jueves, septiembre 04, 2008

Otras vidas

¿Que haces cuando vez algo que no se sabe y que afecta a un tercero?, ¿Que haces cuando ves a alguien escondido por la ciudad, refugiandose inutilmente por que tu sin querer le descubres detrás de esa maraña que habrá creado, detrás de argumentos que se desintegran en el instante en el que tu ves lo inconfesable?. ¿Que haces?, ¿Lo dices?. Yo pasaba por esa zona de la ciudad a la que jamás voy, por calles en las que casi me pierdo, rincones que no sabes que existen entre calles y calles. Caminaba observando la estructura de ese barrio por el que jamás paso, esas casas bajas, esas calles arboladas, pocos coches en las puertas, poco ruido, poca gente. Dificil encontrar una calle entre esas calles que tanto se parecen y hacen curvas y bifurcaciones en las que algunas mantienen el nombre de la calle mientras que otras toman uno nuevo sin saberse muy bien el criterio seguido para esto. También leía con atención los nombres selccionados de las calles, no eran nombres de personajes históricos, no eran planetas, oficios, escritores o virgenes. Los nombres de las calles de ese barrio por el que caminaba en ese instante absolutamente desubicado eran nombres de libros. Calle de El corazón de las tinieblas, Calle de los Hermanos Karamazov, Calle de la montaña mágica. Yo recorría ese laberinto literario buscando el numero 8 de la calle de Bajo el volcán cuando ví a ese que se escondía, a ese que se inventaba una vida para su pareja pero que en realidad llevaba otra, y lo ví casi sin mirar, sin darme cuenta hasta que ya estaba tan encima que le descubrí. Lo primero que pensé fue en ella, la relación la tengo con ella, él para mi es la pareja de ella. Le ví así, tan distinto, tan fuera de contexto, que tarde varios segundo en entender. La calle tan vacia, el barrio tan ajeno, media tarde en la ciudad que en ese momento no me parecia la mia, sino otra, lejana e incomprensible como todas las ciudades en las que nunca se ha vivido. Apoyado en un árbol, con casi toda la ropa tirada por el suelo, miraba arriba y gritaba frases que no podía entender. Me quedé mirandole, escuchandole. Hablaba a un hipotetico Dios, levantaba los ojos, miraba hacía arriba y pronunciaba frases no siempre coherentes. Exigía algo así como "La tormenta final" o "La gran tormenta". Vacia la calle y yo encogido ante el espectaculo de ver al marido de mi amiga alzandose como lider de una religión con un sólo fiel me quedé casi poseido por el instante, casi absorvido por un instante que aún hoy no termino de comprender. "Entonces tendrá que caer la tormenta final, la que todo lo aclare y nos de de el brillo definitivo. Tú, sólo tu podrás dar la señal en forma de agua, violentamente se humedecerán la razón y el verbo de los hombres. Así lo espero y aquí te espero. En este punto exacto donde todo comenzó y todo terminará". Eso escuché desde el punto donde le veía en ese delirio sobrecogedor. Giré y me fui corriendo. Hace un par de dias cené con ellos, todo fue tan normal, su casa siempre agradable, la conversación siempre amena, el educado y calido como tantas veces. Al final de la cena charlamos largo y sin tapujos de tantas cosas que me resultaba imposible que ese hombre y el otro fueran el mismo y sin embargo lo eran.

No hay comentarios.:

Mi lista de blogs

Afuera