domingo, febrero 15, 2009

Las horas

Yo sospechaba una crisis. No era precisamente que estuviéramos en una de esas etapas en las que se discute mucho, se le recrimina al otro, se le reprocha y se entra en un laberinto de desacuerdo. No era eso. Era mas bien que estábamos distantes y claro, luego lo comprendí.

Dejamos de hacer cosas juntos, cada uno hacía su vida y fuimos entrando en realidades separadas. Yo llegaba a casa y ella ya estaba dormida, yo me levantaba y ella ya se había ido. Nos fuimos alejando, mucho. Al principio no quise darle gravedad. pensé que nos vendría bien una época así, pero se fue alargando demasiado en el tiempo. Realmente no había desaparecido el cariño, ni el amor, tampoco el deseo. Pasado algún tiempo me pregunté todo esto a solas hasta que comprendí: Un extraño momento nos separó. No era una decisión racional, no era cansancio o la necesidad de un descanso. No. El problema era mas dramático, por irresoluble. Estábamos en instantes diferentes. Nos habíamos desplazado en el tiempo el uno con respecto del otro, ella llevaba un tiempo unas horas por delante de mi. El asunto había sido que habíamos viajado a otro continente y al voler ella sufrió esa indescifrable sensación del jet Lag. Tan acentuado fue que un médico la recetó el día que llegamos unas pastillas que teóricamente servían para amortiguar ese desfase horario. Ella las tomó y me dijo que porque no lo hacía yo también, que me vendría bien, que así me acomodaría rápido al ritmo y al día a día. No lo hice y fue ahí, justo ahí que todo empezó. Desde entonces no era una distancia emocional, un cansancio. Simplemente vivíamos a seis horas de distancia uno del otro. Yo llegaba y ella dormía, yo dormía y ella despertaba. Al comprender esta terrible situación empecé a llamarla por teléfono. Solo así, como esos que viven fuera de su país y llaman desde locutorios a sus familias, pudimos reencontrarnos. Y todo se volvió en un esfuerzo por llamarnos a horas que la llamada fuera mas barata y que ella aún estuviera despeirta allí, donde yo llegaría pasadas seis horas

1 comentario:

Anónimo dijo...

No hacen falta esas pastillas. Creo que se puede vivir felizmente con un jetlag de seis horas. ¿Cariño? Hay. ¿Amor? Hay. ¿Deseo? también hay. ¿Comunicación? La lograron establecer. Entonces no es nada malo. Es sólo eso, un incómodo jetlag.

Por cierto...gran post. GRAN POST.


C.L.

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