jueves, diciembre 03, 2009

De vuelta

Murió a los 59 años, revivió a los 63. Durante los primeros meses de su regreso dedicó todo su tiempo a convencer a su gente de que estaba muerto y que al contrario de lo que dice la canción, el no estaba de parranda." Estaba muerto de cojones" solía afirmar con rotundidad. A los 65 tuvo que empezar a trabajar, al contrario que todos sus colegas de generación que comenzaban sus días de retiro. No había una ley, ni seguro que cubriera semejante regreso y no tenía valor de reclamar algún dinero de esa herencia que había dejado y que no sólo había sido repartida entre sus hijos y nietos, sino que además, en la mayoría de los casos no quedada un resquicio de aquellos ahorros que había sumado en la primera parte de su vida o su vida previa a esta vida. Solía dormir con calma, no había insomnio ni preocupaciones. "Yo se lo que hay al otro lado y aquello da cualquier cosa menos miedo". En general era pausado y sosegado, pero no podía evitar una extraña y inexplicable sensación de nostalgia, también de extraño vacio. "Los días allá" solía decir cuando hablaba de sus días muerto, de esos cuatro años inexistentes. Encontró un filón en las conferencias. Montó una gira bajo el nombre de "La muerte: un misterio solucionable". Al principio habló en universidades, habló en encuentros filosóficos, habló en exposiciones. La fama, sin llegarle del todo, fue creciendo. Escribió un libro con un prologo memorable pero con páginas en general poco interesantes. Tenía un problema, y lo sabía. Había vuelto de la muerte, si, pero él, en esa vida y en la anterior, se había caracterizado por cierta falta de emoción y sensibilidad y un exceso de pragmatismo y algo de simpleza. Sabía que su experiencia era la cumbre las experiencias humanas, pero el no era narrador, era poco reflexivo y no solía perderse en admiraciones ante las vivencias o en este caso las no vivencias. Para él todo se reducía en haber ido y haber vuelto. Que si, que el asunto era poderosamente llamativo, pero el no sabía muy bien que contar. "He estado muerto, muerto de cojones, durante cuatro años, pero ¿Qué les puedo contar? Suceden cosas ¿Es todo negro? ¿No sucede nada? Pues tampoco se decirlo. No encuentro metáforas o palabras para definirlo. Se está muerto y ya, como cuando se está vivo. Uno está vivo ¿Como coño es estar vivo? Estar vivo es estar vivo, pues lo mismo pasa con la muerte. Se está muerto y nada más" Así arrancaba su prologo del libro, así arrancaba sus conferencias que generalmente terminaban con abucheos y rumores que insinuaban que era un farsante y que muerto no había estado. A los sesenta y seis años pensó que casi mejor no haber vuelto y entró en un proceso de extraña depresión. "Cuando estaba muerto nadie me tocaba los cojones. No es que quiera morir. Bien visto morir, vivir. No se. Da un poco igual" Cuando estás vivo tienes miedo a la muerte, cuando estás muerto no te planteas nada, ni siquiera la vida, pero cuando revives no hay mucho, hay cierta apatía, cierto cansancio. Es como si el miedo a la muerte le diera cierto empuje a la vida y yo ya no temo a la muerte. De algún modo, casi temo más a la vida". Lo de las conferencias, claro, se acabó. El libro vendió bastante poco y tuvo que empezar a buscarse otra manera de ganar dinero para sobrevivir (palabra que le producía ataques profundos de risa). Finalmente se fue a vivir a un lugar con mar. Allí trabajó de pescador a media jornada y vivía con bastante paz. En alta mar al amanecer recordaba la muerte o ese paréntesis de vida y se sentía entre desdichado y privilegiado. A nadie en el pueblo le contó su radical experiencia. Vivió diez años más con bastante calma y sereno. Pescaba, vivía de lo que pescaba y por las tardes se reunía con algunos a jugar a las cartas en el bar de la plaza. EL tiempo pasó, siempre pasa y volvió a morir, en los últimos segundos, sabedor de como entra y como te invita el de la guadaña a su terreno, pensó que quizá ahora ya no volvería jamás y cerró los ojos. Por eso cuando lo enterraron se podía ver una sonrisa entre irónica y amable en la forma de sus labios.

No volvió. No al menos hasta ahora. Descanse en paz el tiempo que pueda. Si es que el destino, jugador extraño, lo permite.

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