lunes, febrero 25, 2008

Escenas retomadas

No existe el destino. Evidentemente no existe el destino. Esto se
conduce a su antojo y de manera tan delirante que el delirio mismo
resulta algo estructurado al lado de esta secuencia que es la
historia, la vida, el universo. Me encontré con K en la acera
izquierda de una calle del centro. Nos vimos a cincuenta metros, en
medio del bullicio, peor la vi y supe que era ella y juro por quien
haya que jurar que casi me da un vuelco el corazón. Era ella doce años
después, la reconocí entre toda esa gente, entre las tiendas y los
coches y las voces sumadas unas a las otras. Era esa mirada, la mirada
triste, la misma mirada triste. Aquí, a ocho mil kilómetros de
distancia y a doce años de la última vez. Con dieciocho era atractiva,
no era exactamente guapa, pero era atractiva, mucho. A los treinta y
uno lo era aún mas, como siempre sospeché. Nos saludamos con dolor,
por que si algo me unió a ella fue el dolor y nostalgia, ella decía
con diecisiete y con dieciséis que mi mirada era una mirada
terriblemente triste, yo nunca le dije que precisamente era eso lo que
me parecía a mi la suya. Así que de algún modo fuimos dos tristes
adolescentes que hacían el amor casi con obsesión cada vez que se
veían en aquel entonces. Y ahora éramos dos adultos que se encontraban
en medio de una calle, muy lejos de donde nos conocimos pero con
bastante mas serenidad que en aquella época.

.- Si- Me contó bebiendo una caña- Eso hacía A. Acuérdate que ni
siquiera era fea, era gordita, nada mas. Pero no era fea. Era una
adolescente con algunos Kilos de mas, pero era bonita de cara.
Acuérdate que ella siempre nos invitaba su casa, y que yo casi dormía
mas veces allí que en la mía. Mi madre ya estaba loca entonces y
aquella casa grande, siempre animada, me resultaba casi un paraíso. Y
por las tardes te llamábamos y era la manera de verte siempre, todos
los días y tu ibas. Y acuérdate, te tienes que acordar, que al rato
ella siempre desaparecía muchísimo rato. Y tu y yo nos quedábamos
acostados en la hamaca que tenían colgando en aquel patio. Y entonces
invariablemente, yo comenzaba a tocarte, era casi un rito. Tantas
tardes fue igual. Y eso, hasta ahí era normal. Dos adolescentes en
celo metiéndose mano, pero no te acordarás que yo, justo ahí me
giraba, me levantaba la camiseta y me giraba. Y era para ella, por
que ella me lo pedía. Ella dictaba cada noche que era lo que te tenía
que hacer. Y yo sabía que estaba allí mirándonos y a veces, incluso,
se asomó pero tu no te dabas cuenta, jamás te dabas cuenta. Y aquello
me parecía una manera extraña de dar felicidad, pero extraña me
pareció después, en el momento simplemente obedecía a la felicidad por
que yo sabía que ella era feliz viéndonos, por que el sexo, o muchas
de sus formas es felicidad y ella era feliz entonces. Organizando la
tarde siguiente cuando apagábamos la luz en su habitación, y ella,
acuérdate, era mandona, dictaba el plan. Estaba todo en su cabeza.
Ahora lo pienso y me asusta pero en aquel momento todo parecía normal.
Ahora pienso en ella, en la última vez que nos vimos, hablamos de
Chávez, sobre todo hablamos de Chávez y que ella quería irse al norte,
que su empresa la podía mandar a Los Ángeles y que su marido era un
cagao, que tenía miedo de salir de allí pero que ella se iba, que ese
pais era mierda y que ese cabrón de presidente era un coño e´madre
pervertido y yo, después de años pensándolo dije que a mi ella me
parecía una pervertida también y se lo recriminé, le hable de aquella
época y se hizo la loca, la coño e´ madre se hizo la loca. Que si eso
eran inventos míos y yo le dije que no. Y ella siguió hablando de
Chávez. ¿No has vuelto?. ¿Qué piensas tu de Chávez?. Bueno, eso da
igual ahora. Pero siempre pensé que si te volvía a ver te lo tenía que
contar, por que ella lo hacía por ti, lo entendería ahora si fuera por
mi, por verme pero por ti. Con quince años y ya maquinando así,
moviendo el mundo a su antojo, dirigiendo nuestras tardes. Pasé
muchas horas en aquella casa. Muchas. Y luego aquella vez que invitó a
todas sus primas y entonces, me acuerdo, organizaba todo para que tu
coincidieras con la prima mediana, la de tu edad y lo iba dirigiendo
todo y fue fácil y convenció al padre y nos llevó a la playa a todos.
¿Te acuerdas? Y tu enloquecido con la prima y yo que me moría, por las
noches no dormía, me ahogaba. Y ella, muy morbosa, me preguntaba que
si sentía dolor, que si sentía celos y compró alcohol y…. Siempre era
la que llevaba la iniciativa. Y los juegos y todo era su mano, siempre
su mano. Y claro te vi cuando te besabas con la prima por la noche y
lloré y me fui a su cama a llorar y ella me preguntaba que era lo que
sentía. Un infierno. Lo más parecido a un infierno. Siempre la
recuerdo y la veo como una mano gigante sobre un joystick y todos como
marcianitos de un juego caduco. Y cuando la vi, la última vez que
estuve, casi sentí placer cuando la veía hablar de Chávez con rabia.
Pensé:"Jodete", por que ella quería gobernarlo todo tanto que creía
que hasta el país era de ella y yo creo que ella proyectaba en Chávez
esa rabía de saberse derrocada. Acostumbrada como estaba a dirigirlo
todo a su antojo. Luego fui al psicologo, pero ya mayor, ya cuando me
fui a vivir a Bilbao. Y cada vez que hacía el amor con mi marido, un
vasco que conocí en Caracas, me imagina que iba a aparecer, me la
imaginaba detrás de la puerta, detrás del armario. Ahí, en Bilbao o en
Cancún que fue donde nos fuimos de luna de miel. Y ahora te encuentro
y este es el paso definitivo, aquí, para mi, se acaba la historia.

.- Y de ella.

.- Creo de fue del país. Que vive en Los Angeles con su marido

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