domingo, marzo 08, 2009

Un día. Hoy

Fue en verano. Un mediodía de un sol tremendo. Ella tomaba sangría mirando al mar desde esa terraza con mesas, abajo en la playa un grupo de niños jugaban un partido de futbol, varias parejas pasaban de un lado al otro. Unos tipos mantenían con enorme habilidad la pelota muchísimo tiempo sin tocar el suelo, pasando de una raqueta a otra, como un viaje casi eterno, un ir y venir hipnótico. Un tipo leía un best seller olvidable y una chica leía con atención un libro pequeño, seguramente un cuento, de Pessoa con la atención de quien conoce al diablo en ese lugar improbable para conocer al diablo. Ella miraba, llevaba una blusa blanca y tenía el bolso apoyado en el suelo. Gafas de sol de buen tamaño donde escondía la mirada que algunas horas después conocí. Yo me había bañado, había nadado un buen rato sintiendo que mi brazada según avanza el verano gana en profundidad. También había sentido una paz común pero siempre agradable en el fondo del mar, entremezclándome torpemente con un montón de peces que me hubiera gustado llamar por su nombre. Subí hasta la terraza, pedí una cerveza y me senté en una mesa cercana. Hasta ese instante no me había percatado de su presencia. Pero cuando me trajeron la cerveza la miré y recuerdo con precisión lo primero que pensé:"Que señora tan elegante". El tiempo avanza despacio en verano. La cerveza la bebía casi con la misma lentitud que ella la sangría. Disimulando despiste iba ojeando su comportamiento. Miraba siempre con atención, como quien reflexiona cuidadosamente lo que sucede. a veces miraba el partido de futbol, una pareja pasando a ritmo acompasado por la orilla, mojando los pies y hablando seguramente de cosas banales y extremadamente agradables. A veces miraba la luz del sol como quien mira la hora, pensando en algo que no sucede en el presente. Pasado un buen rato pidió la cuenta, yo miré la hora y pensé que era la hora perfecta de subir al apartamento donde estaban mis amigos durmiendo la borrachera de la noche anterior, seguramente despertando para hacer algo de comer y planificar la tarde seguramente basada en lo mismo de los días previos. Alcohol y demás. Pagué mi cerveza y ambos salimos casi a la vez de la terraza y nos desviamos por el camino que daba a la parte del parking de la playa.

Creo que me interesa poco recordar como fue el encuentro, como terminamos hablando aquella mujer y yo, pero media hora después íbamos por la carretera de la costa, escuchando una música delicadamente suave y hablando de la música que a mi me gustaba, contándole porque había terminado pasando esos días de verano en esa zona. Recuerdo la luz del sol inigualable del verano, mediodía en esa carretera, ver los lugares de veraneo, las playas a lo lejos con gente chapoteando, como pequeñas partículas, la orilla de la playa. Sentí una especie de felicidad o casi euforia y ajeno a mi personalidad habitual hablaba con enorme seguridad con aquella mujer por la que ya en ese instante sentía algo desorbitado, poderoso, asombroso. Una extraña fascinación cuando giraba la mirada y la veía conducir con una seguridad incomprensible, relativamente despacio. Comimos en un lugar que en aquella época jamás hubiera podido pagar. Tomamos café en una pequeña terraza en una playa escondida y casi increíble. Pasamos la tarde hablando, básicamente de mi vida. Como debe ser en estos casos cuando atardecía en aquel lugar y ya afectado por unos cuántos gin tonics confesé torpemente cierta atracción y ella sonrió. No dijo nada. Sentí un golpe enorme de vergüenza y sentí un terrible ataque de inseguridad, una sensación profunda de ridiculo. Creo que primero traté de disimular preguntándole por su vida de la que evidentemente apenas me contó nada y luego guardando un silencio que era incapaz de romper. Cuando el sol se había metido, me miro con la misma amabilidad de todo el día, la misma distancia serena y agradable y me dijo que si nos íbamos de allí. Confirmé casi sin hablar, hubiera deseado volver a nado o caminando por la carretera pero no volverme a montar en ese coche, pero mi misma verguenza no me dejaba hacer nada mas. Nos montamos en el coche. Hicimos el trozo de carretera estrecha y que salía a la carretera principal en absoluto silencio. De repente ell puso música, era tan increíble aquella música que le pregunté que era lo que sonaba, por supuesto no lo retuve, siempre he tenido una memoria terrible para los nombres. Ella entonces me dijo que dónde me quedaba, que me llevaría hasta donde estuviera durmiendo. Indiqué, pero me quedé en el desvío, a algo mas de medio kilómetro del apartamento, quizá para que estos no me vieran bajando del coche, quizá por reducir ese trayecto insoportable, quizá para comprender. Al bajar me dijo, algo que sólo hoy, diecinueve años después he comprendido:

.- Ya nos volverémos a ver. Entonces comprenderás

Y fue...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esa canción, esa época del año, esa historia...de alguna manera formamos todos parte sin saberlo.

Pero esa canción...hablando de volar las tapas y mire lo que viene a poner en este post.

Bárbaro.


CL

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