miércoles, enero 13, 2010

Niebla húmeda, cálida y espesa

Ese humo podría ser niebla. No es niebla, niebla es mi cabeza. Definir este instante preciso, esta humedad que cuelga invisible a los ojos, esta espesura, este silencio en esta habitación, no tiene sentido. Madrugada. No hay definición a los estados de ánimo. Se van. Pasan y se van. La lentitud y la noche. Es difícil saber que estoy sintiendo, cuando nada tiene mucho orden. Ahí afuera esta esa ciudad horrible y sus animales invisibles. Madrugada y debo volver andando a casa y esta ciudad va tan vacía a esta hora, y yo con toda esta niebla en la cabeza. Niebla donde se enredan irrealidades e imágenes ciertas. Esta habitación es estrecha para cuatro. Han dejado la música sonando y se están durmiendo. Algún día dejaré de beber a la velocidad y con la intensidad que lo hago. También se irá la niebla. Se duermen, salvo el tipo de ojos verdes que me mira desde esa distancia insalvable que hay entre dos seres. Son los otros los que mueren. ¿Sabrá que me mira? Lo que no sabe es que yo miro la mancha en la pared, el calor y la humedad le dan forma a este estado de ánimo, que de algún modo se parece a la mancha en la pared. Abstracción que va buscando formas a cada rato y que se van yendo a otras formas. Y en el fondo, la niebla, que es la forma final. Me sigue mirando ajeno a su mirada. Es imposible que perciba mi misma niebla. Es otro y nos separan millones de partículas. Le conocí un buen día. Hoy nos hemos fumado todas las plantas del planeta y ahora la niebla y su niebla. Estamos tan lejos y más estaremos. Su vida irá por un lado, la mía por otro. Pasarán los años, encontraremos instantes, no volveremos a saber el uno del otro. Ignoraré por completo su vida. Estaremos aún más lejanos, cuando en el fondo ya lo estamos. Debería ponerme en píe y salir y caminar por esa avenida vacía por donde pasan las pick ups con borrachos que vienen de prostíbulos patéticos. La cadena, sigue la cadena. Llegaré a casa, me tumbaré en la cama y me iré quedando dormido después de asomarme por la ventana desde donde se ve un trozo de ciudad, algunos edificios, todas las luces apagadas, seguramente me masturbaré porque la marihuana triplica el placer. Seguiré la cadena, seguiré una vida que no visualizo y que serán casillas elegidas, en el instante anterior, al azar. El tipo de los ojos verdes se ha quedado dormido. Me voy. A cada instante comienza el resto de nuestra vida. En el fondo toda mi percepción esta basada en un profundo caos. Hilos enredados, un plato gigante de spaguettis, acontecimientos desunidos, la niebla. Todo bajo la niebla espesa, bajo el silencio caótico de un ruido inaudible. La avenida. Nací solo. Debería seguir caminando hacia el frente. No detenerme, pero giraré en la Avenida de los abogados y me iré a casa. Son las casillas que no se saltan, las que definen el plato. Lo sensato sería seguir caminando avenida hacia abajo, carretera adelante y dejar que suceda, pero el miedo sobrevuela la niebla. La cadena. El destino no existe, existe la cadena que nos marcamos. El miedo a la decisión absoluta. Se que giraré en la Avenida de los abogados y que sentiré que es raro caminar de noche por esta ciudad, porque no hay nadie y pensaré de nuevo que debería irme de aquí, porque esto es como recorrer una ciudad cementerio donde todo esta lleno de ánimas. Nadie esta vivo, viven una larga agonía emocional. Llegaré a casa, seguiré la cadena y algún día, catorce años después, describiré esta noche, tratando de comprender que fue lo que se perdió y que fue lo que me encontré esa noche. Caminando a solas, fumado y borracho y con poco criterio. Recordaré este instante que giro y entro hasta la avenida Lara y no pasa nadie. Sigo los cruces, la cadena que en el fondo decidimos. Ese caos que ordenamos. Esa niebla espesa y húmeda de la cabeza. Esas formas orgánicas, que se asemejan a las paredes del intestino. Un tobogán que se desliza hacia la nada. Son los otros los que mueren, sin embargo a esta hora no pasa nadie. Madrugada. Este humo podría ser niebla.

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