jueves, septiembre 13, 2007

La santa noche

Olía a demonio o como uno se imagina que debería de oler la habitación del demonio. Seguramente era el olor mas intenso y terrible que había percibido en mi vida, sin embargo aguanté y no dije nada. Cruzamos una puerta que daba a una sala donde alguien que nos ignoró veía la televisión, me fijé en el programa, era la telenovela de la noche. Cruzamos otra puerta y atravesamos la cocina llena de escombros y trastos, una puerta mas y llegamos al pasillo. Era de noche y no había luces. Nos sentamos en el pasillo y comencé a fumar, pensé y luego me forcé en sentir, que fumando se reduciría el olor y la sensación de asco que me atormentaba. ME dijo que esperara ahí, que La Santa ahora saldría. Esperé, miré al cielo, traté de descifrar algo en las estrellas pero sabía que no habría nada, nunca hay nada, nunca hay señales, siempre las inventamos. Apareció La Santa de repente, desde el fondo mas oscuro del patio. Me habló cuando aun yo no la podía distinguir:

.- ¿Otro por males de amor?- Dijo con tono impertinente y cansado. Cansada quizá de los que acudían a ella por el espinoso tema del dolor del amor.

.- No- Contesté tímido, casi con temor

Seguía avanzando. Descubrí su cara redonda y oscura, su mirada intensa tras las gafas gruesas, su cuerpo pequeño y redondo, una vejez entre sabia y decrepita. EL caminar era lento y algo torpe.

.- ¿ Y que es lo que tu tienes?

.- Necesito un sentido. Necesito saber. Siento vertigo, un vertigo constante y agotador. Siento una especie de absurdo permanente, todo parece un vacio. Un organo gigante del que no somos mas que microbios con patas

.- ¿Filosofo?- Preguntó ella con curiosidad

.- No. No se que Soy

.- Eres muy joven para andar preocupado por sentidos. Vive y ya. SIn embargo algo haremos.

La Santa se perdió de nuevo en la oscuridad y apareció con un montón de ramas, me pidió que me tumbara en el suelo. COmenzó a cubrirme con esas hojas mientras fumaba un tabaco habano. Comenzó a recitar algo que no entendí, me rodeo de algo que no distingui y prendió fuego. Me ví de repente en medio de un circulo de fuego y al otro lado a La Santa en trance, delirando, emitiendo sonidos indescifrables. El fuego crecía y llegaba alto. La Santa comenzó a girar sobre si misma, lento, al ritmo que permitía su cuerpo desgastado pero ví, lo fui viendo, que desaparecía, que su cuepro se hacía invisible. Sentí ganas de salir corriendo, pero estaba rodeado de fuego y no sabía que hacer, comencé a llorar, asustado. Desperté, de repente, en otro sitio. Observe aquel sitio que no conocía y cuando parpadeé me vi de nuevo en el fuego, como si hubiera saltado de realidad y hubiera vuelto de nuevo a la original. Del fuego al sitio desconocido y del sitio desconocido al fuego, así sucedió varias veces. Me desperté de un despertar y aparecí en un tercer sitio y comencé a marearme. Fuí cambiando de sitio cada vez mas rápido. Del primero al tercero, de ahi al segundo, de ahí a un cuarto, a un quinto, a un centesimo. Así cada vez con mas sitios, con distintos lugares. Ví el fuego, pero ví también la lluvia, la nieve, el mar. Vï hombres tristes, mujeres tristes, hombres y mujeres alegres, vi ratas, perros, gatos, el desierto vacio. Te ví a tí y vi a mis vecinos, ví a Bin Laden, a Elvis, que si, que estaba vivo y regentaba una taguara en la carretera de Quibor, me ví a mi mismo en otros sitios, en otros lugares, no la vía a ella, pero eso lo sabía de antemano, pero si vía a otras... y así llevo noventa y cinco años, de sitio en sitio, de realidad en realidad. Y en ninguna encuentro a La Santa. Tampoco el sentido.

Me voy.

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