miércoles, abril 02, 2008

Escena en Bristol

Crucé una calle de Bristol, era tarde y todo tan vacio. La vida es solitaria y espesa en una calle de Bristol a media noche. Oigo mis pasos que reverberan de manera distorsionada al chocar con el suelo mojado, unos pasos acelerados y de eso, de esa velocidad, me doy cuenta al concentrarme en su sonido. La luz anaranjada de las farolas vuelven todo casi irreal, como esas imagenes imprecisas de los sueños que luego somos incapaces de recordar con nitidez. Hay una mujer al fondo de la calle, esta de pie en la esquina, a unos cien metros de mi, la mujer fuma estática como si no esperase ya nada de esta vida, gira la cabeza y me ve venir, coge algo del bolso y lo saca. Es un pinta labios con el que se remarca los labios, de repente ese rojo suave es lo que mas me llama la atención en toda la calle, como si el rojo de ese pinta labios fuera un destello de otra cosa, de algo impredecible, la mujer cambia de postura y se acomoda la falda, estoy a treinta metros de ella. Lanza el cigarrillo a un charco en el instante en que una luz, en una casa se enciende y una sombra tras la cortina hace un movimiento que recuerda a una danza. En Bristol, a esta hora, aún hay gente despierta. Paso al lado de la mujer, la miro, tiene unos ojos impresionantemente azules, y los labios levemente humedecidos por el color recien dado. En ese momento me dice algo en un tono extremadamente bajo, trato de entender, sigo caminando sin mirar atrás, giro en la esquina. Saco un cigarro y el humo me recuerda quien soy. Me detengo me doy la vuelta y le pregunto que si me puede repetir la frase, que no la he entendido. La mujer saca una pistola y me apunta, me pide una clave y la dirección de Crucé una calle de Bristol, era tarde y todo tan vacio. La vida es solitaria y espesa en una calle de Bristol a media noche. Oigo mis pasos que reverberan de manera distorsionada al chocar con el suelo mojado, unos pasos acelerados y de eso, de esa velocidad, me doy cuenta al concentrarme en su sonido. La luz anaranjada de las farolas vuelven todo casi irreal, como esas imagenes imprecisas de los sueños que luego somos incapaces de recordar con nitidez. Hay una mujer al fondo de la calle, esta de pie en la esquina, a unos cien metros de mi, la mujer fuma estática como si no esperase ya nada de esta vida, gira la cabeza y me ve venir, coge algo del bolso y lo saca. Es un pinta labios con el que se remarca los labios, de repente ese rojo suave es lo que mas me llama la atención en toda la calle, como si el rojo de ese pinta labios fuera un destello de otra cosa, de algo impredecible, la mujer cambia de postura y se acomoda la falda, estoy a treinta metros de ella. Lanza el cigarrillo a un charco en el instante en que una luz, en una casa se enciende y una sombra tras la cortina hace un movimiento que recuerda a una danza. En Bristol, a esta hora, aún hay gente despierta. Paso al lado de la mujer, la miro, tiene unos ojos impresionantemente azules, y los labios levemente humedecidos por el color recien dado. En ese momento me dice algo en un tono extremadamente bajo, trato de entender, sigo caminando sin mirar atrás, giro en la esquina. Saco un cigarro y el humo me recuerda quien soy. Me detengo me doy la vuelta y le pregunto que si me puede repetir la frase, que no la he entendido. La mujer saca una pistola y me apunta, me pide una clave y la dirección de Mark Barrow. No digo nada, miro la luz que se había encendido hace unos segundos y donde ví un juego de sombras, ahora veo a un hombre que observa la escena y sé que está con ella y que seguramente me apunte. Ni digo nada, simplemente la miro y digo que Mark Barrow está muerto y que sólo él sabía la clave. Me quedo quieto esperando, esperando a que suceda lo que tenga que suceder. La mujer, hermosisima, me mira desde esos ojos azules sube algo mas la pistola, me apunta entre las cejas y con voz pausada me dice que Mark Barrow no está muerto y que la clave, y ella está segura, solo la sé yo. Caen las primeras gotas de una nueva tormenta sobre Bristol, miro a la ventana de las sombras, miro al fondo de la calle, hacía donde ella no puede ver y veo que entre los coches aparcados, escondido y avanzando viene Barrow, se acerca sin ser visto ni por la mujer ni por la sombra de la pistola. Acentúo el gesto de mirar la ventana para que Barrow sepa que hay alguien mas en la escena, mientras Barrow se gira rápido para disparar contra los cristales, yo me muevo rápido y lanzo al suelo a la mujer, me apodero de la pistola, la sombra se convierte en ese instante en un cuerpo que atraviesa un cristal roto y cae al vacio, la mujer me mira desde el suelo la apunto y decido que no la mataré, Barrow me coge del brazo y me dice pausado, como siempre, que corramos, que hay mas gente detrás de nosotros. En ese instante en Bristol llueve mucho, muchísimo y mientras corremos imagino los ojos de la mujer que ahora se estará levantando del suelo.

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