediocre o pésimo escritor, quería escribir una historia de la que no tenía final y ciertamente el asunto le tenía obsesionado porque era, en ese fina, dónde debía resolver su siguiente texto. Así que el pésimo escritor busco el final con angustia, con desasosiego, entre finales existentes y finales por existir. Se lanzó entre lineas y conclusiones en busca de eso que debía dar cierre a su siguiente texto, la última frase, el cierre, el punto y final. Así pensó que lo mejor sería arrancar el texto, ir desarrollándose con el, como básicamente sucede en la vida, que se va, sin pruebas, sin correcciones hacia adelante, en busca de un final que siempre se desconoce. El pésimo escritor arrancó con energía, sin saber, sin conocer donde terminaría aquel texto. De algún modo el texto se convirtió en eso, un montón de frases en busca de final, una hilera de palabras que se empujaban enloquecidas hacia un final desconocido. Aquel texto, bien mirado, tenía mucho de suicidio, porque lo que buscaba era encontrar el final por si mismo. El escritor lanzó aquellas ideas, con cierto desorden, empezando a ser superado por la ansiedad de conocer ese final que no encontraba, que no llegaba. Buscó, buscó una y otra vez. Cada frase sentía que podía ser la última, tecleaba en el ordenador y cada tecla que pulsaba pensaba que quizá era esa, definitivamente, la primera letra de la última frase, pero no. No llegaba. por mas que esperaba, por mas que buscaba final, el final no aparecía. En un arrebato de rebeldía pensó ponerse en pie y dejar un final abierto. La vida, concluyó, sólo termina con la muerte, pero las historias, las cosas que suceden a lo largo de la existencia no tienen final, van en lenta transición de una cosa a la otra, pero un final, claro y preciso, no lo tienen. Pensó en eso, resolver con final abierto, escoger una frase dónde ya todo estuviera contado y detenerse, en seco, frenando de golpe y obviar el resto, que el lector, si es que alguien realmente iba a leer eso, imaginase, completase el resto, pero finalmente desistió, si algo tenía aquel texto es que debía encontrar un final fuera como fuera. Se detuvo cuando creyó que lo que faltaba era únicamente la frase de cierre, la que concluyese todo aquello. Releyó lo escrito y pensó que era en ese punto don

lunes, marzo 02, 2009

Fue culpa de Bob Marley

A la tipa le gustaba Bob Marley y yo dije que a mi también para gustarle a la tipa. Realmente no es que no me guste Bob Marley, pero me cansa que lo hayan destrozado. Hay figuras que sufren esa especie de tortura de un éxito que no eligieron. Por suerte para ellos a muchos les alcanza todo esto ya muertos. El caso es que tarareamos borrachísimos algunos de los grandes éxitos del bueno de Bob hasta las tres de la mañana. Esa noche hice varias cosas por primera vez, pero la que mas recuerdo fue probar tabaco de mascar, que es de las cosas mas desagradables que he hecho en mi vida. Estaba tan borracho que caminaba por la playa a golpes bastante heroicos y camino de la carpa donde dormía junto a un amigo decidí desistir en tratar de llegar, me lancé a la arena y desperté unas cuántas horas después cubierto de arena y rodeado de niños que jugaban al beisbol. Si mal no recuerdo yo era la almohadilla de la tercera base. Pero por la noche, cuando acababa justo de caer el sol, hablaba y bebía con esta chica de otra ciudad que también dormía en una carpa con una amiga, que escuchaba compulsivamente Bob Marley y que hablaba de los signos del zodiaco con un conocimiento desorbitado. Yo soy acuario y casi destroza mi autoestima con definiciones generales de la gente de mi signo zodiacal, luego supe que su ex-novio, que la había dejado no por otra, sino por otro, era del mismo signo que yo y comprendí que en su interpretación había un grado elevado de resentimiento. Sentí alivio pensando que a pesar de ser acuario mi vida aún tenía salvación. Seguimos un buen rato hablando, cantando Bob Marley en un idioma irreconocible y acercandonos torpemente al borde de los brazos del otro. Nos besamos y sentí eso que siempre siento cuando estoy borracho y me beso con una borracha: un desagradable sabor a alcohol que se diluye con cierta velocidad, o a la velocidad exacta de la costumbre. Nos terminamos acostando y terminó resultando un polvo bastante agradable, aunque los polvos, por alguna razón, siempre terminan siendo agradables. Creo que le pedí el teléfono y no me lo dió. Creo que volvimos a cantar Bob Marley y que paseamos por la playa, que encontramos una fiesta de unos tipos de su ciudad, que nos juntamos con ellos y que seguimos bebiendo. Creo que nos despedimos porque yo me caía y decidí volver a la carpa donde mi amigo dormía desconsoladamente una borrachera inolvidable. No llegué, sucedió que me lancé a la arena y desperté siendo la tercera base. Al comprobar mi estado un domingo de mañana en una playa del caribe, decidí levantarme justo cuando uno de los niños había bateado para empujar la carrera definitiva . Se formó una tremenda discusión en la que participaron hasta los padres de los niños, pero en las reglas del Beisbol nunca se había planteado la desaparición repentina de la tercera base. El grado de indignación de algunos padres y los evidentes signos de violencia que casi me alcanzan hicieron que tuviera que volverme a tumbar en el suelo, para marcar, inamoviblemente, la tercera base hasta el final del encuentro. Acepté por varias razones, entre ellas las ganas de vomitar y el dolor de cabeza insoportable que me azotaba. Cuando estaba en el suelo la vi pasar, con signos evidentes de la borrachera de la noche anterior. Se acercó a saludar y por supuesto no me moví del suelo, la ví elevada sobre mi, a metro y setenta de mi.

.- ¿Que haces ahí?
.- Soy la tercera base

Me miró como se mira a un perro callejero con las horas contadas, a un perro callejero que ves cruzar una calle en el instante exacto que el semáforo ha cambiado a verde. Un perro callejero del que sabes que terminará sus dias con los huesos sobre ese asfalto.

.- Nosotras ya nos vamos.

Hizo el gesto como para que yo me levantara y me despidiera, pero yo era la tercera base y ese montón de padres y niños enfurecidos me habían presionado de tal manera que yo de ahí no me movía. Así que sin moverme del suelo, mirando hacia arriba, donde justo delante del sol podía ver su casa y esporádicamente sus pechos, lancé, desesperadamente mi último intento.

.- ahh, ¿Te vas ya?. Y bueno, ¿ Me das tu teléfono?. Así te puedo llamar algún día.

Por sorprendente que parezca me había enamorado. No me iba a mover, lo fácil hubiera sido levantarse, rebelarse contra esa violencia deportiva que se había formado alrededor de la figura de almohadilla humana que era la tercera base, pero no lo iba a hacer. Ella me miró casi indignada, se giró y siguió caminando bajo un sol que a esa hora ya era durisimo y quemaba. en el preciso instante que se giró el cuarto bate metió una linea durisima. El muchacho que estaba en segunda base, salió lanzado hacía el home, clavando su pie en mi abdomen a su paso por tercera. Le ví entrar, en ese instante el equipo ganaba definitivamente el partido. Celebré la victoria, por alivio y porque aún me daba tiempo de salir corriendo y dar alcance. Me levanté corriendo mientras el equipo B celebraba la victoria, corrí por la arena de la playa, distinguí su figura a lo lejos y para animarme comencé a tararear:


I had to run like a fugitive just to save the life I live
Im gonna be iron like a lion in zion


Hoy tenemos en el salón de casa un Bob Marley de tamaño natural. Nuestros hijos se llaman Robert Nesta Leprince Y Bob Leprince.

Mi lista de blogs

Afuera