sábado, septiembre 18, 2010

Vida y obra de Bernardo M.

Bernardo nació un día cualquiera en una localidad bañada habitualmente por el sol y de marcada tendencia marítima. Bernardo bebió de ese entorno, disfruto una adolescencia hedonista y algo salvaje y fue creciendo talentosamente como músico. Fundó varias agrupaciones musicales despreciables y alcanzó popularidad en su última, popular y trágica banda. La biografía de aquel grupo dio mucho que escribir: Inicialmente repartieron a los oídos un sin fin de canciones memorables y accesibles, pero Bernardo: Atormentado, complejo y obsesivo buscó una obra, una obra contundente, profunda, intensa, admirable. Bernardo tenía un oído educado, una gama amplia que conjugaba en un estilo peculiar, barroco e imaginativo sin alejarse, curiosamente, de un sentido hedonista y divertido de la música. Bernardo creaba paisajes amables, preciosistas, felices, pero Bernardo convirtió su vida, a cambio, en un infierno empolvado de cocaína, un infierno perturbado, desquiciado y neurótico. Bernardo vivió para crear una melodía que jamás alcanzaba. Experimentó hasta el delirio sin caer en el caos. Para Bernardo había varias máximas pero sobre todo la música debía, siempre, contener la esencia del edén, del lugar original, el jardín definitivo. No creía en composiciones enloquecidas, para eso ya tenía su universo interior. Para él el problema era alcanzar la obra que lograra darle a la vida la importancia y la trascendencia fundamental, la explicación. Eso buscaba: el sentido, el absoluto, en una melodía, evidentemente, imposible de alcanzar. Una vida y una esquizofrenia tras aquellas notas que "deben estar en algún lugar de mi cabeza" decía en madrugadas terribles, sentado al viejo piano que a menudo ya ni estaba afinado. Envejeció Bernardo con dificultades. Durante algunos años permaneció en un hospital psiquiatrico. Donde fue, prácticamente, obligado a abandonar la composición. Sentado en un jardín agradable, solía leer y recordar las tardes previas a la música. La adolescencia en viejos y largos coches descapotables por carreteras de la costa, baños a media tarde y borracheras divertidas en fiestas playeras con chicas que entonces ya serían casi abuelas. A veces evocaba las primeras melodías, las más inocentes y asumía la incapacidad que hay cuando se compone tanto en volver a ese estado primitivo que luego tan ansiadamente buscaba. A veces silbaba antes de ser llamado para volver a la habitación, medicarse y dormir para seguir una rutina "necesaria para su estado" como decía paciente y educado su médico. Años después, canoso, arrugado, con una leve cojera es dado de alta. Vuelve a su casa de la costa. La cirstalera del salón le devuelve el mar: eterno, hermoso, imposible lo mira y calla. Sube las escaleras, su hija le mira preocupado, sabiendo que el siguiente acto será sentarse en el piano y tirar por la borda los años de terapia. Bernardo levanta la tapa, tararea pero no pulsa ni una sola tecla, no dirige ningún dedo. Tararea, silba y marca el tempo con el pie derecho suavemente. La hija le mira desde atrás, con ganas de llorar. Bernardo se gira:

.- Era tan sencillo, hija. Era tan fácil. Estaba tan cerca y jamás lo pude ver.

Desde entonces Bernardo pierde la memoria paulatinamente. Años después un cuarteto de cuerda toca sus melodías más famosas el día de su entierro. Su hija lee un hermoso texto que concluye evocando el olor de la colonia que siempre usó su padre.

No hay comentarios.:

Mi lista de blogs

Afuera