miércoles, marzo 18, 2009

Río de transfiguración

Le gustaba bajar al río porque había nacido en una ciudad con Mar. Le gustaba sentarse en uno de esos bancos y mirar ese ir del agua, la corriente con su ritmo variable y recordar el Mar. No era cuestión de comparar, porque realmente son incomparables, pero para él nada como el mar, se decía con nostalgia. Se sentaba en la orilla, en ese banco que ya sentía casi como suyo y dejaba pasar la tarde: El tiempo y la corriente. Cuando ya casi anochecía se levantaba y caminaba de vuelta a la habitación. Lo hizo tantas tardes que se convirtió en algo rutinario. Aquel día se quedó mas tiempo, mucho mas tiempo de lo habitual y descubrió que en determinado momento el ambiente de la zona cambiaba por completo. De ser un lugar apacible a media tarde, llegando la madrugada se iba convirtiendo en un sitio agitado, de movimiento, de música desde los coches, de alcohol. Se quedó para descubrir todo el proceso de transformación y porque al día siguiente no iría a la universidad y porque por primera vez desde aquello, desde lo de Pilar, sentía ganas de hablar con otros, de mezclarse con gente fuera de clase. Se quedó sentado viendo la llegada paulatina de gente, de coches, de música. Trato de identificar el estilo de músicas que se iban mezclando. La zona de repente estaba con mucho movimiento y se levantó del banco y comenzó a caminar con el anonimato que da la noche y el bullicio, nadie reparaba en el caminando entre los grupos de gente, entre las risas y el bullicio. Un poco mas adelante se apoyó en la barandilla que daba al río, vio de nuevo la corriente que de alguna manera había cambiado de ritmo también y se asemejaba al ritmo que venía desde los altavoces de uno de esos coches. El reflejo de las farolas en el agua ahora cambiaban ese tono melancólico para convertirse en un juego de luces parecido al de las discotecas. Giró, miró los grupos y se quedó mirando a una chica que a unos cien metros sonreía y hablaba haciendo gestos en un grupo de unas seis o siete personas, le daba la luz de la farola que bien podría seguir su camino hasta el agua y seguir jugueteando rítmicamente con la corriente que pasaba de largo. La miró y supo que jamás hablaría con ella y decidió volver a la habitación. Llegó a los veinte minutos. En la habitación de al lado una pareja hacía el amor, apenas había hablado con ese chico que vivía ahí, pero alguna vez le había visto entrar con esa chica de la que ahora escuchaba unos lejanos gemidos. Recordó a Pilar y miró por la ventana cerrando los ojos y suspirando. Ese era el ejercicio mas eficaz que había logrado encontrar para diluir todo aquello cada vez que, como un dolor de cabeza, aparecía. Siempre que sucedía cerraba los ojos y se diluía Pilar, todo aquello de Pilar. Se había creado una rutina exhaustiva, rígida para evitar cualquier vestigio. Sabía que tampoco era en la represión donde se encontraba el remedio, pero al menos ahora eso era lo que creía debía hacer. Se giró, abrió los ojos y descubrió que en la habitación de al lado todo había terminado. Ahora no llegaba nada o llegaba un profundo silencio. Imaginó los ritos, los silencios, la quietud, los ojos cerrados, el leve sueño, la siesta breve del orgasmo. Luego ya llegarán las palabras, pensó. Uno de los dos se levantará y se vestirá y propondrá bajar, ir a comer algo mientras el otro seguirá en la cama reaccionando, volviendo lento. Recordó a la chica que gesticulaba en el río. Pensó en uno de sus gestos, en ese gesto preciso que hacía con la mano izquierda, mientras con el labio pronunciaba algo que jamás sabrá que palabras contenía. Pensó en el río, en la corriente. Se sentó en la cama con la luz apagada, respiro. Al lado, ya hablaban, ¿Quien de los dos se estaría vistiendo?¿Quien de los dos estaría aún tumbado?. Miró por la ventana, pasó un coche, por la acera de enfrente un tipo de traje caminaba a muy buen ritmo, se perdió al final. Todo seguía la corriente, todo. Hasta Pilar, todo aquello de Pilar. Sólo había que esperar pasar el tiempo, la corriente. El tiempo, los segundos: El río de la transfiguración

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me entró un ataque de nostalgia. Hasta por Pilar y todo aquello que nunca sabré.


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