lunes, marzo 09, 2009

Historias en el otro lado

Es difícil ser honestos constantemente, pero salieron a las siete de la tarde de aquel edificio con la idea de ser honestos, al menos con ellos mismos. En esa honestidad evidentemente iban a ser deshonestos a otros, pero la honestidad tiene algo de parcial y de injusta. Se desviaron por una carretera al azar mientras se alargaba casi agónico la luz de sol de aquel atardecer del principio de la primavera. No se trataba de alargar el futuro, de contarse las vidas, se trataba de un asunto absolutamente mas primario, pero si cabe mas profundo. Luego está la realidad o eso que llamamos realidad, ese sitio con sostenido con columnas, de los planes futuros, de las horas cómodas, del sosiego, pero aquí se trataba de las vísceras, del ritmo cardiaco, del pulso, de esa zona donde sale el aliento, de ese suspiro profundo de cuando se corre en medio del bosque y de la noche. Se trataba de ser honestos a eso también, al lobo, que también habita ahí, dentro, entre nosotros. Se va haciendo de noche y el habla, prefigura un lugar fantástico dónde le gustaría que hoy sucediese todo. Un lugar en el que se cruzan unas puertas custodiadas por un animales mitológicos y dentro hay destellos y ciertas compuertas enigmáticas que hoy tiene unas enormes ganas de abrir. Ella calla y escucha, le gustaría no detener el coche en los próximos seiscientos años y el sube la montaña mágica abriéndole con sus palabras paso a ella para que descubra que en el otro lado también se vive y ella sabe que volverán, mantiene el aliento para no olvidar y no perder el camino de vuelta. De algún modo el ejerce de hipnotizador, pero no solo para ella, sino para él también. Cuenta de 10 a 0, pero con la idea de que sean ambos los que cierren los ojos. y los cierran en medio de la carretera. Detienen el coche en medio de ese espacio infinito, en medio de la noche. Aparcan el coche bajo un árbol y el narra un poco mas y ella ahora si ha olvidado el camino de vuelta, entra la luz brutal del la noche cuando se está en medio de la nada, esa luz que se olvida en las ciudades, esa luz nocturna que da el cielo oscuro. El ve la cara de ella, ese claro oscuro en el que no encuentra todos los rasgos que siempre ha mirado desde su mesa y se acerca y la besa y ella se deja llevar y mira de nuevo su cara, blanquecina en algunos puntos determinados por esa luz que entra de fuera, de la noche, esa luz que da un lugar acojonántemente lejano de nombre desconocido y que vaya uno a saber si sigue emitiendo luz o es una luz que llega con años luz de retardo. Esa luz da en algunos puntos precisos de su cara y el mira con esa cercanía extraña que se tiene cuando se besa, esa cercanía que da otra cara. Y se vuelven a besar y ella hace rato que olvidó no ya el camino de vuelta, sino conducir incluso, cualquier eco de la vida previa. Y mueven torpemente los asientos, los lanzan hacia atrás, acomodando todo de manera que puedan hacer el amor en esa situación que tiene mucho de incómodo. Entran en juego las vísceras, ese aliento contenido durante meses, salen los lobos, el pulso retenido y se dispara. Es viernes y están parados en un lugar en medio de la nada. Afuera hay silencio. No pasan coches. Hay lugares que pueden resultar perfectos para historias finitas pero interminables.

Y un día llegó el lunes y después del lunes el martes.....

Para ellos, que jamás lo leerán


1 comentario:

Anónimo dijo...

Me superas, HS.

Simplemente grandioso.



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