sábado, octubre 24, 2009

La tintorería

Empecé a venir a esta tintorería porque se me destrozo la lavadora una noche mientras veía una película muy mala de ciencia ficción. Lo recuerdo porque el sonido de frenada que generó aquel destrozo me pareció una invasión repentina de un comando de alienígenas borrachos llegando a tierra por equivocación. Me levanté a toda velocidad de la butaca y vi que aquel brutal sonido, efectivamente no era provocado por una aterrizaje forzoso de una nave que venía de un planeta inexistente, sino que la lavadora había aterrizado su existencia de manera violenta. La lavadora, y podría maquillarlo pero prefiero ser directo, se había suicidado y en aquel violento acto, había acabado con mi ropa. Así que descubrí esta tintorería porque me pillaba cerca de casa y porque no tenía mejor sitio donde lavar mi ropa. Me gusto por muchos motivos, entre ellos el económico pero también el artístico, y aquí seré preciso: Me gustó aquella vez y me sigue gustando, el movimiento que ejecuta la lavadora que siempre escojo, la número 5, mientras completa el proceso total de lavado de la ropa. Me gustan esos giros que recuerdan al cosmos, claro, pero también al masaje, al roce, a la caricia, al coito. Puede parecer una perversión pero veo algo erótico en ese vaivén que se trae la lavadora con mi ropa. También veo algo de baile, una pareja que se entrega a un baile hermoso, como esas parejas que bailan a solas, a media luz, una noche de viernes cuando han vuelto a casa y han dejado la semana atrás, el trabajo, el tedio del día a día y se entregan el uno a los brazos del otro y se mueven por el salón con desparpajo pero con ritmo, con libertad pero con precisión. Eso veo siempre, también ahora. Gira, gira a toda velocidad, se detiene, sale un chorro de agua con jabón, arranca de nuevo la ropa, salta enloquecida, motivada por ese ritmo que impone con sabiduría la lavadora. Distingo esos calcetines verdes que desaparecen de repente tras la aparición imponente de la camiseta de Andrew Bird. Salta en medio, casi manteniendo la posición la camiseta como medianamente puede, y entonces es cuando esa masa imponente que son las sabanas de repente copan la escena, el círculo en el que todo sucede de repente se vuelve ese blanco apagado, venido a menos por tantos lavados que llevan sus hilos. Esas sabanas que estaban tan sucias y que aún olían a Ana. Ahí las veo ahora, brincando, girando enloquecidas. Fantaseo con esas partículas invisibles que son el perfume de Ana diluyéndose en la lavadora, entre el agua y el jabón, desapareciendo en ese fenómeno bestial que es el centrifugado. Ahí se va el olor de Ana, esa presencia inevitable que aún quedaba cada vez que me metía en la cama. Eso pienso, ese es el arte que veo en la número 5. Su movimiento de Vals. Tres por Cuatro y giro. Un, dos, tres. Un, dos, tres y giro, he visto caer momentáneamente la camiseta que me regaló Paula. Bien visto la lavadora es un diario, una radiografía de tu vida. Ese baile de telas y algodón define tu existencia. Un, dos, tres la chaqueta del invierno pasado. Un, dos tres, gira y veo los calcetines que llevaba anoche en la cena con mi padre y su novia. Y de repente, como un fogonazo, como una explosión, incluso como el mismo orgasmo, aparece el chorro de agua con jabón y me imagino todos los restos de la ropa diluyéndose en un enfrentamiento químico precioso. El olor del restaurante donde cenamos anoche desapareciendo y confundiéndose con el olor de Ana que aún permanecía en las sábanas. Si, claro que si. Bien visto eso podría ser mi biografía, la esencia total de mi existencia. Por eso vengo aquí, porque es terapia y porque es erótico como se mueve y acaricia la lavadora a toda mi ropa. En un minuto se acaba el ciclo y no volveré hasta dentro de cinco o seis días, incluso una semana a que todo esto, todo lo que soy cobre sentido y parezca un baile, una pieza. Una lucha química del pasado, de lo sucedido, contra lo que vendrá que ya sucederá con la ropa limpia, esperando a adquirir las nuevas fragancias, la de Ana si vuelve, la de otras cenas, las de la oficina. Aquí gira mi vida, cambia de ciclo y paso los dias contando para volver y sentarme y ver la lavadora girando, moviéndome. Suena el timbre, acaba el ciclo y lo mejor, hoy lo mejor no será sacar la ropa, hoy lo mejor será abrir la pequeña compuerta y meterme yo dentro y girar, girar. Un, dos, tres y revolverme con los calcetines verdes, con la chaqueta del invierno anterior, con las sábanas donde tantas veces durmió Ana.

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