viernes, febrero 29, 2008

El pulso de la tierra

Llegamos casi a las nueve de la noche. Era mediados de julio y todavía había luz. Ese instante de quietud indescifrable en los atardeceres de verano, largos y misteriosos. Se expandía, como laguna infinita o como el tiempo, la meseta ancha e inmensa frente a nosotros y no hablamos, nos bajamos del coche y descubrimos que era ese punto el punto exacto que buscamos. Una casa minima que parecia casi una irrealidad en medio de tanto vacio. Tocamos la puerta, tocamos varias veces la puerta y no hablamos. La luz a esa hora tiene algo que lo tiñe todo de fantasía, como si las cosas en realidad no estuvieran sucediendo. No abrió nadie y sin decirnos nada pensamos que nos habíamos equivocado. No hablamos, sospechando un fracaso, cada uno se fue a un lado, atraidos o casi hipnotizados por la luz que se iba yendo, que de nuevo se iba yendo como cada dia, pero de forma radicalmente diferente. La luz y la arena. Yo jugueteé con unas piedras que había en el suelo y cuando iba a hablar por primera vez en tantas horas se abrió la puerta. Sonreimos casi a la vez. Ahí estaba, era él, no cabía duda. Nos miró desde unos ojos casi enterrados en arrugas, cubierto por una sábana blancá y con los pies descalzos. Bien visto todo parecía un viaje a un pasaje biblíco o un viaje espacial, en cualquier caso era un viaje y no quise etiquetarlo. Hicimos un getso con la mano, saludamos y no hizo falta hablar, el viejo dejó la puerta abierta desapareció unos segundos y volvió a salir. Cerró la casa con llave, miró el coche como el que ve una nave que ha aterrizado en la tierra y se puso a caminar justo después de hacernos una seña para seguirle. La luz estaba baja, muy baja y la sábana blanca del viejo parecía casi rosada. Empezamos andar por la meseta, como si nuestro destino fuera el horizonte. Kilómetros y kilómetros de llanura que daban la sensación de ser el fin de algo, de la tierra, del cosmos o de un cuerpo inmenso, pero sobre todo de algo que se sabe que caduca y concluye y ese fueran los últimos kilómetros, el último tramo a recorrer. Seguiamos al viejo que caminaba con una velocidad sorprendente entre la tierra seca y los arbustos que iban apareciendo. Se frenó en seco cuando la última punta del sol se metió en esa linea que no existe. Se sentó en el suelo y nos hizo un gesto ceremonioso. Sacó unas cerillas y encendió una especie de papel con unas plantas, jugueteo con varias ramas y unas hojas, todo lo iba metiendo en una especie de agua que iba calentando con una llama cada vez mas poderosa, comenzó a salir el vapor, y aspiró, cerró los ojos y aspiró con intensidad. COn la cara aún en alto nos miró y nos invitó a repetir el gesto. Me agaché, aspiré el vapor. Era el olor mas intenso que había sentido en mi vida, un potente golpe de olores que me hacían recordar otras épocas, incluso épocas que yo no había vivido. Me quedé con los ojos arriba, mirando algo que no sabía definir, el viejo me agarró la mano y me sentó. Me hizo un gesto como para que respirase hondo y así lo hice, séntí un vapor local, sentí la arena, sentí la despedida del sol, sentí el levisimo movimiento del viento, un lenguaje indescifrable, sentí que el viejo crecía que se perdía, sentí que algo se entremezclaba, sentí un cuerpo, mi cuerpo pero todos los cuerpos del mundo. Ví que había algo mas allá, ví el mundo completo, y me vi reflejado en aquella inmensidad que se iba apagando, sentí el lento movimiento de la noche, sentí una levedad, una levedad irrepetible. Sentí el eco de la sangre moviendose por mi cuerpo y de repente me vi venir, me vi a lo lejos, caminando, era yo mismo que venía desde allí, venía con alguien de la mano, mi abuela, mi abuela que me llevaba a cuestas por la inmensidad, vi que estaba solo de repente y que todo cambiaba, ví mi voz, no la escuche la ví, grite y veía su forma, una especie de ondulación que iba variando de color a medida que recorría los kilómetros. Vi agua y miles de cosas que no tenian palabras, fuera o en otro lado donde las palabras no cabían, era el pulso de la tierra...


Desperté muchas horas despues, era mediodia y el sol era intenso...

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