jueves, marzo 30, 2023

El regreso

  JS volvió a su ciudad después de una década sin visitarla y década y media desde que se fue, dejando atrás conflictos sociales y políticos que se le escapaban a su voluntad, buscando, en otro continente, una nueva forma de vida. El viaje de regreso (va de visita por un mes), es largo. Una suma de horas, que con la confusión de cambios horarios se convierte en una forma precaria de viaje en el tiempo. Cuando aterriza en Bogotá, cansado y desubicado, se queda unas horas esperando para una transbordo hacia Caracas. Hay algo en el aeropuerto de Bogotá que lo conmueve, no es algo concreto de ese edificio incomprensible por dentro, es más bien una atmósfera, que le empieza a otorgar al momento la sensación de Bienvenida, de regreso, de llegada. Está excitado, eufórico, por qué no decirlo: contento. Es la forma de alegría primigenia, volver al lugar donde naciste puede parecerse, de un modo llamémosle poético, a volver a nacer o recuperar un tiempo que ha estado una década detenido. Como si un reloj se hubiera parado y arrancase de nuevo diez años después. Visto así, piensa JS, el tiempo son la suma de distintos tiempos que no necesariamente corren a la vez. Intenta dormir sentado en un incómodo banco de la zona de la puerta de embarque, quiere recuperar fuerza para aprovechar, según llegue a su ciudad, cada segundo y no perder tiempo en cansancios y dormir más de la cuenta. No logra dormir profundamente, pero sí se mantiene un buen rato con los ojos cerrados, imaginando formas de reencuentros que tendrá en un dia largo. Piensa velozmente en esos quince años desde que salió, en sucesos inconexos y secuencias lógicas que le han ido dando forma a su nueva vida: las cosas no han ido nada mal, concluye. Se pone incluso analítico, casi estadístico, compara su situación al salir del país con el momento presente, incluso calcula ganancias y ahorros, la posición económica actual contra aquella que tendía a lo muy deficitario cuando dejó atrás su ciudad natal. Todo esto lo hace con los ojos cerrados, intentando ganarle tiempo al tiempo en esa vorágine de tiempos que son los viajes intercontinentales. Una voz anuncia el vuelo a Caracas. Se pone en tensión, pero una tensión amable, está rozando la euforia. Coge su mochila, respira profundo y se pone en pie. Mira el reloj sin saber muy bien si esa hora se corresponde con la del presente, lo que quiera que sea el presente después de un vuelo largo y varios cambios horarios.

 En el avión logra dormir, probablemente sueñe, pero jamás lo recordará. Piensa, eso sí, que de alguna manera, desde el despegue en Madrid o incluso desde que cerró la puerta de su casa de madrugada, dejando dentro a su familia durmiendo arropados, todo sea una forma peculiar de sueño también. Todo eso lo piensa mientras el avión va descendiendo hacia las pistas de aterrizaje de Maiquetía. Por la ventanilla ve el brillo del sol sobre el Mar Caribe. Abajo, las formas de la costa anuncian los límites de su país, esos que estudiaba en geografía. Cuando descende la escalera hacia la pista, siente la humedad única, exclusiva y que tanto ha evocado, de su país. Es una humedad que parece tener una forma especial, una humedad que llevaba quince años sin sentir, el calor, en medio de esos días de invierno europeo, le dan ganas de saltar. Detesta el frio y sentir calor en medio de los primeros dias de enero le desborda, pero contiene la reacción infantil. Cruza pasillos, tramites y las frases de algún policía. Oficialmente, ha vuelto a casa. Al otro lado de las cintas que separan espacios reconoce a su hermano, le hace gestos desmedidos. En ese breve recorrido hasta el encuentro reconoce la cara pero con las variaciones que van aportando los años. Menos pelo, más canas, las formas de la cara aumentadas pero no por peso, sino por esa variación inapreciable en los rasgos que va agregando el tiempo. Se abrazan, no son muy efusivos, sin embargo, ninguno de los dos puede evitar unas casi inapreciables lágrimas. Intercambian frases y alguna risa.Volver es ir volviendo. No es un regreso de golpe, te vas encontrando cosas, imágenes, sensaciones y todo eso va completando el regreso. Lo que no sabe JS es que no volverá del todo hasta que regrese a Madrid y exhausto y emocionado se tumbe, un mes después, en su cama agotado y recuerde las fases, las anécdotas y cada segundo de esos días de regreso. El regreso completo se hará cuando lo termine y entonces, nuevamente, un reloj se detendrá y otro arrancará de nuevo, y el presente será, claro, algo que jamás llegamos a alcanzar. 

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