lunes, enero 11, 2010

La cadena humana

Despierto de golpe. Recuerdo que estaba soñando, pero olvidé que soñaba. Soy otro polaco bajo la tensión y desconcierto de estos días de septiembre. Septiembre, que es precisamente cuando nací, pero en Septiembre de hace 39 años, en 1900. La ciudad calla y ruge. Nadie habla.

Y entonces, ahora si, despierto, soñaba que era un polaco en Varsovia en septiembre del 39, despertando en medio de una madrugada caótica. Sin comprender o tratando de entender. En el sueño tengo 39 años y no soy consciente que todo lo que acontece fuera va a dar paso a la guerra, a la gran guerra. Despierto y soy yo de nuevo. Soy Giuseppe Arcidiacono. Quizá todo sucede en esta ausencia de mi. Estos días, frente a los focos soy yo, pero no soy yo, salgo y entro tanto en otras formas de mi que creo que he soñado que era otro porque de algún modo he perdido mi dimensión. Me habla Luchino Visconti, que cree en este trabajo, también en lo que reivindica y cree en nosotros y en nuestra realidad. A todo este trabajo le llamaremos "La terra trema" y nos hará inmortales, como inmortal es el sueño.

Confusamente despierto, vengo de un sueño que fue un sueño. Como si en los sueños se pudiera soñar y ser otro de otro que ya se es soñando. Sueño que sueño la Guerra y despierto en Italia y soy uno de los hermanos protagonistas de "La terra trema". Hoy sin falta veré la película, porque debo ver el rostro de ese que soñé que era yo despertando. No soy Giuseppe Arcidiacono despertando de un sueño en el que es un polaco despertando en los agitados días de septiembre del 39. Son los sueños delirados, encadenados que últimamente tengo provocados por toda esta agitación. Bien mirado hay en ellos, en esos personajes que sueño, algo de todo esto, de estos días, y de esta falta de sueño. Ahora cogeré mi clavel y saldré. Subiré por la Rua do Arsenal hasta o Comercio, allí me uniré a Fernando y Antonio para celebrar el final. Se acabó la dictadura.

3:34 de la madrugada. Sigo sin dormir de corrido hasta la mañana y tengo estos sueños delirados y grandilocuentes. Me despiertan los dolores y me dan la dosis leve de morfina para el dolor y las heridas. Quizá toda esa medicación empuje esta cabeza. Mi cuerpo inmóvil quizá busca escape y quiera vivir la historia del siglo. Nada sucede en este hospital y huyo en sueños a Varsovia, a Sicilia, a Lisboa. Sueño que soy personajes que no soy y que se encadenan en sueños. La segunda guerra, el neorrealismo de Visconti, un trabajador cualquiera en Lisboa. No soy ellos pero quisiera haberlo sido. Sin embargo es la madrugada y mantengo mi lucha, mi propia batalla contra el cuerpo. QUizá encuentro en esos hombres que sueño fuerza para esta guerra. Madrugadas de hospital. Juro que de esta salgo vivo.

Ha nevado toda la noche y está la calle blanca. Sueño que escribo un sueño en el que he sido otros hombres. Sueño que soy escritor y que soy ágil y encadeno sueños. La agilidad y los sueños no los narro bien cuando despierto, pero hago el intento. Escribo que sueño y que otro sueña que sueña ese sueño hasta que el sueño soy yo que he soñado lo que los otros previamente soñaban. Quisera ser ellos y de algún modo lo soy. Soy ellos, son ellos, somos. Estoy aquí porque previamente fueron ellos, fuimos todos y en el sueño veo la cadena. En el sueño lo veo claro. También fuimos aquellos. Un romano caminando sobre piedras, ahora lo recuerdo que soñé que fui aquello, también ese anónimo en Varsovia, también ese actor no profesional, Lisboa y la revolución de los claveles, también ese enfermo olvidado que lucha su guerra. Soy, somos. La humanidad encadenada. La historia de cada día. El sueño.

Sueño.

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