viernes, octubre 31, 2008

Perspectivas

Cuando subió los tres pisos de esas escaleras absolutamente antiguas y muy deterioradas, comprendió que si tocaba esa puerta sería para cambiar, por siempre, el destino de su propia vida. Esperó, respiró profundo y cuando notó que de algún modo ya controlaba el instante, tocó el timbre. Sabía entonces lo que iba a suceder, ella abriría la puerta y de nuevo ese golpe violento, ese vertigo que seguía sin comprender. Ella abrió y entonces, tal como había imaginado, sintió esa inmensa bola, que casi quema, ascendiendo enloquecida e invisible desde la boca del estomago hasta la mismisima garganta, tragó saliva y la saludó. Ella iba vestida exactamente igual que como iba cuando se habían despedido al salir de la oficina un par de horas antes, con la misma mirada de siempre, le dijo que pasara. El abrió la bolsa y le entregó el paquete que en el fondo era la excusa, bien podría esperar esa entrega a la mañana siguiente, cuando se encontraran en las mesas de la oficina, mientras se enciende el ordenador y la gente, sin entusiasmo, se da los buenos dias. Se sentó en un sofá azul que había en el salón y esperó mientras ella desaparecía tras a puerta de la cocina. Vió algunas fotos, los libros de la estantería, una caratula de un DVD abierta que cogió para leer el título y ella volvió de nuevo con un par de cervezas. Ella se sentó enfrente y con tono pausado le agradeció el paquete que le acababa de entregar. El se quedó pensando cuando sería el momento idoneo que ambos esperaban, lanzarse como posesos por el sofá, no hablar, eso ya lo habían hecho millones de veces en esa oficina del infierno. No, ahora no, ahora era dejar salir la bola que asciende tantas veces desde la boca del estómago hasta la gargante y comerse con la ansiedad del que ha esperado demasiadas horas. ella no habló y el pensó que alguno debría ser honesto, declarar lo que era una evidencia y dejarse de instantes muertos. Sintió la bola de nuevo, peor está vez gigante, como si se hubiera convertido en algo realmente físico, recordó que por s arte los detalles estaban limados, el móvil lo había dejado en el coche para no verse en la obligación de no tener que cogerlo. La excusa en casa había sido bien trabajada y consistente, tan bien armada que podría llegar tarde, muy tarde sin levantar la mas mínima sospecha. Ella se levantó y el comprendió que ahí justo ahí, comenzaba lo que tantos meses llevaba esperando. Meses por eso, por algo que no iba a durar mas de veinte minutos. Ella giró abrió la ventana y se confesó, ara su sorpresa se confeso:

.- No tengo a nadie mas, estoy sola aquí. Esto es complicado, pero tengo que pedirtelo porque solo tengo confianza contigo. Es extraño, pero te cuento como un amigo, realmente mi único amigo aquí. Pero ¿Tu me podrías dejar dinero?, es vergonzoso esto para mi, pero todo se ha complicado y sino fuera una urgencia, una necesidad vital no pasaría por este trance desagradable.

Media hora después llegó a casa. Su mujer veía una serie en la televisión. Saludó cansado y reajustó su compleja mentira para excusar su aparición temprana en casa. Aquella bola de fuego que ascendía del estomago al la garganta, lentmanete, cada mañana en la oficina se había ido viniend abajo, perdiendo fuelle en esa ascensión. Eso si. Pasado casi un mes, ella le devolvió el dinero prestado y se lo agradeció profundamente

1 comentario:

Denzura dijo...

Ah era prestado!

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