lunes, septiembre 24, 2007

Arca del valle

24 de septiembre de 1997- 24 de septiembre de 2007. ¿Como han podido pasar diez años?. No parece cierto, en realidad parece que no sucede. Ayer recogiendo la casa, preparando la huida de aquí, el cambio de hogar encontramos esa caja llena de cartas de entonces. Veía las fechas. Noviembre del 97, dieciembre, mayo del 98. La gente que me escribía entonces, las sensaciones de entonces, las confesiones de aquella época. No se. Es dificil hablar de esto sin caer en lugares comunes, en las frases de siempre. Sentí una distancia sideral o imposible. Recordé esta mañana de hace diez años, el último paseo con Israel por Caracas, las últimas frases, luego leí desordenamente todas esas cartas, entendí o leí cosas que no supe o no leí entonces. Las cartas de mi madre desde allí, las cartas de aquella chica o de Israel. Las sorprendentes cartas de Martín. Esas frases que contestaban a cosas que yo contaba desde aquí en cartas que yo habría mandado de ante mano y de las que no recuerdo casi nada. Eckar hablando con desgarro de Barquisimeto, Felix planeando unas vacaciones aquí, que luego se cumplirian. La tardía carta de Eduardo. El tiempo en trozos. El tiempo irrecuperable, la vida borrada. La transición a internet. "Me dicen que tienes una cuenta de correo, a veces entro en internet, mandame la dirección y aprovechamos". Eso ponía. Luego encontré correos impresos. Recordé cuando álguien me decía que en su trabajo podía conectarse y le pedía el favor de imprimirme los correos, confesaba mi contraseña y arriesgaba a que aquellos mails fueran leidos. Supongo que aquella chica de la que ya no se nada a la que le pedía el favor, los leyó. Ahora leo todo eso y recuerdo aquel dia en Caracas, las últimas horas con Israel. Recuerdo el año 97 y parece ficción. ¿ Como han podido pasar diez años?. Caracas diez años antes y Madrid diez años antes, pero no termino de entender. Hay algo, una nebulosa, un vaho que no entiendo, que me resulta incomprensible. Un coche que atraviesa Caracas. Un coche que atraviesa Madrid. Algo sucedió en ese vuelo que ya nada fue igual, coño.

Nada... y esa gente que escribía , diez años antes. Aquellas historias de entonces, aquel desgarro post adolescente. , ¿que cojones le pasa al tiempo?, ¿Que cojones le pasa?. Acordeón. ¿Que hace, que hace el tiempo que no se le entiende?. Aquellos y nosotros, los mismos, otros. Las cartas que parecen seres por si solas. Y los que las escriben, movidos en el espacio. Ya no está nadie donde estaba. El tiempo que es ruleta y que juguetea. Las frases de cierre, las promesas o las intenciones. Las cartas de la vieja, coño. Las cartas de Felix, de Israel o de Martín. Aquella chica afectada jurandose una amor eterno que no aguantó. La eternidad se terminó en seguida.

Y luego vinieron y fuimos amoldandonos. Es como que te vas amoldando al tiempo y este juguetea y decide. Hace, por decirlo con honradez, lo que le da la gana. Eckar desgarrado, emotivo. Comprender a MArtín con una carta suya. Israel, coño. La letra de mi viejo, si hasta me acerqué a tocarla con los dedos, como en las malas peliculas, toqué la letra de mi viejo con los dedos para ver si aun había algo de él ahí, si aun olía. Sus frases, esa letra rígida... y recorres a toda leche todo lo que vino después.

¿Donde están estos diez años?. Estoy melancólico, jodidamente melancólico. Y el médico me prohibió la melancolía. "Dicen- me dijo con simpatía, para relajar mi tensión- que el bazo es el órgano de la melancolía. ¿Eres acaso melancólico?". Si me lo vaís a quitar es por algo. Diez años y ya no me queda bazo para tanta melancolía. Sin embargo, insisto. La Melancolía es la alegría de sentirse triste.

A los muchachos con todo el cariño que hay en estos diez años de en medio

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