viernes, octubre 09, 2009

¿....?

Fuimos preguntas, todas las preguntas, cada una de ellas. ¿Cuántas preguntas fuimos? ¿Cuántas se pronunciaron? ¿Cuántas fueron mudas, silenciosas? ¿En cuántos lugares nos las hicimos? ¿Cual fue sincera? ¿Cuantas preguntas retóricas? Nacen, vienen solas, aparecen como aparecimos nosotros. La secuencia es una pregunta tras otra ¿Tu nombre? ¿De donde vienes? ¿Eres real? Las primeras, sin reparos, sin temores. El descubrimiento esperando la respuesta. Las primeras: frenéticas ¿Habías sentido algo parecido a esto?¿Te ha gustado? ¿Te gusta? ¿Música? ¿Libros? ¿No te pareció sensacional aquella película? Luego las primeras realidades ¿Donde vives? ¿Tus padres? ¿Tus hermanos? ¿Que trabajo? Una tras otra. Respuestas que van cayendo sin consecuencia inicial. Respuestas que luego volverán, otras que caerán borradas, irrecuperables ¿Te gusta esto? ¿Donde cenamos? ¿Te cae bien este? ¿Te sentías bien anoche? ¿Quisieras ir a este lugar? ¿Por qué esa cara? Las respuestas van pasando una tras otra. Se va rellenando el extenso formulario. Colocando respuestas al azar a veces. Son tantas, van viniendo tantas que no da tiempo ¿Quieres quedarte aquí? ¿Quieres venir aquí?¿ Tienes mucho trabajo? ¿Te pasa algo? ¿Por qué no me llamaste? ¿No podías haber avisado? ¿Por qué no contestas? ¿Quien es ese? El test pasa desquiciado. El test agota y vas dejando casillas en blanco. No contestas todas, vas contestando las que sabes seguro. Luego revisarás las que dejas en blanco, sabiendo que nunca las contestarás porque vendrán mas. Fuimos preguntas. Ese examen tipo test tan extenso, de dificultad creciente. Fueron tan fáciles las primeras. Contestábamos sin pensar. Luego eran complejas, de lectura doble, había que estar alerta a cada palabra porque cada palabra de la pregunta tenía un valor y enviaba la pregunta a un sitio concreto pero de visibilidad nebulosa. Eran tan astutas, tan afiladas que era imposible no cortarse, no herirse con aquellos perfiles afilados que eran como cuchillos ¿Por qué ahora? ¿ No vendrás? ¿Será siempre así? ¿No crees que son demasiadas preguntas? ¿No crees que a veces no cabe la pregunta? ¿No te parece que esa pregunta sobra? ¿no tienes respuesta? ¿Mejor así? ¿Que si estoy harto? ¿Por qué te vas? ¿ Que por qué no voy? Tantas, tan veloces, tan exageradas, tan prolongadas que agotan, agotan. Preguntas ¿Preguntas? ¿Quieres respuestas? y una detrás de otra y la hoja en blanco. Preguntas que son respuestas a preguntas que fueron respuestas a respuestas que quedaron vacías porque alguien preguntó antes de contestar. ¿Quieres ser una pregunta? ¿Soy algo mas que una pregunta para ti? ¿Quien eres? ¿Me conoces? y vuelven, van cayendo, como un círculo perverso, las primeras preguntas otra vez, las que contestábamos sin pensar y ahora quedan colgadas ¿Quien eres? ¿De donde vienes? y la afirmación final: No te conozco. Eso queda al dar la vuelta a ese circulo, a esa permanente interrogación que fuimos. Eso queda, una afirmación y una última pregunta:

¿Volverás?

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