martes, enero 18, 2011

Perspectiva laboral

Los días poco a poco son algo más largos. Esto es desconcertante. Mañana será más largo que hoy. Así hasta junio. Esas regularidades cósmicas. Sería interesante ver cierta experimentación, algo de improvisación: hoy más largo que mañana y pasado mañana mas corto que hoy. Variar considerablemente la duración de los días, alterar esa imposición inalterable. Luego al revés, según llega el verano empieza el retroceso, los días más cortos, las noches más largas, acordeón universal. A mi me gustan los días largos, porque son como dos días en uno con una noche que da de sí. Porque cuando los días son largos, las noches no se hacen tan cortas como cuando las noches se hacen largas pero los días extremadamente cortos. Hay ahí una descompensación temporal. En verano las noches cortas no son cortas. En verano todo es lento, también las noches. Sin embargo en invierno el día es muy corto, despiertas de noche, te acuestas de noche y en medio el día se deslizo sigilósamente, inapreciable. La noche, no obstante, se eterniza. Anochece y aún andas metido en el día y cuando llega la verdadera noche, en la que todo se detiene y nadie camina por la calle, el día lleva ya demasiada noche y sin embargo aún queda noche por delante. Matemática rara. Sin embargo los días ahora crecen. Cuando despierto ya casi hay luz, poca pero se viene a lo lejos, y aguanta un poco más en el horizonte a media tarde. Se agradece, se agradece porque así tengo menos horas de trabajo, porque si cumplo con más efectividad mi labor. En verano casi me lo tomo a la ligera y me da tiempo a mis menesteres y por el día descanso y disfruto del sol, las largas noches de invierno son tantas horas, son tan largas y tremendas para este envejecido hombre lobo. Yo ya voy queriendo retirarme, trabajar menos horas. La furia de entonces ahora me desgasta y en las cortas noches de verano mis aullidos son más efectivos. Los inviernos ya no son para el hombre lobo.

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