miércoles, mayo 05, 2010

La última fiesta

No se como pero había llegado la madrugada. Miré un reloj que había en la calle y me sorprendió la hora, encendí un cigarro en el balcón y me ausenté del ruido que había dentro. Se escuchaba un disco con una trompeta lejana y una voz desangelada. Yo no conocía a nadie allí y debí irme antes pero las horas se fueron amontonando y me pilló la madrugada. El dueño de la casa se llamaba Ángel y había cerrado la puerta con llave y luego la llave la había lanzado por el balcón donde yo ahora fumaba. Un poco antes había estado hablando con él, bebíamos ron y observábamos a Lucía y la chica de las luces bailando de un modo peculiar y arrítmico. Me dijo que su idea de la vida era escapar, saltar y que el salto era la fiesta. Su obra final sería la fiesta eterna y según le vi lanzando la llave por el balcón comprendí que esa noche pretendía realizar su obra definitiva. La fiesta, realmente tampoco había sido ni estaba siendo para planteársela como una fiesta eterna. Yo estaba fuera, porque no conocía a nadie salvo a Lucía, con la que aquella tarde había quedado a intercambiar unos documentos del trabajo en el que andaba metido. Entre café y café me dijo si la acompañaba a una fiesta y acepté por que no tenía nada mejor que hacer y porque creí leer en la invitación de Lucía algo que no estaba escrito. Había gente diversa y fui hablando con unos y otros sin demasiada implicación. Había un tipo que todo el rato me miraba desde la puerta de la cocina que me pareció un detective malo o un tipo con problemas de discreción, este había venido con una chica que parecía un Elfo. La chica Elfo se había sentado en una mesa a leer las cartas a los invitados, creo que fui el único que no había pasado. Curioseé un rato y escuché sus predicciones sobre la vida de Lucía: Qué venían cambios, que tendría que tomar una decisión radical y que caería un misil emocional en su vida. A Ángel le dijo una frase incomprensible que traté de memorizar: "No habrá hogueras en las próximas estaciones. Sin embargo flotarán las cenizas". La chica Elfo cuando dejó de leer las cartas se sentó en un sofá que había al lado de una escultura de cartón piedra que resultaba horrorosa y que evocaba un volcán. Ella miró mucho rato el volcán, seguramente adivinando el destino de algo, quien sabe si de la mismisima tierra. Lucía venía a veces a hablar conmigo, me preguntaba si lo pasaba bien y me daba una palmadita en el hombro. Hubo una canción que me incitó a bailar pero yo no se bailar y debí mover tan torpemente mi cadera que sutílmente giró y se buscó otra pareja de baile que fue la chica de las luces, que era una chica que llevaba una camiseta con pequeñas bombillas pegadas y absolutamente extrañas. Luego estaba un francés que contó a toda la fiesta que el había visto a unos tipos de tres metros en una carretera a la salida de Burdeos. Cuando narró la experiencia yo pensé que aquella reunión más que una fiesta parecía un mercadillo esotérico y estuve a punto de contar una historia inventada y muy irreal sobre mi encuentro con entidades en una playa del caribe. El caso es que era madrugada y la puerta estaba cerrada con llave y yo no podía salir de aquel apartamento. Abajo la calle estaba vacía y lancé mi cigarro. Quizá distorsionado por el ambiente y por los vasos de ron ingeridos, entré de nuevo en el salón y soberbiamente dije que me largaba, abrí el balcón y salté. No se que me hizo pensar que volaría. No se que me llevo a imaginar que algo se me había pegado de ese grupo. Salté y ví acercarse a una velocidad incalculable el asfalto. Reventé en el suelo y fue así como absurdamente morí.

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