sábado, enero 08, 2011

El camino de L

Metódico, L se levanta a ritmo medio y transita el camino con la incertidumbre de siempre. El camino es largo, no gigante, pero largo, estrecho y poco iluminado. Aunque L piensa que el camino, como tantas cosas, como todo, es indescriptible. Los adjetivos no son más que una convención, un acuerdo. ¿En que momento un camino es largo? No obstante, como tantas veces, como cada vez que lo ha requerido, recorre el camino. Al final, tras unas cuantas ascensiones y curvas encuentra una pared. La pared es blanca, desgastada, infinita. L saca entonces un punzón y rasca. De su mochila saca el cuaderno y va recogiendo cuidadosamente los restos de pares. Palabras, letras, frases enteras. Así durante un rato que a L le resulta agradable, entrañable, necesario. Rasca con su punzón sin prisas, sin ansia. Disfrutando de ese acto primario de rascar en la pared. Recoge en su cuadernillo los restos de esa pared mística. Es en el cuaderno, claro, donde guarda la resultante. Lentamente, como cada vez que va, recopila el texto en ese muro que contiene todos los textos del mundo. Rasca hasta que de algún lado cae la palabra Fin y L comprende que la recogida de ese texto ha terminado. Cierra el cuaderno con el nuevo texto guardado y deshace el camino de vuelta. Llega a casa y lo ordena junto a los otros textos. Así tantas veces tantos días, en ese acto que le proporciona una agradable y leve felicidad.

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