miércoles, abril 21, 2021

Grabando un disco nuevo

 Cuando decides a hacer un disco con tu grupo, en el fondo, lo que estás decidiendo es un viaje a una región exótica. La metáfora del viaje está muy manoseada, pero aquí no nos interesa tanto la metáfora de viajar, sino de llegar a una zona remota desconocida. Un lugar nuevo. Por eso se sigue abordando la composición en la música popular en el formato disco; porque haces un viaje a un lugar en el que recorrerás y descubrirás distintos puntos de una geografía muy concreta. Y como todo viaje, hay una preparación previa en distintos grados, pero inevitablemente el viaje conllevará llegar a lugares que no puedes previsualizar en toda su extensión. Puedes hacerte una idea de dónde vas, puedes ver fotos y leer mucho sobre el sitio, pero el lugar será mucho más, porque lo real es inabarcable en su recreación. Y el disco es una región, porque está anclado en una misma geografía. Cada una de sus canciones es un punto, un lugar, que visitarás y descubrirás. Y algunos de esos lugares, probablemente la mayoría, estarán planificados en tu viaje, una ruta que trazaste previamente para ir llegando a los sitios concretos que querías llegar, pero a veces también, en medio de ese viaje, decidirás ir a un lugar del que no habías oido hablar y que has conocido por los lugareños; y a veces, ese lugar, será el momento más atractivo del viaje o no, pero es un lugar que se sale de la ruta trazada de antemano. Cuando partes vas con un mapa, pero el mapa no te habla de sensaciones térmicas o no puede predecir el tiempo que habrá el día que haces determinada excursión. No contabas con esa sensación de humedad un día o con que la altura de un punto produce que tu tensión esté mas baja. Tampoco cuentas o eres capaz de predecir los olores que irás encontrando en ese viaje y que seguramente condicionarán para siempre los recuerdos. Un olor concreto te llevará, para siempre, a la imagen precisa de un lugar, de un instante del trayecto. El olor de ese lugar te traerá el recuerdo de ese lugar nuevo. Así que cuando empiezas a hacer las canciones que conformarán ese disco, estás subido en un autobús, avanzando por carreteras en las que observas paisajes nuevos. Avanzas hacia algo que luego sólo tendrá forma de recuerdo. Porque la música y el recuerdo comparten esa cosa intocable difícil de describir. Las canciones son la memoria de ese viaje que has ido haciendo. No son un diario, no. Son esa percepción de la realidad en ese lugar lejano y nuevo. Cada canción ni siquiera es la metáfora de una población, porque los recuerdos tampoco lo son. Esas canciones son la realidad inabarcable del viaje. Esa visión geográfica nueva. La mirada nueva del terreno. Estás viendo una amplitud nueva, unos colores que se juntan nuevos y todo eso se queda metido de una forma extraña e incomprensible en tu memoria. Y eso que se ha ido quedando, esa nebulosa inabarcable que conforma lo real en esa región por la que viajas, son las canciones que forman el disco en el que has trabajado. 

jueves, abril 15, 2021

El escritor en un live de instagram

 Es el arranque de un live de instagram. El escritor está sentado. Hay alguien encuandrándole a través del teléfono, al otro lado de la mesa en la que está sentado. Sospecho que es su hija o hijo, alguien cercano a la veintena, quizá algo menor. Me resulta difícil identificar edad y género. El escritor le dice: "¡Menos mal que llegaste!", con una especie de alivio ante la complicación técnica a la que se está enfrentando. El escritor está acomodándose, pero no termina de entender del todo lo que está sucediendo, escucha una voz por otro teléfono que le saluda amable y le dice alguna frase. El escritor mantiene dos frentes en su interior: por un lado se acomoda para estar presentable y serio para la charla que va a dar comienzo, pero por otro lado está intranquilo porque no entiende por dónde va a escuchar al interlocutor. La hija o hijo, o el que sospechamos que es la hija o hijo, le indica, muy prudentemente, que ya están en vivo, y el escritor, aún asumiéndolo, no termina de actuar como si estuviera siendo ya visible para los espectadores. Es el momento que dice la frase por la que decido escribir este texto: "¡Qué cosa tan extraña!" El momento para el escritor, es probablemente absurdo, o como el dice: extraño. En algún momento se dirige a la hija o hijo, con esa confianza con la que te diriges solo a alguien con el que convives , esa manera de hablar en uno de esos momentos de extraña incertidumbre que tienes cn alguien de mucha confianza, también con esa sensación de búsqueda de amparo que tienen los mayores, y que llegaron a estas tecnologías ya entrados en años, hacia los jóvenes a los que suponen siempre virtuosos tecnológicos. Se escucha a alguien por otro teléfono. Parece ser una persona de la editorial que ha organizado el encuentro en Instagram. El escritor varias veces se acomoda, se sienta recto, mientras momentáneamente da la sensación de repasar algo de la charla que va a mantener. Su cabeza esta jugando varios partidos: estar en posición para arrancar la charla, repasar el tema fugazmente y el lío tecnológico que no acaba de entender. La hija o hijo, o la que suponemos la hija o el hijo, pasa unos segundos de desconcierto también. No la/le vemos, la/le intuimos. La cámara se desplaza varias veces, pero no sabemos bien qué busca. Trata de indicar al escritor que todo está en orden, que no se preocupe, pero lo hace de ese modo que trasmiten a veces los jóvenes, de falta de seguridad. Ese momento en que todo padre piensa: "este chico no se entera de nada". La persona de la editorial, sin querer, también suma confusión al escritor. Ella se centra en ser amable con él, saludar con cariño y mostrar gratitud por la participación del escritor en el evento de Instagram, pero no contesta firmenente  ninguna de las dudas que tiene el escritor que se centran, sobre todo, en una pregunta que nadie le contesta y que ha efectuado, al menos, tres veces: pero, ¿por dónde voy a escuchar yo? El hijo contesta, la persona de la editorial contesta, pero yo, que veo la escena a través de mi teléfono, a miles de kilómetros de distancia del escritor, comprendo su confusión, porque ciertamente la duda no es contestada rotundamente. La persona de la editorial, casi como si se tratara de la preparación de un despegue de la NASA dice: "Un minuto". El escritor tiene, en ese momento, la fragilidad de un niño. Hay un momento casi cinematográfico, pero de un cine casi experimental. La cámara de golpe gira 45 grados. El encuadre cambia totalmente. De repente vemos una puerta de cristal, la salida a un patio o a un jardín. Al otro lado del cristal vemos un perro. La hija o el hijo dice con entusiasmo o gracia: "¡El perro!". No sabemos si nos lo quiere presentar o si el giro ha sido un accidente y es una salida natural: "¡El perro!" La cámara se mantiene unos segundos así. El perro mira hacia dentro. La hija o hijo, dice casi con alivio: "¡Ahí está! Nos anuncia que llegó la solicitud para acceder al evento de Instagram del otro interlocutor. El encuadre vuelve al escritor que siente que las cosas empiezan a estar en orden. Por primera vez, en esos dos minutos que los espectadores hemos visto, el escritor siente que la situación, al fin, está bajo control. Entra el otro interlocutor y se saludan. El escritor siente que ha llegado, al fin, al nuevo mundo al que se le estaba negando el acceso. De hecho comenta con el otro participante la complicación de acceder al evento y lo compara con la pérdida de virginidad, que además, acentúa, le ha resultado mas difícil que otras perdidas de virginidad. La charla, oficialmente ya ha empezado. Sin embargo, como espectador, para mi, casi ha terminado, de hecho me descentro y empiezo a no atender, porque hemos asistido a algo que me llama mucho la atención. Cuando hablamos de comunicación tendemos a hablar de las complicidades o conflictos muy claros o muy obvios. Un debate político, un dialogo de padre a hijo o una reunión laboral, donde todos los participantes tienen claro el rol. Tambien una discusión, donde el conflicto marca todo, pero no hablamos de esas veces que la comunicación entra en una zona de interferencias, donde todos los interlocutores están confundidos y pierden la comunicación entre ellos. Eso es lo que ha sucedido en esa escena. No pasa nada grave, nadie está aislado, pero en el fondo todos los están. Cada uno se concentra tanto en lo que está sucediendo que pierde la comunicación con el otro. El escritor tiene dudas, no entiende qué sucede, pero no entiende algo claro y que pregunta con firmeza: ¿Por dónde voy a escuchar yo? La hija o hijo está tratando de que el evento salga adelante y además trasmitir que el escritor ya está siendo visto y la persona de la editorial, que está pendiente de lograr que el otro participante acceda, mientras intenta trasmitir gratitud y amabilidad al escritor. Hay interferencias en una escena retransmitida por Instagram: Qué cosa tan extraña.

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