sábado, septiembre 29, 2007

Citas

Aquelle mañana me monté sin mucha fé en el autobus. Sin mucha fé en mi, sin mucha fé en el futuro y ausencia de fé en el mas allá. Además, que es de lo que se trataba el asunto en aquel momento, sin mucha fé en aquella cita. El autobus atravesó la avenida caotica, atraveso luego algunas pequeñas calles y terminó dejandome en la esquina desde donde debía caminar hasta llegar al parque donde había quedado con ella. Caminé con cierta inseguridad, pensando si el peinado y la ropa eran las apropiadas, si potenciaban mis virtudes y me hacían mas atractivo o si por el contrario aquel aspecto eran puntos en mi contra. De repente, ensimismado como iba en mis dudas, me encontré con ella. Nos saludamos con cierta frialdad, nos preguntamos que tal y que cual era el plan. Propusimos un par de opciones y nos decidimos por pasear un poco, tomarnos algo y ya veriamos. Así que caminamos, hablamos y se nos hizo tarde. No pasó nada mas. En aquella charla no pasó nada, mas bien nos aburrimos, mas bien ella pensaba que cuando sería el momento adecuado para despedirse y yo pensaba que no me interesaban muchas cosas de las que me contaba. Pasamos un rato juntos que fue largo y casi incomodo. Ella habló de ciertas amigas, de no se que viajes y yo le conté que en el último partido había marcado dos goles y que el segundo consideraba que había sido un golazo, pero que aquello no me había conseguido el pasaporte a la titularidad y que me parecía que el entrenador se movía por otros intereses y que yo estaba casi seguro que había padres que le presionaban para que sus hijos fueran titulares. Ella me contó el argumentó de una pelicula que había visto sobre un caótico acontecimiento en una ciudad americana y el estado emocional en el que quedan todos sus habitantes despues del suceso. Aparentemente es una invasión extraterrestre y la gente huye anarquicamente por las ciudades, todo el mundo tratando de salvar su culo en medio de un caos y una histeria colectiva. Al final todo queda unido emocionalmente por un emotivo discurso del presidente. Yo luego ennumeré mi lista de jugadores favoritos y antes de llegar al numero 8 de la lista ella dijo que era hora de irse y que ya hablariamos. Nos despedimos y cuando la ví irse sentí cierto alivio. Me monté en el autobus y volví a casa.

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