martes, octubre 06, 2009

Instantes sueltos

La imagen me parece poderosa. No sucede nada y no va a suceder de aquí a que termine de contar ese recuerdo porque pasar no pasó nada. No pasó nada en un sentido estrictamente narrativo, es el recuerdo de una secuencia inconexa vista desde un balcón. Pasar pasó. Siempre suceden cosas, pero casi nunca con desarrollos y conclusiones, pero no va a haber final, tampoco conclusiones filosóficas. No hay metáfora. Hay un recuerdo de un instante breve que a mi, solamente a mi, me pareció interesante, pero si no contuviese las percepciones que sentí en ese instante y que sería imposible trasmitir, a mi también me parecería un recuerdo vacío. Sin embargo los momentos, aún cuando parecen superfluos, pueden contener un sentido invisible, un brillo que sólo unos ojos pueden ver y en este caso esos ojos eran los míos. Hay quienes encuentran sentido en el ruido de un camión de basura atravesando la calle, quien lo ve en una huella en la playa o en la sonrisa de otro, yo lo encontré en ese balcón, en ese instante de paso, fugaz. Me asomé al balcón porque no conocía a casi nadie en esa fiesta, me bebía una cerveza y miraba el tráfico intenso de esa calle ese sábado por la noche. Aún no había llegado demasiada gente a la casa, sonaba música agradable y los que estaban hablaban entre si. Miré por la ventana un rato. El tráfico era espeso, esa zona de la ciudad es muy concurrida los sábados por la noche. Por las aceras pasaba gente de un lado a otro, el bullicio intermitente. Vi un autobús avanzar lento, un grupo de chicos hablar alto, unos ingleses borrachos cantando algo que parecía medieval y de repente por una de las esquinas aparece una pareja. Van agitados, pero agitados porque llegan tarde a algún sitio, el habla por teléfono y ella va mirando al suelo. Se detienen porque sospecho que ese sitio donde permanecen es el lugar de encuentro. Ella saca unas gafas modernas del bolso y se las pone. La miro porque desde donde estoy me parece ver unas piernas absolutamente hermosas. El habla y cuelga, se guarda el teléfono y no hablan, ella se coloca las gafas con precisión frente a reflejo de ella misma en un cristal de un coche aparcado. El ojea su teléfono, lo vuelve a guardar, ella se mira desde diferentes posiciones frente al espejo. No distingo su cara, veo un pelo oscuro, liso, bien peinado, una falda corta que enseñan unas piernas maravillosas. Están varios minutos esperando, pasa el tráfico, siguen pasando grupos de gente y ellos esperan, ella sigue colocando detalles, agita su pelo con dos dedos, se gira para verse de perfil, el mira a los lados. No hablan. Yo miro insistente esas piernas desde cuatro pisos de altura. Trato de afinar la vista pero no distingo nada preciso en ella. No soy capaz de descifrar su cara. El se vuelve, va y viene y no aparece nadie mas, ella se queda quieta, quizá ya se siente cómoda con su imagen. Es una pareja que lleva algún tiempo, lo delatan ciertos gestos de cotidianeidad, la despreocupación en no conversar, el poder pensar uno en su teléfono y en los que esperan y la otra en su imagen. Pasan minutos y todo sigue así. Me los imagino cuando llegan a casa. El se desviste rápido y se mete en la cama, ella se desviste algo mas lento. Piensa en una conversación que van a tener en un rato, el se queda dormido y ella aún va al baño, va a la cocina, bebe agua, vuelve a la cama y apaga la luz. Eso podría pasar después, ahora esperan y no pasa nada mas. Termino mi cerveza y entro a la fiesta.

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