lunes, octubre 27, 2008

Después de Meknes

Nos bajamos en Meknes sn haberlo decidido de antemano, el tren nos traia desde Marrakech dirección Fez y la decisión de pararnos un dia en Meknes sucedió en el instante en el que el tren comenzó a descender de velocididad en la estación. Bajamos rapidamente sin saber muy bien por que lo haciamos. Apenas habiamos oido hablar de Meknes y siempre que aparecia su nombre fue entremezclada entre mas nombres, carente de una atracción especial. Comprobamos que efectivamente la temperatura era mucho mas agradable, mas suave y con cierta torpeza decidimos caminar hacia la medina donde buscariamos un sitio donde dormir. Ella me miró un momento y me dijo algo que no atendí demasiado, los sitios nuevos tienen un poder excesivo sobre mi atención e iba poseido por esas calles y por el bullicio bastante mas sereno y mas comprensible que el de la zona donde dormiamos en Marrakech. Vi un hostal y preguntamos, nos subieron a un cuarto piso y nos mostraron una habitación carente de cualquier lujo pero que mostraba dentro de todo, higiene y una cama que no parecia muy incomoda. La aceptamos y nos metimos a reposar unos minutos que terminaron extendiendose. Hicimos el amor y ella se quedó prufundamente dormida. Yo cogí el cuaderno y salí a caminar. Me metí por diferentes calles de ese laberinto que es la medina. Giré, volví a girar, miré a un lado y a otro y pensé profundamente en ella que se había quedado dormida y ausente de ese instante. Pensé que lo mejor sería desaparecer, volverme parte de ese comercio incomprensible por el que estaba caminando, ser parte de ese otro mundo y no del que venía, de ella y su conflicto abismal. Ella quería cambiar su vida, dejar a su pareja, pero yo no soportaba mucho mas ese juego de huida y escondite. Salí de la medina, me senté en una terraza a beberme un té, un hombre me habló en un mas que correcto castellano, me preguntó que de donde venía, le conté la parte del viaje que llevabamos, charlamos sobre Marruecos, sobre España, sobre el futbol, sobre Nadal. Miré la hora y la luz, ya casi había caido la noche y me levanté, me despedí de aquel buen conversador. Fui hasta el hostal, subí la habitación y vi que ella no estaba. Primero me preocupé, luego comprendí que al despertarse y no verme habría salido. Esperé un buen rato, no apareció. Me percaté de que su mochila con su ropa y sus cosas no estaban. Sospeché que algo había sucedido. Esperé un poco mas cuando vi que ya era muy tarde, demasiado quizá para que ella no hubiera vuelto. Salí a la calle, era de noche, había mucho movimiento, me fui hasta la plaza, caminé de un lado a otro. No la encontré. Supe entonces que aquella historia había terminado y extrañamente lo asumí, pero solo me quedaba la preocupación de saber donde estaría. Me encontré con el hombre con el que había estado conversando al atardecer. Me volvió a hablar. Tras varios extraños movimientos, terminamos caminando por la medina. El ambiente era hipnotico, caminabamos rápido, aparecía gente que en seguida volvía a desaparecer. Llegamos a una casa, había un par de tipos mas. Hablaron, hablaron sin que yo comprendiera. Bebimos Té, fumamos hachis. Seguimos hablando, pasó mucho rato hasta que uno de ellos sacó una pipa de opio. No comprendí, pero fumé. Fumé y fui deshaciendome de una extraña capa de mi mismo. Sentí como si me estuviera quitando un celofan que llevaba puesto encima toda la vida. Un filtro que modificaba a su antojo las cosas. Vi todo o creí ver todo como era, sin filtros. Hablé y sentía que lo que decía era fluido, pero la fluidez de las cosas que van por si solas, entonces rompí las palabras o sentíq eu rompía las palabras. A cada una le asigné una forma y un color, fue así como mi lenguaje, mi manera de hablar se convirtió en una especie de chorro gráfico. De mi boca salían ilustraciones realmente sorprendentes. Jugué con el tiempo, me ví pequeño y salté en el tiempo, podia ser a la vez este y aquel y de algún modo me comprendí y comprendí a aquel, que en el fondo eran y no eran el mismo. Y de repente me acordé de ella. Traté de descifrar ese sentimiento. La imaginé desnuda como tantas veces la había visto esos dias, desnuda mientras haciamos el amor y la habitación donde estaba con esos tres desconocidos se lleno de ese deseo. Un deseo extremadamente potente. Imaginé con precisión cada parte de su cuerpo, pero asumí o comprendí que aquello era imposible y que de algún modo lo que a mi me llevaba a esa relación era saber que efectivamente nunca se daría, esa propia imposibilidad era la que me hacía estar. Había demasiados filtros entre los dos como para que aquello llegara a ser honesto.

No la volví a ver. Seguí mi viaje solo. Asustado y conmovido por esa noche en Meknes. Al llegar a Madrid no la llamé, pensé que el tiempo nos haría comprender. Un mes después me envió un correo. Breve, muy breve: "Sin rencores. Lo mejor para los dos. Un beso". Seguí mi vida. Los viajes, todas las sensaciones que se tienen en estos también van quedandose atrás. Conocí a otra chica. Obsesivamente pensaba en ella cada vez que hacía el amor con esta. Varias veces con diferentes personas me sucedió lo mismo. Ni siquiera a nosotros mismos nos comprendemos. Con el tiempo esa obsesión se fue diluyendo. Hoy la he visto y he pensado en eso, he recordado aquello. Al verla y hablar amigablemente con ella he sentido, de nuevo, unas ganas enormes de hacer el amor con ella. He vuelto a imaginarla desnuda en aquel hotel de Meknes, he recreado con precisión algunas partes de su cuerpo. ¿Que cojones será eso?, ¿Química?. No lo se. Ni o mismo lo entiendo. Nos hemos despedido sin hablar de Marruecos. Sin aclararnos que camino siguió cada uno después de Meknes

1 comentario:

Denzura dijo...

Pff qué historia!

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