sábado, octubre 18, 2008

El encargo

Le ví venir. Caminaba recto, serio, como si no hubiera una sola parte de su cuerpo que hiciera un mal gesto al andar. Como si cada parte de su cuerpo hiciera el movimiento correcto, exacto preciso en el siempre complejo arte de andar. Se iba acercando, la calle se iba estrechando entre él y yo. Yo esperaba sentado en aquel banco que daba al puerto, abajo unos hombres entraban y salian de un barco, uno de ellos hablaba muy alto y comentó al otro algo sobre el periodo vacacional que se abría para ellos. Cuando ya estuvo a mi lado me saludo, la voz era profunda, las palabras las mas educadas. Me levanté, nos dimos la mano, intercambiamos unas frases cordiales y me entregó el sobre. Se despidió y se giró. Cuando ya le veía de espaldas abrí el sobre y conté el dinero. Faltaba una parte, ese no era el dinero acordado. Me quedé unos segundos quietos. El instinto me pedía salir corriendo tras el y hacerselo saber, pero su seriedad me cohibía, como si aquel sintoma de debilidad, aquella manera de actuar ante tanta rectitud fuera en error, un fallo imperdonable. Esperé y caminé rápido, traté de darle alcance antes de que terminará el puerto, prefería que no nos vieran juntos ya entre las callejuelas del centro. A unos metros de él le llamé, giró y se detuvo. Le mostré el sobre sin hablar, comprendió en seguida, sin gestos, sin preguntas me contestó inmediatamente:

.- Falta la parte que considero justa por que usted no cumplió completamente el trato.

.- Yo hice lo que usted pidió. Yo no he fallado. Usted les quería muertos y muertos están.

.- Si, pero te dije que él primero. No fue así. Se que no fue así

.- ¿Que sabrá usted de lo qe ocurrió en aquella habitación?

.´- Lo se creame. Cada noche, cada madrugada ella me visita. Me describe y me atormenta narrandome el encargo. Su acción torpe. Su brusquedad. Yo le pedí a usted limpieza, cero sufrimiento. Yo sabía que esto iba a suceder. Sus visitas nocturnas, sus reclamos. Esto va mas allá. Este tormento es sobrenatural. Ella no era de este mundo.


Miré a ese hombre por ultima vez, me giré y traté de olvidar esas atormentadas palabras, ese incidente estupido y acepté el precio de perder dinero por no volver a ver a ese loco. En el juicio ya no apareció. Le encotraron muerto en la misma habitación de hotel donde yo cumplí el encargo.

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