jueves, octubre 22, 2009

El principio

Me han servido de aperitivo un plato de yuca frita para mojar con una salsa de un sabor muy primario, un sabor vivo. Reconozco algunos ingredientes de la salsa, básicamente el aguacate, pero se me escapan las sumas, lo que forma ese sabor nuevo. Afuera cae una tormenta emocionante que va a hacer imposible seguir avanzando por esta carretera vieja y casi invisible, estoy bajo un toldo sujetado por unos oxidados hierros, sentado en una mesa con tres sillas mas, cada una desigual, pero todas de plástico. La mesa está coja y cada vez que cojo un trozo de yuca con la mano tiembla y se desplaza un poco el plato, también de plástico y de color chillón. No hay nadie mas en el restaurante y la impresión es que no ha habido nadie en los dos últimos siglos. Me atiende una chica muy tímida que habla con desgana con alguien que está tras la pared donde debe empezar la cocina. Hace muchos viajes innecesarios, a cada rato viene y sus viajes son muy poco productivos, pero esto tampoco parece importarle. En uno de sus viajes, le he preguntado por el estado de lo que me queda de camino hasta la costa de esa carretera. Me ha contestado sin demasiadas explicaciones, que la carretera es vieja y no ha agregado nada mas. Mi duda no ha quedado aclarada y la chica ha cogido la botella vacía de la cerveza y he aprovechado para pedirle otra. He escuchado el sonido de una sartén friendo, seguramente, mi comida. He sentido la punzada suave del hambre, del apetito abierto. La tormenta se ha ido frenando pero del techo seguían cayendo, como el recuerdo de esa tormenta, chorros de agua, olía con fuerza la tierra húmeda de alrededor y la frondosa vegetación que rodea el restaurante estaba, si cabe, aún mas verde. Me he entretenido escuchando el sonido de esos chorros de agua cayendo contra el suelo de tierra, la evocación de un río inexistente. En ese instante he sentido todo el viaje, lo que llevaba de viaje, lo que me quedaba. Como si en ese instante, en ese momento preciso, estuviera contenido el tarro con la esencia de ese viaje que llevaba días realizando. Ahí, justo ahí, mientras los chorros de agua del techo inseguro, el gato que pasaba mojado por la tierra, justo al lado de mi coche, mientras la chica venía con el plato en la mano hacia mi mesa y ese sorbo exacto de cerveza, estuviera comprendido toda la dimensión de ese viaje.

Lo demás, lo que vino después, ya te lo he contado mil veces, pero quizá la vida, a veces, si marca puntos de partida. El inicio de algo, de un recuerdo. Todo lo que vino después, para mi memoria, para mi recuerdo empieza justo ahí, en ese instante que recuerdo viví con peculiar atención, entrando, sin saberlo, en el principio del camino de ese recuerdo, de todo lo que sucedió. Ahí, justo ahí, empezó todo.

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