viernes, julio 17, 2015

Biografías basadas en hechos reales (I)

 La luz salvaje del atardecer de verano revienta por la ventana y deja la habitación en una temperatura insoportable. Está tumbado en el suelo, golpeado por el mareo etílico. La cerveza pesa en su cuerpo como líquido espeso y suda de un modo exagerado, como si sudar fuera la única opción de mantenerse vivo. Piensa, pero no de un modo concreto, analítico o profundo. Merodea pensamientos molestos, que le llevan a estados internos difusos, pero parecidos a la rabia. Recrea frases en una conversación imaginaria, que no sucedió y que jamás sucederá, y grita a su interlocutor con una contundencia que no tiene, que jamás ha tenido. A ratos, por segundos, todo su cuerpo se revuelve en una especie de espasmo, que traducido sería la violencia. Se imagina pegando un golpe seco y brutal a ese interlocutor. Luego, sin hilo argumental, recuerda una tarde lejana, en playa azul, cuando todo parecía eterno y surfeaba con Andrés y a media tarde vacilaban con muchachas de las que ya no recuerda el nombre. El mundo es cruel, piensa con rencor. Luego analiza sin tapujos su país: "Nosotros también fuimos culpables. No supimos frenarlos. Ahora sólo lo arreglaríamos matándoles. De esto ya sólo se sale con violencia, pero entonces pudimos hacer algo y no lo hicimos" Para él no hay pacto, a él le gustaría volver a su país y recuperar el estatus perdido. No reconstruir, no. Volver a donde todo se quedó. Como una maquina del tiempo que borrara todos esos años, toda esa miseria. La luz parece inmóvil, como si la tierra hubiera decidido detenerse ahí, y dejar la luz, ese instante del atardecer, terriblemente cálido, ahí, para siempre. Sigue mareado, en ese estado que da el alcohol desagradable y pesado, espeso, molesto. No le gusta esa luz, no le gusta la vista de la ventana, la forma de la vegetación en ese país donde es extranjero, donde se acabó ser élite. Cuando era joven siempre se estaba en un estado especial. Se mira, el cuerpo que empieza a estar magullado por los años, las carnes cuelgan y ya no hay brillo en la piel. Marcas de piel desgastada. Recuerda una tarde cerca de Barinas, donde su tío tenía una finca eterna. Salvajes a tiempo parcial. Noches infinitas. Sexo con tipas en ríos, marihuana y botellas de ron. "Yo fui un demonio" piensa ahí, tirado en el suelo, bajo uno de los veranos más calientes de los últimos cien años, en esa habitación que parece que le estuviera cocinando lento. "A veces huele como si aún estuviera vivo todo aquello", pero luego percibe la muerte del pasado, en realidad vive de luto porque su vida murió y se reencarnó en el mismo cuerpo y ya sin ser joven, en otro país, en una vida que no quiere. A veces imagina abstracciones, porque lo que recordamos del pasado son abstracciones, una acera desgastada en Altamira, el árbol en la esquina de la Avenida 1 con primera transversal. Fotos dispersas, como si la memoria actuara como el timeline de una red social, un goteo de imágenes sin continuidad en el relato. Se levanta y percibe la leve variación de la luz del Sol, empieza a anochecer. Se acerca a la nevera y coge otra lata, la abre con desgana, pero sabe que se la va a beber. En breve la puerta se abrirá, entrarán los niños y su mujer. Y disimulará ser feliz en esa vida que detesta.

1 comentario:

cayoyin dijo...

Leyendo siempre tu blog, entiendo de dónde viene este post. Quizá nunca fue de élite, pero lo poco que tenía en su país ya era bastante comparado con lo que tiene ahora en ese nuevo lugar. Extraña algo que jamás le costó ningún esfuerzo, y tiene la necesidad de alardear de ese pasado glorioso por el que jamás luchó. Ahora le toca luchar, pero se cree incapaz, y por eso se pavonea de lo que alguna vez tuvo.

No sé si me explico...

Leyendo siempre tu blog, me gusta como ha evolucionado...yo el mío no hallo como darle la vuelta para que me siga reflejando, para hablar de las cosas que verdaderamente me importan. Quizá porque me he convertido en alguien tan diferente...

Seguimos descifrándonos y descifrando este mundo de no creerse.

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