jueves, enero 07, 2010

Objetos perdidos

Se ve de todo. La gente viene siempre con alcohol de más, suena la música alta y las luces están muy bajas, casi a oscuras. A última noche el local siempre se nos llena y puedes ver mucha gente con copas en la mano, moviéndose con la despreocupación que da el alcohol en la madrugada. En muchos casos es comprensible y al principio, atrás, junto al almacen, donde los camareros y los Dj´s guardan sus objetos, pusimos una caja para guardar las cosas olvidadas, los objetos perdidos. En un principio todo entraba dentro de lo comprensible, de lo normal. Una bufanda, unos guantes, un gorro. En invierno se llevan tantas cosas encima, tantos elementos que nos olvidamos de cuantas cosas nos cubren. Cuando ya te vas, agitado por el alcohol y la urgencia de coger un taxi y volver a casa, bien solo, bien acompañado por alguien que recién conoces, no caes en cuenta que hoy si, hoy en las manos llevabas esos guantes grises que compraste en una tienda del centro o esa bufanda que te regaló tu amigo invisible de la oficina en el intercambio de regalos de la navidad pasada. Sales a la calle y la madrugada está sólida, como un bloque total en la puerta del bar y paras el taxi con la mano y con cierta euforia, porque te parece una fortuna que justo en ese instante un taxi pase y te montas y dices rápido tu dirección o la dirección de ella a la que le coges la mano con tus manos, esas manos que deberían ir cubiertas por los guantes que se han quedado allí, en algún lugar de la discoteca. Luego todo se vacía, se apaga la música y en la discoteca recogemos con prisa porque a esa hora lo que quieres es cerrar y llegar a casa y alguno de nosotros ve los guantes en el suelo y los lleva a la caja y allí se quedan a veces para siempre, a veces hasta el fin de semana siguiente cuando el dueño viene y pregunta y describe esos guantes grises, con líneas negras que atraviesan los cinco dedos y forman un dibujo geométrico indescifrable. Entonces vas a la caja y entre varios guantes y bufandas y otros objetos se selecciona de acuerdo a la descripción dada y los guantes vuelven a su dueño, a sus manos. Hasta ahí lo corriente, esos artilugios comunes que van a caer a la caja que llamamos objetos perdidos, algunos de paseo temporal, otros definitivamente, como a un cementerio de olvidados, de ignorados. Objetos que parecen no pertenecer a nadie porque caen allí y allí llevan años, sin ser útiles, sin ser validos. Hay algo trágico en ver un guante alejado de su función, de ese entrar con precisión entre los dedos y cubrir del frío y de la nieve. Bufandas, guantes, alguna cartera, incluso móviles, teléfonos viejos que se han quedado sin batería para siempre, libros, anillos, pendientes. Objetos perdidos que tiene cierto sentido que se hayan desviado, que hayan sido olvidados por su dueño, pero lo otro, estos casos que suceden últimamente no lo entiendo, se me escapa. Se puede ir muy borracho si, y la cabeza se despista y habita otras realidades más hinchadas. La realidad globo del alcohol. Se puede ir muy afectado, pero olvidarte a tu mejor amigo, dejártelo ahí, callado y triste, en la caja de objetos perdidos me parece exagerado. Y sin embargo últimamente sucede tanto. Tantas veces recogemos y vemos a ese amigo aquí, al lado de la barra y lo cogemos entre todos y lo metemos en la caja tan callado, tan con ese gesto de ausencia, de nostalgia y a veces vienen y preguntan en la barra si hemos visto a su mejor amigo, que creen que se lo han dejado aquí y si, nos dan la descripción y buscamos a su amigo entre todos esos amigos olvidados y lo devolvemos; pero esos otros que se quedan ahí, para siempre, en la caja y nadie viene a buscarlos, entremezclados con las bufandas, con los guantes, callados, meditabundos, tristes. Ahí están esos amigos olvidados en la caja de los objetos perdidos. También está él, ese chico que nos encontramos la semana pasada en el baño de las chicas, olvidado por su novia, que se lo dejó olvidado junto al lavamanos. Lo recogimos entre todos mientras limpiábamos a toda prisa el baño porque ya queríamos cerrar e irnos, y lo guardamos en la caja y ella nada, ella no viene y pregunta en la barra si por casualidad alguien se encontró, la semana pasada, a su novio en el baño de las chicas. No ha venido no y él está ahí, en la caja, como un guante más, como una bufanda que ya no cubre ningún cuello.

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