lunes, marzo 14, 2011

MV

En un bar de Gracia, un bar agradable, pequeño, estético, toma un café y saca un cuaderno. En el cuaderno habla de la memoria y de la muerte, del olvido y de las capas, de las capas interpuestas, de las superficies que se superponen unas a otras, de la confusión y de la ausencia. Para MV las cosas no son, jamás, definitivas y eso que jamás tiene mucho de conclusión. Anota, mientras sorbe un café que está hirviendo, que la memoria mantiene vivo a los muertos, pero no como una figura poética, reflexiona en esa posibilidad de que todo muera salvo los recuerdos de ese muerto, y que esos recuerdos, de algún modo otorgan al mortal, cierta inmortalidad. Como si esa capa invisible e inalcanzable de memoria fuera otra forma de vida, la forma de vida del más allá. Luego paga y sale del café. En la esquina con Torrent de l´olla ve pasar un tipo que conoce o que cree conocer pero que no recuerda de donde. Se queda mirándole, el tipo le suena, ubica su rostro, incluso su modo de caminar pero es incapaz de recordar donde fue que le conoció. Le sigue unos cuantos metros, el tipo se detiene y cruza, en la acera de enfrente se queda mirando un escaparate. MV se acerca sigiloso, pero sin saber porque es sigiloso. Al cruzar mira su reflejo en escaparate pero no encuentra su propio reflejo, el otro tipo sigue mirando atento algo al otro lado del cristal. MV se angustia y vuelve a buscarse en el reflejo del cristal y no se haya, sólo ve al tipo, al que se acerca lentamente para preguntarle si él le recuerda, si sabe de que se pueden conocer, cuando esta al lado, casi a punto de tocarle el hombro, MV descubre lo que todos intuíamos desde el principio, que ya estaba muerto.

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