viernes, septiembre 07, 2007

Quietud

Sentado bajo el árbol. 40 grados, media tarde. Hace cinco minutos ha pasado por delante Rosaura con ese halo de mujer misterio que siempre lleva al caminar. Se ha quedado mirando el vertigo de esas piernas infinitas y la colocación casi matemática de las flores de ese vestido tan corto y perfecto. Ha sentido desde la silla el olor de perfume intenso y la ha visto perderse al final de la calle donde viven todos. La misma calle donde de pequeños jugaron a que el asfalto negro era un oceano gigante y ellos dos los supervivientes de un naufragio y las casas bajas de los lados, la orillas lejanas de islas desiertas. Un juego que por otro lado no le importaría repetir ahora, con algo mas de realismo, jugar a exagerar los instintos de supervivencia. Sin embargo Rosaura habrá girado en la esquina donde el tipo ese mucho mas mayor la esperará con el coche para que sus padres no la descubran y se perderá por la carretera hacía el rio, o eso dice siempre el Pajarico, argumentando que una vez se fue al rio con la chica de servicio de un compañero de su clase que vive donde las casas grandes y que vió el coche aparacado bajo los árboles, "Como escondido para que nadie lo viera".

La calle sigue vacia y sale Doña Ana y le mira desde la otra acera y de repente el siente no que le mira desde la otra acera sino que sin darse cuenta siente el mar ese que imaginaba de pequeño con Rosaura y Doña Ana parece estar en otro universo o en un lado terriblemente lejano de la calle y ella habla pero el ruido de alta mar no le deja escuchar las palabras, como si el calor fuera viento y marea y la Señora habla desde la lejanía de aquella orilla, aquel continente del que solo llegan gestos, entonces la Doña Ana se da la vuelta y el bosteza y piensa que por que Doña Ana siempre ha sido Doña Ana, si habrá una época en la que fue solo Ana o incluso Anita, o incluso esta calle o cualquier otra calle fue un oceano con alguien y ese alguien la vió ya no siendo anita sino Ana pasar y perderse al final del mar o de la calle, pero Doña Ana parece que siempre fue Doña Ana y que siempre estuvo sola y siempre fue extraña y huraña.

Sigue la tarde y volverá su padre y discutirán otra vez, y el insiste en que le da igual que no le interesa, que lo mejor sería coger y cruzar el mar y perderse y recordar que Rosaura, a su manera estará siempre al final, donde el mar hace notar que la tierra es redonda. y el siempre estará quieto, estático, empujado por mareas que nadie dirige, quieto y pasmado, casi inmóvil y justo ahí recordará que mañana irá al cine con estos y que de nuevo se sentirá ajeno y aturdido entre esa competición de polvos y mamadas inexistentes, que son todas mentira. Y pensara en Rosaura y en el coche del tipo aparcado debajo de un árbol allí, en el camino hacía el rio y tandrá ganas de volver a casa y no pensar en nada. Quizá masturbarse con la única condición de no pensar en Rosaura, sino en cualquier otra, en el rio, pero con cualquier otra

1 comentario:

stel dijo...

cuando piensas en "no quiero pensar en esto o pieso lo otro para no pensar en lo primero" difícilmente logres dejar de pensar en ello....
buen inicio de semana!
^^

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