martes, abril 08, 2008

Perdido

Anoche me quedé encerrado en el parque del Retiro y aviso, a partir de aquí esto se convierte en una terrible historia de miedo. Entré tarde por el acceso de la puerta de Alcala. Anoche llovía en Madrid y me gustó sentirme solo en el parque, tan vacio y lleno de charcos a esa hora. Corría pegado a la valla, hasta que decidí alterar el circuito para corredores y me metí por recovecos que a esa hora se me antojaban misteriosos. Los sitios que habitualmente hemos visto de día y con gente se potencian en soledad por las noches y vacios, es como si esa sensación estuviera multiplicada. Corrí, poseido por esa sensación de fascinación bajo la lluvia y la noche, bajo el silencio y el vacio, por entre los árboles, los caminos mas estrechos del parque. Me gustaba pensar que mi respiración era un ritmo milenario, un sonido que venía desde tiempos remotos. Rompía ese ritmo que era mi respiración mientras corría esa soledad doble de la noche en el retiro. Seguí recorriendo los caminos mas estrechos, entre árboles que no identifico. Veo luces, quizá las luces que rodean al lago, como un resplador lejano. Después de mucho rato, decido ir concluyendo mi carrera, abandonar esa deliciosa soledad y salir del parque para volver a casa. Lo intento hacer por la puerta de Menendez Pelayo. Cerrada. Corro hasta la esquina que da, casi, a Principe Veragara. Cerrada. Bajo hasta la puerta por la que he entrado, por la principal, al acceso de la Puerta de Alcala. Cerrada. El ritmo cardiaco, inevitable, se acelera, mi respiración se potencia con la misma intensidad que se potencia la tormenta sobre Madrid. Corro hasta la salida de Alfonso XII, la que sale casi a la cuesta del Mollano y donde hay una caseta de vigilancia donde podré pedir ayuda para salir. Cerrada. La caseta esta sumida en la mas profunda oscuridad. Con los primeros sintomas de miedo, un miedo a una situación extraña, pues sólo me separa de la ciudad una valla alta de hierro, tan alta que la ciudad, de repente, me parece un lugar lejano e inaccesible. Un lugar remoto e imposible de alcanzar. Sacudido por todas esas sensaciones y empapado comienzo a pensar con cierta torpeza. Mis primeras decisiones son confusas, afectadas por la situación. Me meto Parque adentro buscando a alguien encargado de cuidar el parque por la noche, subo la cuesta que va a dar al Monumento al Angel Caido. Monumento que produce, en la extraña situación, una risa casi irónica por lo absurdo que se estaba tornando todo, una broma, pienso en ese instante bajo el angel oscuro, que pareciera trazada por el mismo. En el ancho y oscuro, a esa hora, camino que va desde el monumento hasta el lago, veo sombaras, un tipo que camina con cierta seguridad de espaldas a mi. Corro rápido hacía él. Sospecho que es alguien que trabaja en el parque y que da una vuelta de reconocimiento buscando a los que como yo, nos hemos quedado encerrados dentro. Corro rápido, miro mis zapatillas empapadas robotando sobre el asfalto humedo, por un placer casi infatil y quizá a modo de celebración de mi cercana libertad, piso un charco con euforia, para hacer saltar el agua de forma explosiva. Levanto la vista para ver cuanto me falta para alcanzar al individuo y veo que no está, que ha desaparecido. Me detengo, trato de ver su figura entre los caminos que se bifurcan. Veo un destello por donde las pistas de tenis, a lo lejos y entre unas luces difusas que se pierden en un resplandor extraño. Corro hacía allí. No veo al hombre pero desde ahí le puedo ver por el camino del que me había desviado, vuelvo hacía allí. Ya no bajo en ningún momento la vista, veo que el tipo se mete por otro camino oscuro. Grito, trato de llamar su atención, pero el hombre no me escucha, no mira atrás. Grito fuerte, por que de nuevo el miedo crece. Oigo, momentaneamente, un ruido, una especie de ritmo de tambores y sospecho que son los mismos de siemrpe, los que se ponen cerca del lago a toar cada dia. Corro hacía allá, ellos sabrán ayudarme. Me guió por mi buen oido, me dejo llevar hacía ese ritmo intenso que rompe la noche y que parece acompañar al ritmo de la lluvia contra el suelo. El ritmo crece y según crece siento que me acerco al final de esta situación extraña, pero es en ese instante que descubro que he perdido esa frecuencia, que el ritmo ya no se oye. De nuevo me veo solo y empapado en medio de la noche, en algún lugar del parque del Retiro. Agotado de correr camino hasta el lago, donde siento podré relajarme, esa es la parte mas iluminada por las noches y ahí me sentiré mas seguro. Siento el peso de la oscuridad. Las luces del lago también están apagadas. Oigo, como si fuera una broma, un avión sobrevolando el cielo de Madrid y siento por extraño que parezca, una terrible lejanía con ese mundo, con el mundo de los hombres, con el mundo civilizado. Siento sed. La carrera ha sido intensa y sufro un golpe de deshidratación. En ese instante, un tipo se me acerca y me dice: "Oiga, ¿quiere dejar de hacer el idiota?. Llevo media hora llamandole. Salga ya del parque que vamos a cerrar"....

Quizá me enganchado demasiado a Lost. Vuelvo a casa y me enchufo tres capitulos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder tío, es que es tan real...
este me ha encantado.

stel dijo...

jajaa, no cuentes esas cosas que este finde quiero ir al retiro que no he estado nunca y ya me veo encerrada en el parque!
besines,

Anónimo dijo...

¿... Y entre los árboles no había una especie de terrorífico ruido mecánico...? ;)


Kling.

Anónimo dijo...

buenisimoooooo

Anónimo dijo...

Pues a mí no me parece para tanto...

Anónimo dijo...

ja, ja, ja, ja, jaaa!!!

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