jueves, octubre 08, 2009

Escaleras

Por la escalera desciende como una culebra invisible el sonido del piano. Hay poca luz, muy poca luz y yo espero sentado entre el segundo y tercer piso a escuchar entero lo que el nuevo vecino pianista está ensayando. Rebota el sonido por la escalera e imagino ese viaje que no se puede ver, el viaje extraño y exacto, mucho mas prolongado de lo que sospechan mis oídos, que hace cada tecla desde que es pulsada por el vecino hasta que se desvanece en la nada. Hay dos cosas hipnóticas en el instante, la pieza que ejecuta el nuevo vecino y el sonido del piano por toda la escalera. A esto añadiría la poca luz que se cuela ya de fuera y que otorgan a la escena la categoría casi de lo irreal. El pianista, entonces, concluye la pieza. Pasan unos segundos, quizá un minuto, dos. Todo permanece en silencio y decido ponerme en pie. Bajo hasta mi casa. Abro la puerta y me quedo un tiempo manteniendo la esperanza en la puerta, esperando a que descienda el sonido otra vez, pero no ocurre. Cruzo la puerta, la cierro. Llego al salón. Me siento sin quitarme el abrigo. Me golpea algo parecido a la nostalgia. Dejo todo a oscuras mientras trato de recordar algunos fragmentos de la pieza. Me entretengo un rato en reconstruir algunas partes. La, si, la, do,si, sol. De repente ese fragmento, como un eco de mi memoria, incluso de mi voz que va diciendo en la oscuridad y el silencio de mi casa, las notas en alto, se escuchan lejanamente. Deshago el camino, salgo a la escalera y subo al entrepiso. Arranca la pieza otra vez. Me siento a oscuras, una oscuridad aún mas intensa, una oscuridad que ha ganado con respecto a los minutos anteriores en los que estuve aquí. Anochece y suena de nuevo la pieza. me siento y escucho. Descubro a mi lado una presencia que no identifico por la oscuridad. Oigo las notas, el juego melódico, la armonía, la amplitud de algunos acordes cuando descubro que no estoy solo en el tramo de escaleras. Enciendo el mechero para identificar. Unos escalones mas arriba veo a una chica. Es mi vecina. Saludo con un gesto de mano en la mínima claridad que nos da el mechero, ella contesta sonriendo y me invita a sentarme a su lado para escuchar. Apago el mechero y obedezco. Escuchamos en silencio la pieza, se escuchan las notas precisas, de vez en cuando la respiración de alguno de los dos y muy esporádicamente, alguna puerta que se abre en otro piso. Concluye la pieza, nos despedimos en silencio y nos retiramos. Vuelvo a casa, pienso en la melodía, también en ella.

No hay comentarios.:

Mi lista de blogs

Afuera