viernes, septiembre 24, 2010

La llegada

He preparado la casa, he organizado todo, he guardado los trastos, he limpiado y he ordenado concienzudamente. He puesto los libros en la estantería por orden alfabético. He guardado la ropa que no hará falta. Los armarios están impecables, la vajilla impoluta, he tapizado los sofás, he pasado una y otra vez el polvo y he barnizado algunos muebles. He abierto las ventanas para airear y luego he empezado a cerrarlas, he bajado las persianas, he apagado las luces y me he sentado en la butaca. Ha ido anocheciendo y me he quedado quieto, silencioso, disfrutando de esa quietud sobrecogedora, de esa inmovilidad. Nada se movía, todo estaba tremendamente silencioso. Cada cierto rato me quedaba oyendo el sonido de mi respiración, como si no me perteneciese, como si viniera de afuera, de un animal dormido. He esperado su llegada, he mirado la hora una vez y no lo he vuelto a hacer. En cualquier momento llegaría el otoño y me quedé esperándolo.

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