lunes, enero 10, 2011

Esperador

A las 21:02 miro la hora. Sigo sentado y pienso: Alguien en el mundo está mirando la hora a la vez que yo. Un tipo en Bali, por ejemplo. Luego sigo pensando que más de uno ha mirado la hora a la vez. Seguramente muchos, quizá veinte o treinta tipos en el mundo, a la vez, mirando el reloj en el mismo instante o incluso más, doscientos, doscientos cincuenta. Lo complicado, pienso entonces, es que uno de ellos esté pensando lo mismo, que haya mirado el reloj y piense que hay un tipo en otro lado que también ha mirado el reloj. Irremediablemente algo me une a él, si es que existe. Un tipo, vaya uno a saber donde que junto a doscientos tipos más, sin aviso, sin acuerdo previo, miran el reloj a la vez y que junto a uno de esos doscientos piensa en que eso puede estar sucediendo. Cuando me doy cuenta de que pienso en eso vuelvo a mirar el reloj y lo olvido y entonces caigo en que llevo diez minutos sentado esperando y a mi me cansa esperar, porque soy enormemente puntual y siempre me toca esperar, siempre. Se que ella va a tardar en aparecer, la otra vez llegó muy tarde y dejó en evidencia, por su forma de llegar, que la tipa es impuntual. La sociedad, el mundo, es impuntual. Nadie llega pronto. Podría ser inmortal si sumara todos los minutos de retraso de todas las citas de la historia de la humanidad. Lo se, no hace falta hacer el calculo. Sería inmortal, seguro. Otra cosa es que me apetezca ser inmortal. Primero: ¿Cómo sabes que eres inmortal? Las pruebas para demostrarlo no dejan de ser enormemente arriesgadas. Te caes, te partes la cabeza, pero no mueres. Ahí de repente sospechas, pero no vas a dejarte caer otra vez para demostrárselo a los demás. Pero en el caso que concluyeras, por una serie de evidencias ,que eres inmortal, se plantea ante ti todo el tiempo del mundo. Puedes leer, puedes leer mucho y puedes pensar que tienes todo el tiempo del mundo para leer todos los libros publicados, no publicados, por publicar, por escribir pero tiendo a creer que ese exceso de tiempo merma las ganas, yo creo que en leer, por ejemplo, hay un riesgo, la motivación, la posibilidad del fin. Uno puede morir sin haber terminado de leer ese libro con el que anda y eso te empuja página a página. No es la única motivación, pero invisiblemente planea. Puedes ser inmortal y dedicarte a ser todo, no lo se. Creo que a mi no me gustaría ser inmortal, es jugar con ventaja. Preferiría no esperar. Siempre espero. Y ella va a tardar. Los impuntuales nunca saltan su característica. Un impuntual no salta la regla, siempre llega tarde y ella ya lleva quince minutos de retraso. Sigo sentado y espero, allí viene a lo lejos. Me gusta esta imagen, esperar y ver el que viene a lo lejos, reconocer esa forma de andar a lo lejos, aprovechar para mirar lo que no miras cuando se está cerca. El vaivén, el movimiento exacto de las piernas, la forma precisa y única de cada uno en ese avanzar. Ahí viene. Se acaba la espera.

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