martes, enero 12, 2010

El texto vacío

La niebla desdibuja la mañana. Hay algo en esa niebla que se parece a esto que quiero escribir, a esa luz que anuncia la mañana. Estoy aquí, frente al monitor. El texto por hacer y yo, solo, frente a ese texto que aún no existe. No hay nadie, salvo el texto invisible y yo. Tengo la opción de escribir lo que me de la gana. Es este silencio y la niebla y el texto vacío. No hay nadie que juzgue este texto de antemano, tampoco después. No hay sino el vacío que puedo completar a mi antojo. Podría hablar de la niebla y el frío y las últimas formas de nieve derritiéndose lentamente, de la luz azulada, de la mañana. Estoy frente a este texto. Está esta batalla. Está la página y mis dedos tecleando para ir completándola. Podría escribir mil frases, ese es el gran misterio. Hay una combinación infinita de formas para darle a este texto. Millones y millones de combinaciones para escribir esto que nadie espera, salvo yo. Escribo entonces para mi. Ese es el juego. Hay algo de descubrirse. Busco algo que está pero que no se donde. Hay este vacío y me lanzo tras ello. Es la persecución de uno tras sí mismo. Perseguidor y perseguido a la vez. Está el texto vacío que de algún modo soy yo, el otro, el que parece contener de antemano cada cosa que sucede, cada frase, cada silencio y voy yo detrás, para despojarle las palabras a él, que soy yo. Una carrera por entre las teclas. Le busco mientras golpeo o, quizá, un poco antes de golpear la tecla. Sabe él lo que ya voy a poner y le persigo para que me haga poner el dedo en la tecla que espero poner. Está este texto vacío, si, pero él sabe que es lo que será este texto. Y corro tras él, que no para, que siempre va un algo más veloz que yo; y a veces me deja ver el principio de una frase, pero jamás la frase entera, y lo demás lo voy intuyendo, mientras le sigo. Nadie se detiene hasta el último momento. Ni el se frena, porque su misión es que jamás le alcance; ni yo yo me freno, porque el texto está vacío y lo persigo, lo busco en él. Así hasta el final, cuando ambos nos detenemos sin saber muy bien porque fue que corrimos, porque fue que él no me dejo ver el texto y porque yo comencé a escribirlo cuando estaba vacío.

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