miércoles, septiembre 24, 2008

La última noche

A esa hora no suele quedar nadie en el edificio. LAs demás plantas tienen las luces apagadas y se potencia, por ese vacio, el ruido de los aires acondicionados y tus pasos sobre el suelo de la oficina. A veces me gusta quedarme a esa hora soolo, terminando algún proyecto. Hay muy buenas vistas, el edificio es de los mas altos de la ciudad y te puedes quedar viendo la noche sobre la ciudad, el paso de los coches abajo en la avenida. Esa sensación extraña de ver tu propia ciudad desde una perspectiva que no te incluye. Mirarlo todo a traves de una especie de filtro. Luego vuelves al trabajo con esa concetración que no te da el dia con toda la gente caminado alrededor, hablando y el movimiento constante de la oficina. Llevaba un rato en eso cuando de repente se fue la luz. Se quedó todo a oscuras. Me quedé cerca de quince segundos sin moverme, esperando quizá a que volviese, pero no sucedió. LA oscuridad seguía presente. Me levanté, iluminado por las luces que venían de la calle y recorrí el pasillo, este sin ventanas, muy oscuro y de díficil transito. Me acerqué hasta la puerta y descubrí que estaba cerrada. Hice un par de movimientos, para tratar de abrirla, pero fue imposible. Vólví hasta mi mesa y marque el numero de la recepción de abajo, no me daba señal. Marqué el teléfono de mi casa, pero tampoco dió señal, entonces busqué mi móvil. Tarea imposible en esa oscuridad creciente. Decidí sentarme y respirar hondo, estaba indignado, sentía una terrible indignacion con la gente de seguridad del edificio que habían cerrado la planta sin comprobar si había gente. Miré hacía la calle, la ciudad se apagaba lentamente, cada vez menos coches abajo, cada vez menos gente despierta. Pensé, no se muy bien porque, en un amigo de la infancia, un chico del que nunca supe nada mas. Me volví a sentar y traté de pensar en alguna solución. Levanté el teléfono obsesivamente, muchas veces hasta que entendí que el teléfono definitivamente no tenía linea. Traté de encontrar mi abrigo en el cuarto de las perchas, pero era imposible, la oscuridad ahí dentro era total y no recordaba en que zona lo había dejado colgado. Siempre dejo el móvil en el abrigo, al jefe de mi departameneto no le gusta que suenen nuestros móviles en horas de trabajo y prefiero dejarlo allí, ajeno a los ojos de esté. ME levanté y caminé hasta la puerta y entonces me encontré en medio del pasillo con Susana Molina. Esto se comprendería mejor si contase toda mi vida, pero no lo haré, no ahora. Susana Molina en medio del pasillo. Quieta, visible en medio de la oscuridad, reconocible y con actitud extraña. Me quedé quieto, como el que ve una aparicioón, pues al fin y al cabo esta lo era. Susana Molina. La misma cara, el mismo pelo, el mismo cuerpo. Ella, como entonces, como aquella vez. LA miré una y otra vez, uno frente al otro en medio del vacio o esa sensación de vacio. LA oscuridad potente y ella extrañamente visible en esa oscuridad a la que los ojos no se hacían:

.- Pero ¿Tu?. ¿Que haces Susana, que haces aquí?

.- Se acabo GUIstavo. Se acabo. Estás muerto.

Y así, exactamente así, morí en aquel instante. No puedo decir mas

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