domingo, septiembre 16, 2007

Una lejana tarde de noviembre

Se aburría en casa, con todo lo que significa estar aburrido, con todo lo que eso conlleva. Se aburría profundamente, cansado, desgatado. Lo que significa que aburrirse no es mas que hastio, lo que quiere decir que previamente se ha estado en el lado opuesto, nadie se aburriría si previamente no hubiera sentido lo opuesto. Hubo un momento, entonces, previamente, en el que no se aburría y entonces se preguntó en que momento preciso comenzó a aburrirse, a sentir hastio o esa falta de motivación. Se lo preguntó unos segundos y se cansó de no encontrar respuesta. Se levantó entonces, salió a la calle en busca de despistar el aburrimiento, cogió un libro, la chaqueta, el tabaco y cogió rumbo al cine. Entró al metro, vió a la gente y pensó que el metro es un lugar donde muchos se aburren, donde hay tramos, un vaiven de gentes y un fin, pero el viaje, en si, para muchos resulta aburrido. Hay quienes miran al frente, quienes se miran los pies, quienes recrean escenas, otros que cotillean, los que escuchan música, los que leen, los que ignoran e incluso los que duermen. Hay quien no se aburre, quien mira a otro u otra, y el, nuetro aburrido, miró, miró de repente a aquella chica que venía con una maleta de ruedas, que miraba el plano del metro y que al girar descubrió que el la miraba. Él entonces olvidó el aburrimiento, el aburrimiento desaparece sin aviso, y comenzó lo que comunmente podría llamarse como jugueteo subterraneo o juego de miradas bajo tierra o miramientos en el metro. Ella miró y con cierto disimulo saco un libro, uno de esos best sellers que sería conveniente no leer tan a menudo, el miró el título, "El psicoanalista", que el intuyó como una novela básica de misterio, pero que también daba para pensar, mirandolo con humor, como posible título de pelicula porno. Entonces el pensó "ella no lee. Hace que lee, pero no lo está haciendo. Levanta la vista con cierta constancia y es imposible concentrarse cuando uno se ausenta tantas veces de la frase, de la página". Ella miró hacía otro lado y el aprovechó para mirar no solo su cara, fue rápido y quitó la vista antes de poder volver a ser pillado in fraganti. Ella mantuvo la vista en otro lado y el dudó, " Quizá no haya percibido que yo miro, simplemente va pensando en otra cosa y cuando mira aquí no mira aquí, mira pero piensa en cualquier otra cosa". Evidentemente la historia se queda ahí, el baja en su parada y ella sigue. El entra al cine, ve una pelicula mediocre sobre unos tipos que quieren o pretenden parar una construcción de una fábrica contaminante. La pelicula, como ese día, como la chica del metro y como el aburrimiento que ha promovido toda esa tarde desaparecen y se quedan absoletos con el paso del tiempo, pero aburrirse, por aburrirse una tarde tampoco pasa nada, pensó mientras volvía a casa, cierto que no es elegante aburrirse, que basar una conversación en una tarde aburrida es una conversación condenada al fracaso, que el aburrimiento tiene una estética poco atractiva, se suele asociar a un determinado estado de higiene no del todo sensual o una expresión contagiosa de lo que en si expresa. Pero aburrirse una tarde de noviembre, una olvidada tarde de noviembre, una tarde mas, tiene, si se mira bien, hasta cierta gracia. Aburrirse, por otro lado, es sintoma de que, por otro lado, previamente no lo has estado. Así que, pensó heroico, reivindiquemos el aburrimiento. "No lo ocultaré mas", se dijo, sonó entonces su telefono, alguien activo le preguntó que que hacía y contesto "Estoy aburrido. Mas aburrido que una ostra", expresión por otro lado divertida, no hay cosa mas divertida que una ostra, o al menos aquellas ostras que se comió aquel verano que ahora recuerda con nostalgia. Y camino y volvió aa casa y no leyó ni hizo divertido, se borró, como ya hemos dicho, aquella lejana tarde de noviembre.

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