martes, octubre 20, 2015

Gas

 Las metáforas son perversas, muchas veces. Suelen servir para el humor, para lo superficial, pero no para lo importante (no digo con esto que el humor no sea importante. Lo es y mucho, me refiero a lo importante como crucial, en eso en lo que nos va la vida y no hay hueco para el equívoco). Lo importante lo es porque no tiene comparaciones, no es metaforizable. Quizá uno de los problemas es la tendencia a la comparación y a la metáfora, y esto no sería problemático si en la mayoría de los casos no lo viéramos como respuestas a lo que no entendemos. Las metáforas en lo importante debería de servirnos como apertura, no como cierre.

 No hay metáforas para el presente. No las hay. El mundo nunca fue como es hoy en día. No digo que este sea un momento más importante que los anteriores, también solemos ser bestiales en esto, pero sí que este momento nunca fue, nunca sucedió. Este momento es así y jamás hubo algo ni remotamente parecido y así, suele pasar a cada instante. Nos gustan las fechas, las marcas en el tiempo, los días históricos. La historia es diaria, cada segundo. No avanzamos hacia esa fecha importante. Estamos en ella permanentemente y quizá uno de los cambios sociales más importantes sería si empezamos a vivir con ello, bajo ese prisma. En el presente nos va la vida, porque es lo único que tenemos. Sirven las marcas como conquistas logradas, es posible, pero eso tiende a borrar todos los presentes que nos llevaron hacia ello. Celebrar el primer voto de una mujer a veces nos hace borrar lo que cada mujer empujo hasta ahí, se queda la efeméride  que tiende a borrar lo que la hace efeméride. Deshace un poco todo, cada frustración, cada disparate de esa sociedad previa, cada instante de reclamo y de soledad de esas mujeres incomprendidas, borra a cada una de ellas. Borra a esos que les ofenderían por decir imposibilidades y disparates, por plantear posibilidades que se asumían como imposibles. La historia es esto, a cada instante. El lento despertar. Ese pensamiento que aborda a un peatón en medio de una acera y le hace comprender que quizá no todo está dicho, que quizá la verdad no era sólo eso que creyó verdad. Esa lenta construcción del relato histórico, que irá quedando marcada en fechas, pero que llevan un sigiloso camino, a veces brutal, pero siempre pasando como gas, de cabeza a cabeza. Un gas soltado o o un gas construido. Un gas dirigido con unas u otras intenciones. Un gas que va transformando invisiblemente esto que vemos.


Mi lista de blogs

Afuera