martes, diciembre 01, 2009

Proyectados

Era invisible. No hablo en un sentido ficticio. No es que ella fuera la mujer invisible o la metáfora de un ser que nadie ve, pero se movía en un terreno de mi realidad donde habitualmente era inaccesible, muy complejo verla. No es que se escondiera, que no era así. Es mas bien que permanecía en otro plano, en otro nivel. En el mismo lado pero en una capa distinta. Realidades superpuestas. Es decir: si yo estaba aqui, ella estaba aqui pero sin estarlo. Con ella, a pesar de todo eso, de toda esa distancia insalvable, me llevaba enormemente bien y contrario a lo que pudiera entenderse, la comunicación era sensacional, limpia y sin malos entendidos. No había reglas, porque no puede haberlas entre dos seres que permanecen separados por planos separados, tampoco había trucos ni trampas. Era, como si la distancia insalvable, el muro invisible, nos permitiera ser absolutamente honestos al otro. El hecho de que ella fuera invisible, de que estuviera proyectada en el mismo trozo de tela, pero en proyecciones distantes, que vienen de proyectores separados, distintos, lejanos nos diera la posibilidad absoluta de no usar máscaras. El caso es curioso porque cuando no ves con quien hablas se suele jugar al personaje, a la interpretación de ese que no somos del todo y que queremos ser a toda costa, sin embargo, manteniendonos en ese lado que el otro no ve, fuimos honestos, sinceros. Fuimos nosotros a toda costa, lo que no siempre es fácil. Siempre sospeché que tras esa honestidad absolutamente sincera se escondía la esperanza de encontrarnos algún día en la misma proyección, proyectados a la vez, desde el mismo punto y que por esa esperanza eramos siempre honestos, para no sentir que todo había sido mentira. Al contrario, de suceder aquel milagro, veriamos el sentido absoluto y la magica realidad. El otro era tal cual, sin máscaras, sin engaños.

Eso sucedió durante muchos años y mereció la pena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Leer esto es como ver lo que pasa al otro lado del espejo. Me siento algo así como esos vigilantes en cuyos cristales de sus casetas se mira la gente al pasar sin sospechar que del otro lado él los ve, pero la diferencia es que siempre "fuimos nosotros a toda costa" y no hay poses. Es una conexión única, no creo que se repita dos veces en la vida. Un verdadero tesoro.

CL

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