lunes, octubre 26, 2009

Un limón, medio limón, dos limón.

Ayer estuve bebiendo conmigo mismo hasta bien entrada la madrugada. La situación es complicada porque hablar contigo mismo cuando estás ebrio es asunto enredado. Yo le decía a mi que estaba cansado del estado de las cosas con Carla, que se había perdido la motivación, que ya todo se arrastraba por una inercia que a cada segundo perdía fuelle. Una corriente que algún dia fue marea alta y ahora apenas empujaba olas minúsculas a la orilla. Y yo, o él, porque desde mi punto de vista yo era yo y yo, que era él, era él, me habló de Carla, claro, pero también andaba cabizbajo, existencialista, borracho común que declara que el mundo fue y será una porquería. Yo le hablé del mundo si, de sus miserias, pero sobre todo de Carla porque si había aceptado beber conmigo mismo era porque en el alcohol las penas de amor son menos. Cosa, que sospecho hoy, no es del todo cierta. Me parece que bebía conmigo porque lo de Carla ni yo mismo lo entiendo y si se lo contaba a yo, que era él, las cosas a lo mejor cobraban otra perspectiva, se veían diferentes pero como yo andaba existencialista apenas me escuchaba con lo de Carla y el sorbía Ron y hablaba del tiempo, de lo miserable y cruel que es la existencia en un mundo como este. Y yo callaba y le miraba tratando de entenderle, pero borracho es borracho y a mi me parecía que yo se enredaba y que la lengua le iba a trompicones con las palabras y que las palabras le podían y que además su conversación beoda había dejado de ser coherente y se arrastraba por ese lado incomprensible y laberíntico que es el jardín del ron. Le miraba, le miraba a mi y yo me miraba mirándole y en un silencio largo en el que ambos nos mirábamos pensando que el otro debería cambiar algunas cosas si se quería alcanzar determinada felicidad, yo me dijo que olvidara lo de Carla y entonces soltó un monologo largo y duro contra Carla, los defectos de Carla, los problemas de vivir cerca de Carla, lo que el sentía hacía Carla, que era tan parecido a lo que yo sentía por Carla, que le veía hablar y comprendí que yo además de estar jodido por el mundo y sus miserias tampoco llevaba nada bien lo de Carla y sentí, además de identificación con yo, cierta forma de tristeza. Le miraba, tan borracho, arrastrando las palabras como piedras pesadas, como cargas terribles y sentí que lo que hacía por Carla, lo que el tenía con Carla no tenía sentido y se lo dije. Mira yo, te veo hablando de Carla, del estado del mundo, tan borracho y creo que deberías ubicarte en otro espacio. Estás viviendo en una colocación que no te corresponde, de ahí tu incomodidad. Luego cerraron el bar y nos echaron. Nos fuimos hasta casa, los dos tratamos de abrir la puerta lo que realmente fue difícil porque yo tiene su casa medio centímetro sobre la mía y la ranura de su puerta está desplazada ese medio centímetro de la mía y ni el ni yo atinábamos a encontrar nuestras respectivas ranuras. Y nos fuimos a la cama y su cama, que está a medio centímetro de la mía hacia que su cuerpo estuviera casi sobre el mío y yo trataba de moverle, de desplazarle de encima de mi, pero yo seguía ahí instalado hasta que nos fuimos durmiendo y fuimos soñando y fuimos siendo el uno en el otro y yo o yo nos hicimos yo. Hoy me he despertado siendo yo del todo, me he jurado no volver a beber y sacando en claro que lo de Carla, eso si, para yo, que es él, no tiene ningún sentido. Aunque luego me ha llamado y hemos quedado a comer.

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