sábado, febrero 07, 2009

Un hombre y sus ríos

En Budapest sintió que la suerte no existe. Al otro lado del río, en el lado de Buda, vio a una persona pasar en bicicleta, lejana, inaccesible, imposible. Hay realidades separadas por un río.

En Praga sintió que la vida no es trascendente. Desayunó cada mañana en el mismo sitio. Era un sitio agradable cerca del rio, donde también se podía leer. Ahí leyó una frase que le pareció fundamental, reveladora. Ese cuaderno donde la anotó para no olvidar, se quedó enterrado en una caja que terminó perdida en una mudanza.


En Londres se le mojaron varias veces los zapatos y se le humedecieron considerablemente los calcetines. También visitó varias exposiciones y por las noches escribió y leyó con intensidad. Es mas importante la climatología que la poesía, pensó con frustración, viendo el Támesis como una culebra anciana que se arrastra con inquietud por un suelo inexistente.

En Lisboa no pensó o pensó demasiado en la literatura. En el barrio alto se sentó en una terraza, por el río pasaba un barco, en el barco había un montón de coches nuevos. Pensó en la posibilidad de que ese barco se hundiera y se perdieran esos automóviles en el fondo del río. Era extraño, pero le pareció enormemente literaria esa escena.

Jamás fue a París, porque siempre pensó que moriría en París. Una noche, volviendo caminando al lado del Sena unos atracadores de poca monta lanzarían su cuerpo al río. No sucedería, pero no hay que tentar a las paranoias. A París no iba.

Soñó, soñó de repente que su cama era un río. Se deslizaba por ese agua. Soñó luego que era una piedra en el río, una piedra húmeda por la que pasa el río fluyendo, chocando el agua, constante. Jamás despertó del sueño.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En su corazón, Leprince ha aceptado por fin su condición de mal escritor pero tambien ha comprendido y........ terminara aceptando las criticas.

Anónimo dijo...

Jamás fue a París, pero París fue a él.


C.L.

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