lunes, octubre 20, 2008

Olor

Olía mal. Todo lo mal que se puede soportar. Hay un punto en los sentidos que se sienten tan aturdidos que comienzan a rozar otros sentidos. Olía tan mal que comencé a sentir zumbidos en los oidos y una leve ceguera. Como si el olfato dijera que aquello tenía que ser cosa de todos, que aquella carga no la podía llevar en exclusiva y exige a los otros sentidos que acudan al rescate.

No se puede describir el olor, puedes hacer semejanzas, puedes evocar olores que recuerdan a otros olores, sumar fragancias que sumadas pueden ser un resultado parecido al que se percibe en un momento exacto. Hay olores absolutamente independientes, inclasificables. El mal olor puede ir asociado a otros malos olores. Si algo tienen los malos olores, sobre todo en las ciudades, es que guardan muchas semejanzas entre si. Los buenos olores son otro mundo, llevan tanta carga que cada uno es un mundo, pero los malos tienen, no siempre, eso si, mucho de parecido entre ellos. Aquello no era ya un olor, aquello casi se podía tocar. Era casi solido. Hice el esfuerzo natural, respiré a bocanadas para sentir eso las menos veces posible. Aguantando la respiración la mayoría del tiempo. Me fui mareando. Los otros hacían lo mismo. Apenas hubo quejas, quejarse era hacer un esfuerzo que requería oxigeno extra y nadie estaba por la labor de desperdiciar oxigeno, de quedarse sin el mas rápido. El oxigeno había que administrarlo con tiento. Estabamos encerrados a oscuras, y estar sin luz casi se agradecia, se tenía la sensación de que usar la vista sería usar energia y por la mismo mótivo del ahorro, no queriamos ningun gasto extra. Como en toda situación extrema traté de pensar en otra cosa, de ausentarme mentalmente de ese presente. No lo logré, pero si conseguí tranqulizarme. Noté el tacto de uno de los compañeros, me dieron ganas de acariciar esa piel, como el recuerdo de algo humano, algo alejado de ese horror. Porque esa piel llevaba cariño, recuerdos de todo lo que estaba alejado de ese infierno. En esa piel había algo humano, en esa piel imaginé jabones deslizandose, el agua del mar, el mismo olor humano del sudor me parecía en ese instante el paraiso del olfato. Un olor que mi cuerpo acepta y codifica, no eso, aquello que nos estaba torturando, machacando las entrañas. Era una masa, una masa terrible y fria. Una masa que traspasaba cada poro de la piel y te invadia, como una guerra biológica entre el aire y tu cuerpo en la que este se iba venciendo. Escuché un lamento, mas lamentos, alguien comenzó a llorar, alguién gritó, nadie, lo supe desde ese instante, lo hacía por temor a la oscuridad, por angustia del encierro, no. Todos lo empezaron a hacer para evitar por siempre ese olor. Soy incapaz de calcular el tiempo que pasó. Encendieron la luz, uno de los nuestros había caido rendido al suelo, abrieron la puerta, entre tres cogimos al desfallecido y lo levantamos, salimos corriendo.

Al cabo de tres horas llegué a casa. Durante tres dias no pude comer. Cada cosa que hacía, cada momento de mi vida llevaba impregnado ese olor. Lo fui olvidando, lentamente.

1 comentario:

Denzura dijo...

Auch! Dejé de visitarte unos días y estoy muy atrasada!! Necesito ponerme al corriente con la lectura de tu bló!
Es interesante.. me gusta
Saludos!

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