domingo, enero 02, 2011

El orden universal

A mi me atraía el orden de Martín. Había algo casi místico en su orden. Sus camisetas, sus cintas, el como estaba colocada la cama en la habitación, la distancia de los objetos entre si. Todo, cuando se entraba en su habitación, en aquel apartamento que compartíamos, me parecía esconder un enigma, una razón que debía desvelar como visitador. Reconozco que había algo de fascinación en observar aquel orden, supongo que potenciado aún más porque aquel orden racional se contraponía al desorden salvaje del otro compañero de apartamento de aquel momento, que era, seguro, sin duda, sin exageración, el tipo más desordenado del planeta. Era curioso, casi metafórico, que uno de los tipos más ordenados que jamás he conocido y el tipo más desordenado del planeta vivieran separados por un tabique más bien estrecho. Así que reconozco que la fascinación era doble porque en el camino al baño podías ver, en apenas dos pasos, una habitación violentamente desordenada y la habitación de orden meditado de Martín. Aquello tenía algo de mágico. La habitación del otro tipo podía estar llena de cigarrillos fumados a la mitad, esparcidos por el suelo, papeles de envoltorios de comida, platos a medio comer, kilos de ropa sucia. Juro que la imagen era desoladora, incomprensible, tremenda. La puerta de al lado de aquel apocalipsis era exactamente lo contrario: CD´s colocados en estricto orden alfabético, camisetas en degradación de colores, interiores oscuros del blanco al negro. Aquello era así, la metáfora del mundo. La confesión, no obstante, pasados los años la debo hacer: a menudo, cuando venía alguien a verme a casa y después de un par de cervezas y siempre que no estuvieran ni Martín ni el otro tipo, yo entraba a mostrar los extremos a ese visitante. Me sentía en deuda con el mundo por tener en casa la metáfora del universo, los extremos separados por un tabique estrecho. Sabía que había que mostrarlo:

.- Te enseñaré algo. De algún modo tengo en esta casa la metáfora total. La explicación del universo, llámalo el jing y el yang, llámalo blanco y negro, llámalo orden y caos, pero ahora cruzaremos ese pasillo y verás la historia universal.

Recorríamos entonces el pasillo, abría la puerta del desorden y el visitante miraba contraido, casi asustado:

.- No es posible que alguien viva así.

Durante un par de minutos nos colábamos indiscretamente en la habitación. Luego miraba al visitante y le invitaba a seguir con el paseo universal. Cruzábamos la puerta entonces del cuarto de Martín. El visitante nuevamente admirado observaba. Abría la puerta del armario donde estaban los CD´s, le enseñaba el orden preciso y tremendo:

.- Pero ¿Cómo es posible que vivan en el mismo apartamento? Es imposible, algo va a colisionar en el universo. Es físicamente imposible este encuentro- Decía el visitante

.- Lo es- contestaba yo- Lo es. Es el universo y su orden, su caos. Está encerrada una ley en este apartamento. Lo grave, lo que temo, es saber mi posición en esto. ¿Soy yo acaso la metáfora de la humanidad? ¿Qué represento yo? ¿Qué simbolizo?

.- El error, la humanidad, la curiosidad: El límite. Jamás deberías entrar en el cuarto de nadie, mostrar indiscretamente sus símbolos. Por mayor metáfora que sea.




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