lunes, febrero 09, 2009

Rayas en el paso de cebra

Un taxista en el DF al descubrir que venía de Madrid, le soltó una inmensa parrafada sobre Joaquín Sabina. Iban dirección Coyoacán cuando le dijo que gracias a Sabina había descubierto el significado de "Paso de cebra" y soltó una carcajada. Al taxista el termino le parecía enloquecido y chistoso, pero, eso si, poco serio y teorizo sobre el asunto:

.- Esos cabrones españoles fuman mucha marigüana. Sólo a alguien bien fumado le puede dar por poner ese nombre al paso de peatones. Si, visto de ese modo. Bien marigüanao se puede mirar al suelo y ver sus rayas blancas sobre el asfalto negro y pensar en sabanas. Al final la ciudad es una sabana. otra, diferente, pero es una sabana. Y ahí, como en toda sabana también hay sus cebras.

Ese paseo en taxi lo recordó algunos años después cuando conoció la vida de la mujer cebra, que así era como la llamaban en el barrio donde se había ido a vivir. Las primeras mañanas en ese barrio caminaba al azar, esa búsqueda que se tiene en los sitios nuevos donde uno va a vivir. Ese reconocimiento previo para sentirse menos extraño. Calles con tiendas que serían útiles, algún bar donde desayunar o tomar una cerveza los días necesarios, la biblioteca amplia donde sacar libros, un tienda de alquiler de DVDs especializada en cine menos comercial que salvaría tantas tardes. Un pequeño cine estudio curiosísimo que inmediatamente sintió ganas de conocer, un parque con unas esculturas extrañas que estaba en cuesta y desde donde, subiendo, se podía tener una vista bastante amplia de la ciudad y claro, la mujer cebra que vería tantas veces, tantas, en esquinas diferentes, siempre en la misma actitud, siempre mirando al suelo, en el borde de la acera, sin moverse. Mirando el suelo donde el paso de cebra arranca constante hasta la otra orilla de la calle. Tantas veces la vio, tantas veces, incluso, la espió. Hasta que descubrió:

Vivía en la zona de los edificios mas viejos del barrio, unas casas de renta antigua. Unas casas bastante humildes. Salía pronto, muy pronto en la mañana y no siempre hacía el mismo recorrido y jamás descubrió cual era el motivo de elección. Se detenía en el Paso de cebra. A su lado la gente con sus prisas no miraba, no caía en cuenta. El semáforo se ponía en verde para peatones y ahí arrancaban todos menos ella. Que se quedaba mirando. Estática, inmóvil, detenida. Supo después, tras mucho mirarla, tras casi perseguirla. Que contaba, que lo que hacía era contar las rayas. Analizarlas. Descubrió entonces que no siempre llevan el mismo grosor, aunque lo parezca y que tantas pistas da sobre la calle en la que está. Seis rayas, doce rayas, siete rayas. La mujer se quedaba muchos minutos, a veces hasta algo mas de una hora. Miraba, miraba fijamente. A veces la vió hacer gestos con las manos, marcándose referencias visuales. Cambiaba. Caminaba despacio hasta otra calle, hasta otro semáforo y ahí se detenía de nuevo. Descubrió que prefería las calles con rayas pares. o que realmente ese era el motivo, la razón de búsqueda. De tanto observarla, la manía, se le fue pegando. Mucho tienen las manías de contagiosas y a él, la de los pasos de cebra, se le pegó. Al principio aparece como un juego, cuenta, mira, observa el grosor, las lineas paralelas. Analiza su equidistancia, su cantidad, su longitud. Poco a poco, sin querer, busca el paso de cebra perfecto, el que debe ser. Encuentra algunos que casi lo son, pero busca, busca, siempre hay una imperfección, una raya que casi inapreciable, tiene una de sus rayas algo mas gruesas. Así, día tras día se convierte en el barrio en la extraña secuela de aquella mujer a la que todos llamaban "La mujer cebra" de la que ya nadie sabe nada, pero que ha sido sustituida por "el hombre cebra" que mira, estático, inmóvil, detenido desde el borde de la acera, así hasta que un nuevo vecino llegue y le mire y le observe y le persiga y sin darse cuenta se convierta, paralelo, en la siguiente raya. Unos tras otros, unos después de los otros.

No hay comentarios.:

Mi lista de blogs

Afuera