viernes, abril 18, 2008

La transformación de los músculos

Aquella tarde salió a correr como tantas otras tardes. Se puso las zapatillas, estiro los músculos, el cronometro en marcha y se lanzó al asfalto. Recorrió el camino preciso. Subió por las calles de siempre, giró las mismas esquinas, los mismos pasos y llegó hasta la parte de la ciudad que mas le gustaba para correr. Sentía que aquella tarde las piernas iban ligeras, sintió que iba a buen ritmo, y se dejó llevar por las sensaciones. De repente notó un tirón en el pie, nada preocupante, un pinchazo, un reflejo de algo que se desconoce, el lenguaje del cuerpo que no siempre se traduce. Un pinchazo que pasaría, como siempre, segundos después. Unos metros después notó la misma sensación pero en la rodilla, en la otra rodilla, en el tobillo, en el abductor. Siguió avanzando, pero haciendo una pequeña revisión con la mano. No era dolor exactamente, eran unas sensaciones extrañas. No parecía una lesión, parecía como si su pierna ya no fuera la misma. Siguió corriendo, en cualquier caso, si sentía que iba ligero, que esa tarde la carrera se estaba dando bien, y a pesar de las extrañas sensaciones, de los pinchazos se sentía comodo, relajado, se dejaba llevar. VOlvió a suceder y ya se preoocupo. Sin detenerse lanzó una mirada hacía abajo, hacia sus piernas y ahí fue el primer susto. Sus piernas no eran sus piernas, eran otras. Mas finas, depiladas, mas redondeadas. No se detuvo, pero el susto fue tremendo. Miró atrás, como si en el camino recorrido pudiera haber una explicación, pero no vio, evidentemente, ningún signo, ninguna señal. Volvió a mirar sus piernas, sus nuevas piernas. Comprendió que ya no era el mismo, que aquello eran otras piernas. Siguió corriendo, pensando que la fatiga y ese ritmo intenso que se había impuesto estaban haciendole tener la imaginación disparada, como si el delirio y la fatiga fueran la conjunción perfecta para convertir la ficción en una visión real. Un corredor que venía de frente le miró, pero esa mirada no era como tantas veces que se cruzaba con otro corredor casi de desafio, de desconfianza, competitiva. Había en esa mirada algo de sensualidad, algo de simpatía, de cortesia. Entonces notó que las ropas lke quedaban mas anchas, le sobraba tela en el cuerpo, las zapatillas le quedaban de repente grandes, tanto que se le escaban, fue desde entonces, desde aquel instante, que Fernando Oliveira se convirtió en Ana Fernandez

No hay comentarios.:

Mi lista de blogs

Afuera